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Primer acto. Es una tarde cualquiera en un centro comercial de la ciudad de México. Son las tres en punto y los empleados de las oficinas cercanas comienzan a llegar en busca de su alimento del día. Hay más de 15 establecimientos que ofrecen diferentes tipos de comida. En algunos hay china, mexicana o japonesa, pero la mayoría están destinados al fast food o comida rápida. Hay sólo dos locales que ofrecen opciones saludables. Uno de ellos vende ensaladas, a 70 pesos la más económica. Por un precio menor, a un costado puedes adquirir una hamburguesa con papas fritas y refresco.

Escoger entre una diminuta y costosa ensalada o un delicioso, accesible y llenador combo de calorías se reduce, para la mayoría, en elegir entre subir, o no, unos kilos de más. Pura cuestión de vanidad: entrar o no en el vestido del aparador. Esa mayoría ignora que en realidad podría ser una elección entre un estilo de vida saludable y otro que le lleve a la muerte. Hace falta conocer la historia de la obesidad en México para saber que no es una sentencia exagerada.

Un problema de peso

La obesidad es la responsable directa de muchos de los padecimientos más mortales de México. Cuando un paciente presenta obesidad y luego alguna enfermedad derivada de ello, la medicina llama comorbilidad a esa dolencia que aparece después. Un análisis realizado por EL UNIVERSAL, con base en un cruce de datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Inegi, arroja que la comorbilidad por obesidad termina con la vida de 28% de los mexicanos al año; es decir, más de 170 mil personas.

En México, cuatro de las cinco principales causas de muerte son, en un alto porcentaje, comorbilidad de la obesidad. Las enfermedades del corazón acaban con la vida de 113 mil 240 mexicanos al año, y 50% de ellos padece obesidad.

La segunda causa de muerte es la diabetes, por la cual mueren 87 mil 245 mexicanos, de los cuales 80% padece obesidad. En el caso de los tumores malignos, por los que fallecen 73 mil 426 personas, 41% son obesos; y, finalmente, en el caso de quienes mueren por la enfermedad del hígado graso [34 mil 156 al año], 36% tiene sobrepeso.

“Tarde o temprano 100% de los obesos presentará alguna comorbilidad mortal”, coinciden expertos. El doctor Michel Barrios, especialista en nutrición clínica y bariatría del Hospital Español, explica que hasta hace poco la obesidad se veía de una forma muy diferente. “Hace menos de 10 años se la consideraba sólo como un factor de riesgo, como algo que podía aumentar tus posibilidades de desarrollar una enfermedad degenerativa, pero no como una causa directa. Hoy se sabe que por sí misma reduce tanto la calidad como la esperanza de vida de las personas. Los efectos que tiene el exceso de grasa en el organismo siempre derivan en alguna complicación de tipo cardiaca, problemas de insulina o de hígado graso. Sólo es cuestión de ver qué órgano o sistema se rinde primero”, señala.

La doctora Loredana Tavano, coordinadora de la especialidad en Obesidad y Comorbilidades de la Universidad Iberoamericana, explica los efectos del exceso de grasa corporal: “Cuando hay gran cantidad de tejido adiposo, el cuerpo se comporta de manera distinta. El aumento en el volumen corporal hace que el corazón trabaje más para bombear sangre a los rincones más alejados, lo que a la larga deriva en cardiopatías. Esa misma grasa se acumula en venas y arterias, lo que termina en un infarto o derrame cerebral. Las personas obesas también acumulan exceso de azúcar, lo que se convertirá en una diabetes, y la sobrecarga de trabajo que realiza el hígado para metabolizar la grasa de más terminará en una enfermedad del hígado graso”.

La especialista también señala: “Antes las afectaciones de la presión arterial, la diabetes, los infartos, eran enfermedades asociadas a la vejez, ahora las vemos en personas de 30 o 40 años y, peor aun, en menores de 15. La única responsable de esta situación es la obesidad”.

Según los especialistas, más de 90% de los pacientes buscan atender su sobrepeso hasta que hay una complicación.

La tipificación de la obesidad como una enfermedad no es algo nuevo. La OMS la clasificó así desde hace más de 30 años y la definió como una acumulación anormal o excesiva de grasa. Puede no parecer grave, pero lo es, y las consecuencias son múltiples y catastróficas. También son silenciosas. Pueden pasar años, y decenas de kilos para que aparezca una complicación grave.

