Es increíble la cantidad de cosas que somos capaces de hacer con tal de no comer. En realidad, con tal de no subir de peso. El terror a estar o sentirnos “gord@s” nos empuja a lo indecible.

He escuchado historias de pacientes que elijen fumar o beber con tal de no comer. De hecho, hay un término, reciente pero que va cobrando fuerza, la alcoholexia, combinación de alcoholismo y anorexia, en donde los pacientes prefieren no comer con tal de poder beber sin subir de peso. Fumarse un cigarrito en lugar de comer un postre parece buena opción cuando de cuidar la línea se trata, sin duda, pero nunca será una opción si de cuidar la salud se habla.

De la misma manera, hay quienes en su lucha por no engordar, en lugar de comer menos, siguen consumiendo grandes cantidades de comida pero “light” como si esos alimentos no aportaran calorías o como si comerse cuatro barras de chocolate sin azúcar o dos litros de gelatina de dieta fuera sano (mentalmente). Sin contar que, por un lado, el que los edulcorantes no aporten calorías no quiere decir que puedan consumirse sin limite y por el otro, el que los productos digan “light” o “bajo en calorías” no quiere decir que no las aporten. Muchas veces los productos light se pueden etiquetar así por el simple hecho de haber reducido de alguna manera las calorías provenientes de ciertos ingredientes (grasa, sal, azúcar).

Me han contado también de los litros y litros de agua, café o té que consumen durante los momentos de ansiedad, hambre, estrés. Cuando se dan cuenta, han bebido tres litros de café, dos litros de agua y dos cocas light “de seiscientos”. Eso sí, no se comieron las papitas o la galleta que tanto se les antojaba.

Escribiendo esto, recuerdo una compañera de trabajo que siempre, absolutamente siempre, tenía algo en la boca. Llámese chicle, paleta, dulce, café, agua, refresco pero siempre. Nunca pude preguntarle por qué lo hacía pero hoy que lo pienso me queda clarísimo que era puritita ansiedad.

De esa ansiedad que todos sentimos y pocos manejamos. De esa ansiedad que a veces desconocemos pero que cuando menos esperamos, nos ataca de vuelta y con más fuerza. Lo que al principio dominabas con un par de pastillas de caramelo y un refresco hoy te atormenta hasta que te acabas ese trozo de pastel de chocolate a media noche.

De ahí las bulimias, las anorexias, las comilonas compulsivas. De no poder enfrentar lo que nos sucede e intentamos ocultar. De hecho, algún paciente me contó que a veces en su rutina diaria tenía un par de horas libres en las que podría ir a casa y descansar un rato o días en que trabajar desde su casa era posible pero prefería no hacerlo porque en cuanto cruzaba la puerta iba derechito a la cocina a ver qué podía picar. Empezaba con jícamas y pepinos, coca de dieta y almendras y terminaba con salchichas, pan de dulce y leche con chocolate. En media hora o cuarenta minutos había consumido una cantidad de calorías que si bien no eran infinitas, al menos no eran necesarias. Claro, a esto le seguía una sensación de culpa tal que cuando se dio cuenta de que no podía controlar la compulsión por comer decidió dejar de ir a su casa entre horas y buscaba pretextos para salirse y no volver hasta bien tarde.

Finalmente, ¿qué me dicen del ejercicio? Cuántos no hacen o hacemos ejercicio por el puro gusto de hacerlo, pero cuántos más no se desgañitan en las caminadoras y las pesas para quemar las calorías que se comen. Las que deben y las que no (o creen que no).

En fin, sea de la manera que sea, habita en cada uno de nosotros un monstruo de mil cabezas que se llama ansiedad, que se llama miedo. De hecho, ese miedo a subir de peso, a fracasar en el intento de estar delgados, a no ser como nosotros creemos que los demás quieren que seamos, a estar gordos… eso es lo que no nos atrevemos a ver pero que expresamos como ansiedad y ganas de comer, beber, fumar o cualquier vicio de los ya conocidos o los ocultos.

Ojo si te pasa, ojo si lo vives, ojo si te identificas. Finalmente, todos (o casi todos) hemos estado ahí. A lo mejor es momento de verlo, reconocerlo y comenzar a trabajarlo.

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