En la zona que transitan los migrantes centroamericanos rumbo a los Estados Unidos es frecuente encontrar a muchos de ellos pidiendo ayuda para sobrevivir y reiniciar su viaje.

Es fácil identificarlos por su acento extranjero y porque fabrican figuras de animales hechas con hojas de palma pata entregar a quien les obsequie una moneda. Sin embargo, no es raro descubrir entre ellos a muchachos mutilados, lo cual habla de los peligros a los que son sometidos al abordar el ferrocarril denominado La Bestia.

La delincuencia organizada abusa de ellos, pues los asaltos a este ferrocarril  tienen como objetivo quitarles el poco dinero que traen, o incluso, secuestrarlos para pedir rescate a sus familias en su lugar de origen.  Sin embargo, este problema se ve agravado principalmente por la indiferencia de las autoridades, que en lugar de protegerles les agrede, o con total impunidad protege a los delincuentes.

Generalmente tenemos la vista puesta sobre las historias de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y las injusticias que tienen que vivir a manos de las autoridades migratorias de ese país.

Sin embargo, somos insensibles ante la odisea que deben vivir quienes atraviesan México provenientes de Centroamérica. Exigimos respeto para nuestros migrantes en el país norteamericano, pero agredimos a quienes están en nuestro territorio.

El problema humanitario que los centroamericanos viven en México nos resta autoridad moral para exigir respeto para nuestros paisanos. No tenemos derecho a exigir lo que no estamos dispuestos a dar.

Hay impunidad ante las agresiones, pues parece haber muchas complicidades por parte de las policías municipales sin que desde el gobierno federal se investigue. El Instituto Nacional de Migración tampoco les protege y seguramente en muchas poblaciones hasta les hostiga como si fuesen delincuentes.
No hay ninguna razón para que La Bestia no viaje resguardada por militares durante todo su trayecto, e incluso vigile las poblaciones que están en esa ruta.

El trato que México da a los migrantes centroamericanos puede agravar la imagen de nuestro país en el extranjero, considerado ya como un país violento, donde periodistas, sacerdotes, activistas sociales y mucha población civil y vulnerable, está desprotegida ante la indiferencia de la clase política y en general de toda la sociedad.

Los derechos humanos de los migrantes centroamericanos son vulnerados y no hay ninguna autoridad que lo impida, lo cual puede llegar a generar un escándalo internacional que afecte aún más a nuestra imagen y con ello el flujo de inversiones hacia México, así como el turismo internacional.

Vivimos la era de las percepciones y estas determinarán la forma en que nos tratará la comunidad internacional. El tema de los migrantes centroamericanos es un gran pendiente, de muy alto significado.

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