La gran lección de la pasada elección del 7 de junio es que los ciudadanos están verdaderamente hartos de la corrupción y de los políticos de siempre. Hay un malestar generalizado por la forma en que ha funcionado nuestra democracia. No podemos ignorar este mensaje. Con la intensa participación que ahora incluye a los candidatos independientes, los partidos políticos debemos renovarnos a fondo o dejaremos de ser útiles a México.

Aspiro a ser presidente del PAN y tengo un proyecto claro para que el partido sea fresco, moderno y con visión de futuro.

Para ello es necesaria una profunda regeneración. Regeneración que es tarea, oportunidad y deber de mi generación.

El fundador del PAN, Manuel Gómez Morin, perteneció a la generación de 1915, y escribió a los 29 años un lúcido ensayo con ese título: “1915”. Ahí hizo un llamado al reconocimiento y a la acción. A reconocerse parte de una generación y actuar y transformar la realidad.

Hoy, a 100 años de distancia, es hora de volvernos a reconocer y de decidirnos a actuar. En 1915, México tenía 12 millones de habitantes —la población actual del Estado de México—; la mayoría vivía en zonas rurales y siete de cada 10 mexicanos eran analfabetos. La generación de 1915 entendió su realidad y se dedicó a construir instituciones perdurables que le dieran forma y sentido a la convivencia nacional. Manuel Gómez Morin participó en la creación del Banco de México, del Banco Nacional de Crédito Agrícola, logró la total autonomía de la UNAM cuando fue su rector y fundó, en 1939, el Partido Acción Nacional.

A nuestra generación de 2015 corresponde hacer lo mismo: entender lo que pasa en México y en el mundo, y actuar en consecuencia. No hay peor ciego que el que no quiere ver. El diagnóstico es claro. Debemos lograr la regeneración de la política. Regeneración como antídoto y como antónimo de la corrupción.

El hartazgo de la política y de la corrupción de los políticos no es exclusivo de México. En todo el mundo hay partidos, de los más diversos signos, críticos con el orden establecido y que han propuesto una regeneración de la política. Los casos quizá más cercanos son la izquierda de Podemos y el centro derecha de Ciudadanos en España. Desde nuestro perfil ideológico humanista, con principios y valores, los panistas debemos encabezar esa regeneración, y seguir siendo un partido útil al país.

Me resisto a pensar en la tragedia que sería para México que en 2018 hubiera sólo dos alternativas políticas: por un lado el statu quo del PRI corrupto y corruptor, que representa una mediocre estabilidad, y por el otro lado un populismo autoritario y disruptivo, que nos lleve a un escenario como el de Venezuela.

México necesita al PAN de ciudadanos que entendieron su deber como generación y actuaron para construir instituciones útiles a la democracia. México necesita al PAN, pero regenerado, capaz de ser alternativa de renovación responsable que el momento exige.

Un PAN regenerado implica el combate frontal a la corrupción, y exige también la consolidación de la unidad del Partido, sin rencores ni resentimientos. Y lo más importante: un PAN regenerado entraña la recuperación de la dimensión ciudadana. La agenda ciudadana debe ser la agenda del PAN. Y de la fuerza ciudadana tenemos que extraer la fuerza para ser una auténtica oposición valiente, que vigile y combata graves desviaciones del gobierno.

Los cambios profundos nunca han sido fáciles. Estoy listo para emprender el reto, para asumir, con esperanza en un futuro mejor, la profunda regeneración que el PAN necesita para servir a México. Por eso y para eso aspiro a ser presidente del PAN. Tengo confianza en un futuro mejor porque, como decía Efraín González Luna: “Cuando la esperanza se vuelve invencible, la victoria final está asegurada”.

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