David Bowman es un científico que aparece en la saga de novelas de ciencia ficción Odisea en el espacio. Curiosamente, el nombre de este personaje ha aparecido recurrentemente en muchas publicaciones especializadas en ciencia en los últimos años; sin embargo, el nombre que hace eco es el de otro David Bowman: un hombre de carne y hueso, alejado de la ficción y trazado al crudo filo de la realidad que reclaman los nuevos tiempos. Este Bowman es especialista en Pirogeografía en la Universidad de Tasmania, Australia, y uno de los principales estudiosos de la relación contemporánea entre fuego, paisajes y humanos.

El coautor del libro Fuego en la Tierra: una introducción es líder de esta compleja área de estudios que él mismo define como “un campo interdisciplinario que busca proporcionar una comprensión sintética de la quema de paisajes, que une las dimensiones humanas, físicas y biológicas del fuego desde el pasado geológico hacia el futuro y abarcando escalas geográficas locales a globales”.

Bowman ha realizado investigaciones de campo en Australia durante los últimos 40 años y colabora con una red global de científicos del fuego, donde se intercambia información obtenida mediante un amplio espectro de técnicas, que van desde la ecología molecular o la ecología del paisaje, hasta el análisis social y la epidemiología.


 

Para Bowman, el fuego es absolutamente fundamental para la vida, pues no existe una cultura humana conocida que no lo use. “Nuestros sistemas digestivos, bocas y dientes están formados por el hecho de que nuestros antepasados ​​cocinaron con fuego, y todo tipo de vegetación en el planeta está expuesta a él en algún momento. Pero el fuego viene en muchas formas. Si bien es una fuente de vida y regeneración, también puede ser una fuente de devastación”, escribe.

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Sus investigaciones buscan mejorar la base científica de la gestión de , sobre todo en una época en donde estos fenómenos han subido de volumen en todo el mundo hasta poner en riesgo los ecosistemas que parecían más resistentes, pues a medida en que, los escenarios vinculados al fuego se vuelven cada vez más complejos y se requieren nuevas herramientas para entenderlos y tratar de contrarrestarlos.

Lucha por sobrevivir

La vegetación seca y las altas temperaturas son apenas uno de los múltiples componentes que determinan la propagación de los incendios. En un artículo publicado recientemente en la revista Science, se menciona que el comienzo muy temprano de la desencadenó fenómenos con una escala geográfica e intensidad inusual que mostró nuevos escenarios, como incendios devastadores en bosques de eucaliptos altos y húmedos, así como en zonas pantanosas, lugares que raramente suelen rendirse ante el fuego.

Pirogeografía, esta es la ciencia que estudia los incendios devastadores como los de Australia
Pirogeografía, esta es la ciencia que estudia los incendios devastadores como los de Australia

Por el momento es difícil saber con precisión el impacto ecológico que el fuego ha dejado en este país, pero por medio de aproximaciones sobre el número de especies que habitan por hectárea en las zonas devastadas, expertos de la Universidad de Sidney calculan que 480 millones de mamíferos, aves y reptiles han resultado afectados. Probablemente este último grupo haya sido uno de los más resentidos, pues se calcula que hay alrededor de 130 reptiles por hectárea en las áreas más dañadas. En el caso de los mamíferos, se calcula que viven aproximadamente 17 individuos por hectárea, sin embargo las características naturales de algunas especies, como el lento desplazamiento de los koalas, ha hecho más dramática su huída del fuego.

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Para los humanos, los peligros van desde lo evidente (como las abrasadoras llamas) hasta el sigiloso pero no menos inocuo humo. Los incendios de vegetación desprenden a la atmósfera grandes cantidades de partículas en suspensión y gases tóxicos, con inclusión de monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos. Esas mediciones son también fundamentales para los pronósticos, la investigación sobre la composición de la atmósfera y el establecimiento de sistemas de alerta.

Las lecciones

El gobierno de Nueva Gales del Sur estableció un Centro de Investigación de Gestión de Riesgos de Incendios, donde también trabaja el doctor Bowman y para quien el mayor reto no sólo se concentra en la mitigación actual del fuego, sino en estar cada vez mejor preparados para este tipo de eventos que seguirán in crescendo. En este sentido, las bases de datos sobre incendios en Nueva Gales del Sur permitirán descubrir qué se quemó realmente, con qué severidad, el vínculo con el tipo de vegetación, la clase de combustible, así como los factores climáticos y no climáticos que influyeron en los episodios.

Con herramientas como las imágenes satelitales y los escáneres infrarrojos se podrán mapear los perímetros de las áreas afectadas; mientras que análisis más detallados del terreno permitirán establecer casos de estudio para desarrollar bases de datos y comprender mejor las variables que se intercalan para determinar diferentes tipos de alerta. Es así que en este tipo de estudios confluyen muchas ramas del conocimiento, como la biología vegetal y su relación con el fuego; el impacto, consecuencias y beneficios de la quema humana; la relación del fuego con el almacenamiento de carbono y el calentamiento global, así como la quema de biomasa y su impacto en la salud humana.

Cada vez más estudiosos de estos fenómenos analizan con mayor puntualidad los detalles que desatan el fuego incontrolable. Por ejemplo, un reciente estudio de la Universidad de Massachusetts y la Universidad de Colorado-Boulder, publicado en Proceedings of the National Academy of Science, señala que los pastos invasores pueden duplicar la cantidad de incendios.

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Antes se pensaba que sólo una gramínea invasiva, la popular Bromus tectorum (espiguilla) era la principal culpable de avivar el fuego, pero después de que los investigadores realizaron un magno estudio pirogeográfico en EU analizando especies de todo el país, según la aparición, extensión y frecuencia de incendios, se identificaron no una, sino 12 especies de pastos invasores que se convierten en peligroso combustible.

Se dice que el cambio climático duplica la probabilidad de los incendios, pero las quemas ocasionadas por los humanos las triplican; para los especialistas aún es muy importante encontrar otros detalles que potencian la ecuación y en un futuro podrían determinar el ritmo de la devastación.

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