La Asamblea General de la ONU estableció el 27 de diciembre como el Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias con la finalidad de subrayar la importancia de prevenir enfermedades que afectan a un gran número de personas y establecer estrategias para darles respuesta. La pandemia de Covid-19 puso en evidencia la necesidad de una preparación más activa y sincronizada para combatir las crisis sanitarias que pueden desestabilizar al mundo de un momento a otro.

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Actualmente la OMS está trabajando en la elaboración de una lista actualizada de patógenos prioritarios que mantienen el riesgo de provocar futuros brotes o pandemias. Se convocaron a más de 300 científicos que estudiarán más de 25 familias de virus y bacterias, así como la llamada “Enfermedad X”, como se le nombra a un patógeno desconocido que podría causar una grave epidemia internacional.

La lista de la OMS para identificar patógenos peligrosos se publicó por primera vez en 2017. Los expertos recomendarán una nueva lista de microorganismos prioritarios que requieren más investigación e inversión. Se espera que la lista se publique a principios de 2023. Por el momento, sobresalen los virus de: SARS-CoV-2, ébola, fiebre de Lassa, MERS, fiebre del Valle del Rift y Zika.

La deforestación “derrama virus”

En los análisis de expertos ambientalistas, un punto fundamental para ayudar a prevenir la próxima pandemia es bajar las cifras de deforestación que han subido en los últimos años. Un informe del World Resource Institute (WRI) señala que la deforestación aumentó en un 3 % en 2019 con el planeta perdiendo un trozo de bosque tropical del tamaño de un campo de fútbol cada seis segundos.

Durante 2020, la tendencia se mantuvo con la pérdida de más de 7.2 millones de hectáreas de bosques tropicales primarios, registrando la mayor pérdida en la Amazonía. En el 2021 hubo otro aumento de deforestación frente al año previo. Las cifras muestran que los países tropicales perdieron 11 millones de hectáreas de bosques, un área similar a la superficie de Cuba.

¿De qué forma influye el mantenimiento de los bosques para mantener a raya pandemias y epidemias? La respuesta se aloja en varios tópicos. El primero de ellos tiene que ver, por ejemplo, con el 10% de los bosques tropicales. Los expertos consideran que en esta proporción de masa forestal se alberga más de la mitad del riesgo mundial de aparición de enfermedades zoonóticas o del llamado “derrame de virus” de animales a humanos.

Cuando estas zonas cambian a terrenos agrícolas, ganaderos o para la edificación de nuevas urbes, el riesgo de que los virus busquen nuevos territorios, se vuelve exponencialmente más peligroso. Según un estudio de la ONU, una inversión de alrededor de 7 mil millones dólares podría disminuir la deforestación a un ritmo que reduciría el riesgo de propagación de enfermedades en un 40 % en las zonas de alto riesgo.

En el último siglo, dos nuevos virus de origen animal han surgido de la naturaleza cada año, y se espera que estas cifras se incrementen en la próxima década. Al identificar las regiones más vulnerables para la propagación de un virus, los países pueden identificar comunidades que se beneficien de las estrategias de prevención de enfermedades; cosas básicas que marcan la diferencia, como equipos de protección para evitar el contacto entre humanos y ganado e infraestructura sanitaria eficaz.

Por otra parte, la ciencia ha demostrado que el comercio de vida silvestre de alto riesgo es la vía más probable a través de la cual se han propagado varias epidemias, incluida la reciente pandemia. El comercio de animales silvestres es un negocio multimillonario que pone en contacto a especies (y otras enfermedades) que quizás nunca se hubieran encontrado de forma natural en la naturaleza. El comercio de especies silvestres aumenta el riesgo de que un pequeño brote de una enfermedad zoonótica crezca de forma exponencial y se convierta en una pandemia.

La enfermedad zoonótica es aquella que salta de los animales, silvestres o domésticos, a los humanos. Estos saltos, conocidos como brotes, son cada vez más comunes. En el caso del Covid-19, la enfermedad existía en los murciélagos y después pasó a otro animal huésped antes de propagarse a los humanos. Las enfermedades zoonóticas son una muestra de los riesgos que existen cuando las actividades humanas traspasan los límites de los hábitats naturales.

A nivel mundial, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) vigila el comercio de fauna y flora silvestres, mientras que las redes regionales, se encargan de hacer cumplir los reglamentos a nivel local; sin embargo, para combatir eficazmente el comercio ilegal los presupuestos de estas organizaciones deben aumentar por lo menos en 250 millones de dólares al año, según un informe de esta organización.

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Vigilancia genómica

La pandemia por Covid-19 demostró que los sistemas de salud necesitan vigilancia genómica para detectar y abordar rápido los riesgos. Así surgió la Estrategia global de vigilancia genómica de patógenos con potencial pandémico y epidémico 2022-2033, un instrumento no específico para una sola amenaza de enfermedad.

La mutación viral es un evento natural y esperado que se genera durante la replicación genómica y la interacción con el huésped. La mayoría de las mutaciones no proporcionan cambios fenotípicos que impliquen alteraciones en el comportamiento o patrón de la infección; sin embargo, algunas de ellas pueden conferir una ventaja selectiva, lo cual puede afectar la evolución de una epidemia. Esta tecnología es fundamental para un rastreo oportuno de la evolución de microrganismos peligrosos.

Varios programas de salud pública, desde el ébola hasta el cólera, ya habían intensificado la vigilancia genómica para comprender mejor el patógeno a nivel molecular, pero la pandemia de Covid-19 acentuó los retos para este proceso a escala global. La secuenciación genómica aún no está al alcance de todos los países, pero se busca crear un marco para intentar unificar las capacidades existentes de manera local y fortalecer el uso de estas herramientas en todo el mundo. En América Latina, existen 26 laboratorios que contribuyen a la red internacional de vigilancia genómica.

Según datos de la OMS en 2021, el 54% de los países del mundo ya tenían la capacidad de hacer secuenciación genómica y a principios de 2022, el ritmo de inversiones generadas durante la pandemia provocó que la cifra aumentara al 68%; además de que 43% más países publicaron sus secuenciaciones en comparación con el año anterior.

Avances de biotecnología y de biología computacional en combinación con técnicas cada vez más exhaustivas y precisas, como la secuenciación del genoma completo, han creado herramientas que pueden caracterizar el código genético completo de un organismo en un proceso simplificado. De esta manera, se puede comprender mejor de qué es capaz un patógeno y qué métodos podrían funcionar para frustrarlo.

Además, nuevas herramientas de inteligencia artificial y modelado climático ya pueden informar sobre brotes con mayor eficacia. La experiencia de la pandemia dejó claro que el trabajo debe ser multilateral, pues mientras los esfuerzos no traten de unificarse, llevando más recursos a las regiones más desprotegidas, se corre el riesgo de que las áreas más poderosas económicamente sean afectadas de igual forma.

Si bien se crearon vacunas a gran velocidad y el mundo parece estar más preparado para generar respuestas más rápidas, la distribución sin equidad de estos recursos continúan siendo un problema. La pandemia de Covid-19 no ha terminado y el costo es alto: 17 millones de muertes y se calcula que para 2024, el golpe a la economía mundial podría alcanzar 12. 5 billones de dólares. Para la OMS, el 27 de diciembre se debe convertir en un recordatorio de que las futuras epidemias podrían ser más intensas y graves que los brotes anteriores, por lo que es fundamental crear conciencia, intercambiando información, herramientas científicas, educación y mejores prácticas para prevenir otro abrupto despertar de un microorganismo que amenace al mundo.