Si tuviéramos que definir los fenómenos más importantes que delinean el presente y futuro del mundo en el que vivimos, posiblemente pensaremos en el avance científico tecnológico y en el calentamiento global.

Mucho se ha hablado de cómo la cuarta revolución industrial junto con innovaciones relacionadas (impresión en 3D, realidad virtual y aumentada, internet de las cosas, inteligencia artificial, drones, entre otros) incidirán en el mercado laboral.

Al tiempo que avanzamos hacia una nueva era de ciencia y tecnología, debemos también dar pasos hacia un mundo más sustentable. Hacer más ecológicos la producción y el consumo es un imperativo del que depende la calidad de vida de esta generación y de las futuras. Al igual que los avances técnicos, girar el timón hacia economías verdes influye también en el mercado laboral pues cambiará lo que se produce, cómo se produce y por ende se modificarán las habilidades y destrezas que esos trabajadores deben desarrollar.

El cambio hacia una economía más eficiente en el uso de recursos y menos contaminante se cimienta en los sectores energético, de alimentos y de manejo de basuras. Sin duda, estos cambios implicarán la redistribución de la mano de obra entre diferentes sectores de la actividad productiva pero no solo no implican la reducción de los empleos, sino que incluso tienen el potencial de generar mayores oportunidades laborales. Según la OIT, el efecto neto en la creación de empleo de la transformación en estas tres áreas para 2030 será de 24 millones de nuevos puestos. Si bien el resultado es global superavitario, es importante diseñar políticas públicas para apoyar el flujo de empleados de unos sectores a otros y para preparar a todas las regiones del mundo a fin de que el efecto en la demanda laboral pueda ser aprovechado por todos tanto en creación de nuevas plazas y en la mejora de las condiciones de trabajo.

La transformación a energías limpias

Lo que suceda en el sector energético será clave para detener el calentamiento global. La electricidad, el transporte y los edificios producen casi la mitad de las emisiones de gases efecto invernadero.

El mundo avanza hacia el remplazo de los combustibles fósiles por energías renovables. Es creciente la generación de electricidad con métodos alternativos como el viento, el sol, la biomasa y la basura. El transporte, también altamente dependiente del sector energético, irá modificándose para usar cada vez más motores eléctricos o de batería. Los constructores desarrollan construcciones vez más eficientes en el uso y la reutilización de su energía.

Todos estos cambios sacuden la demanda laboral causando la pérdida de empleos en algunos rubros (extracción petrolera o de carbón, por ejemplo) mientras que se crean plazas en otros sectores. La OIT estima que el efecto neto sea de aumento del número de vacantes en 18 millones para el 2030 compuesto por una creación de 24 millones de plazas de trabajo en tanto que se pierden 6 millones (OIT, Greening with Jobs, 2018). Este efecto es empujado especialmente porque la producción de energías limpias es más intensiva en mano de obra.

El impacto en el empleo agrícola

El uso de suelo para el cultivo, la ganadería y el uso de fertilizantes hacen de la agricultura una de las actividades que más produce gases efecto invernadero, degrada el suelo, causa desertificación y escasez de agua, corroe la biodiversidad y contamina los recursos hídricos.

Los cambios que se implementen para hacer más sustentable la actividad agrícola deben no solo asegurar la seguridad alimentaria sino también enfrentar el reto de mejorar las condiciones laborales de quienes se emplean en el sector.

Si bien a nivel mundial el porcentaje de la población que trabaja en el campo es cada vez menor debido a la mayor productividad, en los países en desarrollo, más del 60% de los trabajadores sigue vinculado al sector. Para los países con más ingresos, el 5% de los empleos están en la agricultura (ROSER, M. Employment in Agriculture, publicado enOurWorldInData.org, 18/11/12 en https://ourworldindata.org/employment-in-agriculture). El impacto en el bienestar de los trabajadores puede ser enorme, teniendo en cuenta que la mayoría de las personas pobres que trabajan lo hacen en el campo y urge darles condiciones más dignas en cuanto a horarios, precios, acceso a servicios relacionados, efectos de los pesticidas y abonos en su salud, entre otros.

La agricultura de conservación y la agricultura orgánica son las tendencias de producción de alimentos con mayor impacto potencial en el control del calentamiento global si van acompañadas con financiamiento, inversión en infraestructura y políticas públicas. La selección de una u otra alternativa dependerá de las condiciones actuales de su mano de obra, siendo más conveniente para los países desarrollados la adopción de la agricultura orgánica (que atraería trabajadores al sector) en tanto que aquellos países con mayor agricultura de subsistencia deberían adoptar la agricultura de conservación que hace más eficiente la mano de obra y por lo tanto libera tiempo a las familias para diversificar sus ingresos.

La economía circular

La aplicación de las 4 R (reducir, reusar, reparar y reciclar) permite utilizar menos materias primas con la consecuente disminución de la demanda de empleo que será compensada con una mayor necesidad de trabajadores para los servicios de reparación y renta y para la adecuación de los bienes para reusar y reciclar. Si aumenta el 5% el reciclaje cada año, para 2030 se estima que las pérdidas de empleos por la menor explotación minera y en la manufactura se compensarán con la mayor prestación de servicios y reciclaje. El efecto neto calculado es de 6 millones de empleos adicionales para 2030 (OIT, Greening with Jobs, 2018).

El desarrollo no puede seguir concibiéndose sin una transición hacia economías más verdes. Detener el calentamiento global es una obligación inobjetable y es una oportunidad única en la humanidad para redirigir los esfuerzos en investigación, en creación de políticas, en inversión de tal manera que haya menos emisiones de carbono, más eficiencia en los recursos y, sobre todo, mayor inclusión social.

*Directora de Responsabilidad Social de UVM

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