Segundo acto

Es la hora de salida en los colegios. Podría ser cualquier escuela. La escena se repite: niños que corren a los brazos de sus madres. Banquetas saturadas con 10 o hasta 15 puestos de comida chatarra. Oferta variada: paletas cubiertas de chocolate y chispas, chicharrones y papas con salsa Valentina, elotes con mayonesa y queso, gomitas, refrescos, donas. No hay un solo niño que no lleve un dulce en la mano. La más saludable come un mango con chamoy, mientras una madre le da a su pequeño, quizá sin saberlo, más de ocho cucharadas de azúcar en 500 mililitros de jugo industrializado sabor mango.

La doctora Tavano llamaría a esto un ambiente obesogénico; es decir, la disponibilidad de productos con alto contenido calórico que existe en un determinado contexto social, así como la acumulación de factores económicos y sociales que contribuyen a la obesidad.

Un estudio publicado en la revista del IMSS asegura que en México es más accesible un alimento con mayor efecto obesogénico que uno saludable. Los mexicanos se mueven en un ambiente en el que la comida rápida ha disminuido los precios y encarecido hasta en 200% lo relativo a carnes, frutas y verduras. Ser delgado y sano es cada vez más costoso.

Así, México es el país con el ambiente obesogénico por excelencia: consumidor número uno de refresco, 40% más que EU; el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos con más horas laborales [supera las 10 al día] en trabajos principalmente sedentarios; el país en que los niños ven más televisión, con un promedio de cuatro horas y media al día. Un país donde 56.4% de la población no realiza actividad física, de acuerdo con una encuesta del Inegi de 2014, y donde 40% de los anuncios que ven los niños en televisión están relacionados con alimentos que favorecen la gordura, según cifras del Instituto Politécnico Nacional (IPN).

Tercer acto

Un domingo cualquiera la familia Jiménez se sienta a comer frente al televisor. Han comprado una pizza grande con orilla de queso y varios refrescos de dos litros. Cuando están sirviendo, una de las tías dice que no le den refresco a su hija, que ella beberá agua. La niña se enoja, quiere lo mismo que sus primos. Su mamá le recuerda que ya ha comido una paleta de chocolate ese día: “No más azúcar por hoy”. Los otros miembros alegan. “No exageres, no pasa nada”, le dice su robusto hermano.

La obesidad es mucho más que un simple padecimiento. Se trata de una epidemia mundial que cobra la vida de 2.6 millones de personas al año, de acuerdo con la OMS.
En México, más de 85 millones de personas caminan por las calles con problemas de sobrepeso u obesidad. De éstas, 70% son adultos y 30% niños de entre cinco y 11 años, como indican cifras del Instituto Nacional de Salud Pública. Tan sólo el año pasado, de enero a noviembre, se diagnosticaron 323 mil 110 casos nuevos; 40% de los pacientes diagnosticados tenían entre 25 y 44 años, aunque lo más alarmante fueron los 35 mil 157 nuevos casos entre niños de uno a 14 años.

Una de las consecuencias más graves de la gordura es que resta a quienes la padecen un aproximado de 20 años de vida sana. Si alguien tiene 25 años y un Índice de Masa Corporal (IMC) de 30 es probable que antes de los 45 sea diagnosticado con diabetes o algún mal cardiovascular, de acuerdo con un estudio de la revista médica The Lancet.

A pesar de ser el país más obeso del mundo, paradójicamente en México existen muy pocas personas realmente capacitadas para atender el problema. De acuerdo con cifras del Inegi, en el país sólo hay un promedio de 2.4 nutriologos por cada mil habitantes.

Mientras México engorda, el presupuesto destinado a salud se adelgaza. Cifras de la Subsecretaría de Integración y Desarrollo del sector Salud indican que la obesidad le cuesta al país 67 mil millones de pesos, y se estima que para 2017 esa cifra llegue a 202 mil millones de pesos. El estudio Kilos de más, pesos de menos reveló que para una persona es 21 veces más barato cambiar de hábitos que tratar una complicación de la obesidad.

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