Sin estar al borde de otra gran crisis como la de 2008, las economías avanzadas están despertando al hecho de que sigue habiendo grandes fisuras, sobre todo en países que no lograron redireccionar sus economías como era necesario que lo hicieran o, bien, que pensaron que no era necesario hacerlo.
Entre las primeras está China, que no logró limpiar sus altas carteras de deuda vencida o, siquiera, abstenerse de aumentar más el crédito a empresas estatales que daban empleo, pero perdían dinero. China hoy requiere 2/3 más crédito para obtener el mismo producto que a principios de la década de los 2000s.
Entre las segundas está la zona euro, donde es notable que son ahora las economías más fuertes y no las periféricas las que causan preocupación. Como sabemos, este grupo de países unidos por una moneda (el euro) puso como prioridad mantener la misma moneda entre 19 países.
Con esto restó la posibilidad de ajustes cambiarios, por ejemplo, entre Grecia y Alemania, a pesar de que los precios alemanes eran más competitivos. Cuando sobrevino la crisis, la periferia tenía grandes déficits comerciales contra los países fuertes. Como no pudieron hacer ajustes cambiarios entre sí, tuvieron que recurrir a recortar sus niveles de vida, para, sólo así, reducir sus déficits externos.
La zona euro se quedó, sin embargo, sin motores de crecimiento y con enormes carteras de créditos vencidos. Como la preservación del euro impedía utilizar el gasto público deficitario para estimular la actividad y la recuperación, el Banco Central Europeo (BCE) sólo dispuso de la tasa de interés y la política monetaria para evitar un desplome mayor.
Esa es la situación de origen. A pesar de que durante varios años la intervención cada vez más dramática del BCE mantuvo las economías a flote, combinada con el crecimiento en China y en Estados Unidos, un nuevo capítulo de esta crisis no resuelta ya está a la vista.
Las tasas negativas de interés para depósitos, incluso para hipotecas (por ejemplo, en Dinamarca), muestran que los bancos de la zona, ya enfermos como están, no pueden ser rentables, como tampoco pueden ganar dinero suficiente para cubrir sus obligaciones las compañías de seguros y los fondos de pensiones. Y aun los bonos emitidos por empresas hoy registran rendimientos negativos, o, quien los compra, cobraría menos dinero si vende el bono de nuevo.
La tasa actual del BCE para depósito de excesos de reservas bancarias (encima de los porcentajes obligatorios) es -0.4% anualmente y ya anunció que la reduciría aun más, si la actividad se sigue debilitando.
Lo dramático de esto es que el Banco espera seguir haciendo lo mismo que ha hecho desde 2014 sin que con ello haya logrado cambiar la situación fundamental de esas economías. Pues, si hay debilidad económica y las expectativas son pesimistas, ninguna tasa por más baja que sea hará que las empresas inviertan más.
Ya sólo falta lo importante, que es admitir que la política monetaria ya agotó su poder. Decir esto, sin embargo, sin ofrecer otra salida, es imposible, pero no impide que el mercado ya lo sepa.
No hay que sorprenderse, por lo tanto, con el aumento acelerado del precio del oro y el surgimiento de monedas digitales. Tampoco debería haber sorpresa sobre la frustración de los estadounidenses con políticas monetarias como la europea que resultará en un debilitamiento del euro frente al dólar, cuando Alemania, por ejemplo, tiene un superávit de cuenta corriente externa de 8% del PIB.
Y tampoco debería sorprender que la zona euro está causando contagio de deflación al resto del mundo.
Analista económico.
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