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#SiMeMatan

05/05/2017 |09:40
Redacción El Universal
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Hace dos años, hicieron lo mismo en la Procuraduría capitalina. Ante la indignación que generaron los asesinatos de Rubén Espinosa, Nadia Vera, Mile Virginia Martín, Yesenia Quiroz y Olivia Alejandra Negrete –quienes fueron asesinadas en un departamento en la Colonia Narvarte–, la Procuraduría comenzó a filtrar “información” sobre Mile Virginia. De repente, ella se convirtió en “La Colombiana”, “prostituta”, “a la que le gustaban las fiestas” y “tenía vínculos con el narco”. El propósito era claro: aniquilar cualquier empatía que podría existir por ella (y las otras víctimas). Después de todo: ¿a quién le importan las putas que andan con narcos? ¿Quién llora por ellas? ¿Quién siente empatía por mujeres que pudieron haber prevenido sus asesinatos, sus violaciones, si solo hubieran hecho caso? ¿Si solo se hubieran comportado?

Hace dos años, el Consejo para Prevenir la Discriminación de la CDMX emitió en la que determinó que, “a raíz del flujo de información procedente de la Procuraduría”, se generó un estigma y un prejuicio hacia las víctimas –gracias, también, a que los medios replicaron acríticamente todo lo que se les filtraba–. A pesar de ello, la Procuraduría ha vuelto a hacer lo mismo. Ahora, el caso es el de Lesvy, una joven de 22 años que fue asesinada la madrugada del miércoles en la UNAM.

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La Procuraduría decidió que que había que liberar al público era que Lesvy, según “su madre y su novio”, “ya no estudiaba desde 2014 y dejó sus clases en CCH Sur, donde debía materias”, vivía con su novio y, el día de los hechos, “la pareja se reunió con varios amigos en [la UNAM], donde estuvieron alcoholizándose y drogándose”. Varias notas replicaron esta idea sobre sus supuestos “problemas de alcoholismo”.

¿Por qué es relevante si ella terminó o no la escuela? ¿De qué manera impacta su asesinato? ¿Acaso las personas que no terminan la escuela merecen morir? ¿Acaso las personas que no concluyen sus estudios… qué? ¿Por qué importa si estuvo consumiendo alcohol y drogas? ¿Acaso las personas que consumen ciertas sustancias merecen morir? ¿Provocan a sus asesinos? ¿Por qué este es un dato que importa?

Parte crucial de la labor de las autoridades que investigan delitos es la de determinar cuál es la información relevante para dilucidar los hechos de un caso. No toda información es valiosa. No toda información sirve para estos propósitos. Más aún: hay información que daña. Hay información cuyo único propósito es generar antipatía y despertar nuestros prejuicios. El derecho penal, después de todo, no opera en el vacío, sino en una sociedad que tiene sus propios valores y prejuicios. Una sociedad que determina cuáles son las víctimas que importan y cuáles no. Cuáles son las víctimas que se lo buscaron y cuáles, en cambio, sí merecen nuestra compasión.

Lo esperanzador es que, en este caso, se ha desatado una crítica hacia la actuación de la Procuraduría. Con , cientos (ya deben ser miles) de mujeres han ironizado sobre lo que dirían de ellas, si, al momento de sus asesinatos, persiste la actitud revictimizante de la Procuraduría. #SiMeMatan –afirman los mensajes– van a decir que era lesbiana, que andaba tatuada, que no pagaba mis impuestos, que nunca acabé mi tesis, que me encantaba tomar, que me fascinaba coger, que era una madre soltera, que era trans, que era bisexual, que era inestable, que era rebelde, que… Que era humana, básicamente. Que había vivido, básicamente. Qué crimen.

María José E.H., una de las mujeres que están detrás del hashtag, afirmó en una entrevista para Buzzfeed: “Quiero que los medios y las autoridades sepan que no nos interesa revictimizar a Lesby, que les vamos a exigir información relevante y resultados. Que ninguna mujer es perfecta pero que todas merecemos justicia y seguridad". El mensaje es contundente: esta ya no es la sociedad que ustedes creían. Esta ya no es una sociedad que va a tolerar esta clase de revictimización. Esta ya no es una sociedad que va a excusar la impunidad.

El Procurador de la Ciudad ya se pronunció al respecto. Le imputa al área de Comunicación Social de la Procuraduría por los mensajes, calificándolos de “” y “contrarios a protocolos y principios” de la institución. Instruyó que se “retiren de inmediato de las redes”.  Y : “jamás, la conducta, la vida privada o la condición social de una víctima afectará una investigación.”

Dado que desde hace dos años ya contaban con una resolución del Copred sobre un caso similar (por no hacer referencia a todo lo que supuestamente ha hecho el gobierno de la Ciudad de México en el último año para combatir la violencia que viven las mujeres), no puedo más que sospechar de la Procuraduría. Qué bien que se pidan disculpas. Pero lo que más me interesa saber es: ¿cómo garantizan que esta será la última vez?

P.D. 1.

Sugiero este video de AJ+ sobre la culpabilización de las víctimas de feminicidios que sigue ocurriendo en muchos países de América Latina (y en otras latitudes, de seguro).

P.D. 2.

La tendencia a culpar a las víctimas la vemos en los feminicidios. En todos. No solo en los de las mujeres “revoltosas”, “que salen de noche”, “viajan solas” o “usan minifalda”. Pienso en las mujeres que son asesinadas por sus parejas. Nunca falta quien diga: “¿es que por qué nunca lo dejó? Era masoquista.” Esta tendencia la vemos, también, en los crímenes sexuales (“si andaban de fiesta”, “si se estaban besando”, “si tiene muchas parejas”, “si ella mandó la fotografía”…). La vemos en los asesinatos de personas LGBTTTI (¿se andaban besando en público? ¿pues qué esperaba si era un “hombre vestido de mujer”?). La vemos en el discurso que se utiliza para justificar la “Guerra contra las Drogas”. Qué casualidad que siempre son “delincuentes” los que se aniquilan, ¿no? “Criminales”. ¿Quién tiene simpatía por ellos? Lo vimos en Ayotzinapa: ellos eran “los revoltosos”, “los que andaban robando camiones”. La pregunta, en todos los casos, es la misma: ¿qué tenemos que hacer para que estas narrativas sociales –que terminan por validar políticas públicas y estrategias gubernamentales– cambien?