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La nueva diplomacia cubana

El papel de la isla se debate entre la tolerancia y la intolerancia al albergar negociaciones internacionales, pero su apertura contrasta con el rechazo del régimen comunista a dialogar con los opositores internos

Cuba en Washington por primera vez en 54 años (REUTERS)
21/02/2016 |03:40José Meléndez, corresponsal |
Redacción El Universal
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Con una mescolanza de tolerancia con intolerancia, la diplomacia política de Cuba parece un ejercicio a dos manos para que la derecha nunca se entere de lo que hace la izquierda y viceversa.

¿Candil en la calle y oscuridad en la casa? En el flanco de la luz, el régimen cubano abrió sus puertas en 2012 para que dos bandos —las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Estado colombiano— enfrentados a balazos en una sangrienta guerra civil que suma más de 52 años, negocien en la isla sobre sus diferencias y en 2016 es inminente que firmen la paz.

Además, autorizó que los jerarcas de dos Iglesias —el patriarca Kirill (Cirilo), de la ortodoxa rusa, y el papa Francisco, de la católica romana— distanciadas desde hace casi un milenio, se sentaran el 12 de febrero pasado en Cuba a dialogar de sus problemas. Al término del encuentro, el Pontífice aseguró, con sencillez y directamente, pero con picardía política, que de continuar ese camino, Cuba podría convertirse en la “capital de la unidad”.

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Pero en el costado de las sombras, la duda persiste. ¿Por qué esa revolución instalada en 1959, sometida al control omnipresente del Partido Comunista de Cuba (PCC) y tolerante y abierta hacia afuera, es intolerante y cerrada hacia adentro y rechaza que un cubano que piensa y opina distinto al sistema marxista-leninista de gobierno, se exprese libremente y pueda negociar o dialogar con ese aparato político para zanjar sus líos?

¿Por qué es posible que los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Cuba, Raúl Castro, máximas autoridades de gobiernos enemistados desde poco después del triunfo de la revolución, se hayan reunido dos veces y conversado en diversas ocasiones por teléfono en 2015 y se apresten a encontrarse en marzo próximo en La Habana?

Algunas respuestas pueden encontrarse en un famoso clamor lanzado por el fallecido papa Juan Pablo II al arribar a La Habana en enero de 1997: “¡Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba!”. ¿Le faltó a Juan Pablo II pedir que Cuba se abra a los cubanos?

Abel Prieto, asesor del presidente Castro y ministro de Cultura de Cuba de 1997 a 2012, encabezó en abril de 2015 a una serie de organizaciones de la isla que, cobijadas por el régimen pero con rostro de independencia o autonomía, asistieron a Panamá a la cita de la sociedad civil continental paralela a la VII Cumbre de las Américas.

En un acto que irritó al régimen, Panamá invitó a individuos y grupos de la disidencia u oposición cubana a ese encuentro y los reconoció como parte de la sociedad civil de la isla. Prieto y los emisarios oficialistas estatales se negaron a compartir mesas de debates con los disidentes y rechazaron ocupar los puestos que se les asignaron.

Apertura internacional

Pero Obama y Castro sí se reunieron en Panamá, por primera vez y 59 años después de la más reciente entrevista de presidentes de ambas naciones. Los gobernantes dieron continuidad a la normalización de nexos bilaterales, lanzada en diciembre de 2014 luego de más de 54 años de pleitos y de 18 meses de negociaciones secretas con mediación del papa Francisco y que llevó en julio de 2015 a pactar la reanudación de lazos diplomáticos, rotos unilateralmente por EU en 1961. La reapertura de embajadas se logró en julio y agosto pasados, en hechos de trascendental impacto interamericano y mundial.

Para consolidar sus contactos, Obama visitará a Castro el mes entrante, y él sí se reunirá con los disidentes cubanos.

Aparte de la negociación con EU, Castro se ha anotado una serie victorias diplomáticas, como la decisión de EU adoptada en 2015 de sacar a Cuba de la lista de países terroristas.

En septiembre de 2015, tras recibir al papa Francisco en Cuba, hizo su primer viaje como gobernante a EU al trasladarse a la sede de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York, donde volvió a entrevistarse con su homólogo estadounidense. En febrero de este año, Castro viajó a París para ser recibido por el presidente de Francia, François Hollande, de quien fue anfitrión en la isla en mayo de 2015.

Con la Unión Europea, Francia “va a acompañar a Cuba” en el proceso con Washington, prometió Hollande a Castro en La Habana. Cuba tendrá en Francia a un “aliado fiel”, le garantizó.

En la cita en Panamá, Castro alabó a Obama por su valentía para impulsar el levantamiento del bloqueo económico que EU impuso a Cuba en 1962 y que es un —o el— factor clave para La Habana en sus negociaciones con la Casa Blanca. Derribar el embargo y otros muros que persisten entre los dos países; la exigencia cubana de que le sean devueltos los terrenos ocupados por una base militar de EU desde 1903, y a perpetuidad, en Guantánamo, oriente de la isla, son tareas pendientes pero vitales en la estrategia cubana frente a la dureza de su vecino del norte del Estrecho de Florida.

Diferencias irreconciliables

En marzo de 2012, al recibir al papa Benedicto XVI, Cuba aclaró que aunque aceptó reformar, abrir y actualizar su aparato económico de dominio estatal, para que los cubanos tengan empresas privadas, jamás habrá reforma y apertura política y que el sistema seguirá regido por el PCC, sin multipartidismo.

Aunque el deshielo con EU precipitó hechos históricos en 2015 y 2016, con pactos bilaterales impensables hace 15 meses en variados rubros y sin que Washington derogue el bloqueo, un diálogo revolución-disidencia parece todavía un punto lejano de la ruta.

“Toda construcción de un sistema político requiere del diálogo entre todos los actores, políticos y sociales. Es absolutamente imprescindible”, dijo el uruguayo Luis Almagro, secretario general de la OEA, a este diario.

Consultado por este periódico, el peruano Diego García-Sayán, ex presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, alegó que una sociedad como la cubana, que exhibe cómo se abre al comercio y la inversión del exterior, “a la corta o a la larga acaba flexibilizando sus estándares internos en materia democrática e institucional”.

“Es un momento muy importante en el que hay que acompañar ese proceso, sin dejar de hacer críticas”, añadió, al precisar que los casos registrados en Cuba con Francisco y Cirilo y con los colombianos son “paralelos”. “Un país puede cumplir una función importante en el escenario internacional, como la que está cumpliendo Cuba. Pero los procesos no necesariamente son unilineales, homogéneos y simultáneos”, subrayó.

La eventual muerte de Fidel Castro, de 89 años y líder histórico de la revolución, podría marcar el fin del cierre en Cuba a la disidencia, destacó el costarricense Francisco Barahona, catedrático universitario y especialista en derechos humanos y política internacional, para quien otros factores que pueden incidir a este respecto son “las presiones del Papa, de Washington y del resto de América Latina, que ya no está unida alrededor de Cuba”.

“Eso es un cambio geopolítico importante. Hace un año y medio o dos años, había un monolitismo de América Latina a favor de Cuba que no se tiene [por el deshielo con EU]. Por eso no se criticaban los excesos en Cuba [contra la oposición]. Todo eso tiene que dinamizar a una oposición interna”, dijo Barahona a EL UNIVERSAL.

Para el jurista español Baltasar Garzón, ex magistrado de la Audiencia Nacional de España, “antes o después” se va a producir ese encuentro revolución-disidencia. En una plática con este diario, puntualizó: “Estoy en favor de la posibilidad de ese encuentro: es mejor sumar”.