El político del Partido Republicano es un candidato cuya biografía han necesitado reescribir los analistas más de una vez en esta campaña. Este ex primer ministro a las órdenes de Nicolas Sarkozy (2007-2012) arrasó en las primarias de la derecha con una imagen de hombre austero y tradicionalista, pero una sucesión de escándalos de corrupción destruyó ese halo.

De favorito a la presidencia gracias a su discurso sobre la importancia del trabajo duro, Fillon (1954) ha pasado a ser figura de escarnio y representante de los vicios políticos. En el llamado “caso Fillon” hay ya tres imputados. Él mismo, su mujer y otro parlamentario: los tres son sospechosos de organizar una rueda de empleos ficticios para que la esposa, Penelope Fillon, cobrase grandes cantidades de dinero público sin trabajar.

Los franceses se han sentido dolidos no tanto por las acusaciones contra Fillon como por su actitud ante ellas. “¿Y qué?” (“et alors?”) es lo que respondió el político cuando se descubrió que un sospechoso benefactor empresarial le regaló el mes pasado trajes por 13 mil euros.

Aun así, nadie lo da por muerto. En las encuestas oscila entre el tercer y el cuarto puesto, pero las diferencias son muy estrechas y sus partidarios sostienen que muchos votantes no se atreven a decir que él es su favorito. La historia puede volver a escribirse si Macron fracasa y Fillon pasa a la segunda ronda contra Le Pen o Mélenchon. En ese caso, el conservador cuenta con que los franceses tendrían que darle su voto para evitar un presidente de extrema derecha o extrema izquierda.

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