La última vez que toqué el tema de recesión global fue en octubre, descartándola. Hoy, ocho meses después, es más probable porque la expansión estadounidense continúa, pero ya comienzan a verse signos de agotamiento, en Estados Unidos Europa y China.

Estos incluyen los índices de gerentes de compras en la industria manufacturera, así como las estimaciones actualizadas de las utilidades de empresas en la bolsa estadounidense (el índice Standard and Poor’s de 500 empresas).

Según este último, apenas en enero pasado las utilidades del índice estimadas por los analistas en la muestra de Bloomberg eran de 170.2 dólares para 2019 y 188.4 en 2020. Hoy la estimación es de 166.8 para 2019 y 184.8 para 2020.

Más que las cifras, lo importante es que las expectativas de una recuperación en la actividad económica para el segundo semestre de 2019 no se cumplen. No hay nada peor para la inversión que buenas expectativas que no se cumplen.

En el debilitamiento estadounidense es difícil distinguir cuánto se debe al agotamiento de su propio ciclo de expansión, el cual ha durado 41 trimestres, el más largo en la historia de ciclos estadounidenses. Según el análisis de ciclos, los inversionistas esperan que pronto pase a su siguiente etapa, la desaceleración; y luego la recesión.

Gran parte de la desaceleración que ya se advierte en Estados Unidos está influida por la falta de crecimiento en la zona euro y la reaparición de tensiones entre las políticas que necesitan aplicar varios países para mantener su recuperación y las que pueden aplicar según los límites de déficit fiscal que fija la Comunidad Europea, en Bruselas.

Así, Francia será el nuevo miembro que no podrá cumplir con este límite, al tener el gobierno que cumplir con las promesas de gasto que hizo para contener el movimiento de los “chalecos amarillos”. Italia tampoco puede cumplir. En Grecia., el gobierno de Syriza, electo por abrumador apoyo popular en 2015, con el mandato de oponerse a las restricciones ordenadas por Bruselas, finalmente se sometió a ellas y ahora está en segundo lugar en las encuestas para la próxima elección en julio.

También contribuye que el presidente del Banco Central Europeo termina su mandato este año y que los países financieramente más fuertes buscarán tener un candidato más ortodoxo que el actual, Mario Draghi, lo que debilita su potencial de crecer.

Estados Unidos se aisló en lo posible de este letargo europeo. Pero, al final de cuentas, su desaceleración en 2019 y parte de 2020 es más probable hoy. No podemos, sin embargo, aún descontar que lo que siga sea una recesión.

La herramienta aún disponible en Estados Unidos para evitarla es la reducción de tasas de interés por el Banco de la Reserva Federal. El puro anuncio de que estaría listo para hacer eso, por parte de su presidente y de varios subgobernadores, mejoró todos los índices y levantó el de la Bolsa la semana pasada.

Eso hizo desplomar la tasa de rendimiento del bono del tesoro estadounidense a diez años a tan sólo 2.15%, cuando había estado hace semanas cerca de 3%. La reducción cambió repentinamente las preferencias de los grandes inversionistas por ciertos bonos de países emergentes que pagan altas tasas de interés, incluyendo México. Y en menos de 48 horas eliminó la depreciación de sus monedas por el aumento de flujos de inversión en valores.

Sí es prudente anticipar una desaceleración en nuestro vecino del norte, con todas sus consecuencias. Pero también es lógico esperar que el Fed reduzca sus tasas de interés y con eso debilite al dólar y fortalezca las monedas de países emergentes.

Analista económico. rograo@gmail.com

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