Además de la guerra comercial con varios países, Donald Trump ha desatado una guerra de nervios respecto a la continuidad o eliminación del TLCAN, pues tras una larga negociación para firmar un TLCAN 2.0, amenaza con abandonarlo y buscar dos acuerdos bilaterales separados con Canadá y México. Sostenemos que, con y sin TLCAN, Canadá y México debieran forjar una alianza a largo plazo, sobre todo para enfrentar los graves problemas del cambio climático, que nos ha traído una dependencia creciente de los hidrocarburos. Sin falsos nacionalismos, requerimos acentuar el crecimiento hacia adentro, con economías más amigables con el medio ambiente para construir desde ya un futuro bajo en carbono.

El TLCAN 1 se negoció en beneficio de las grandes compañías petroleras y aunque México contó entonces con una importante excepción mantuvo una orientación exportadora a EU que depredó las reservas petroleras mexicanas. Con el TLCAN 2.0, Trump intenta encadenar la reforma energética de Enrique Peña Nieto, hacerla “irreversible” ahora para explotar los yacimientos de gas shale en el Norte de y en el Golfo de México. Como antes ignorándolo, ahora para negar el cambio climático nos quieren deslumbrar con la ilusión de “fabulosos negocios” privados con los hidrocarburos, convencionales y no convencionales.

En toda América del Norte poca gente sabe que en el TLCAN 1 hay una “regla de proporcionalidad” que obliga a Canadá a exportar a EU tres cuartas partes de su producción petrolera y más de la mitad de la de gas natural. Esa regla encadena a largo plazo la explotación de las arenas bituminosas y las técnicas de “fracturación”, las formas más agresivas de contaminación con gases de efecto invernadero. Por eso Canadá debe abandonar esa regla y cumplir cabalmente sus compromisos con el Acuerdo de París.

Para México, el TLCAN alentó la dependencia de los combustibles fósiles y hoy nos tiene atados al gas natural, que no sólo es gran emisor de contaminantes, sino que ha hecho que la mitad de la electricidad del país se genere con gas natural, bloqueando el desarrollo de la solar e impulsando la privatización de la eólica. El auge de las exportaciones de gas natural de EU a México impulsó la fracturación hidráulica en EU, la expansión de gasoductos transfronterizos, además de incentivar la desregulación del petróleo y el gas en el sector energético mexicano. Con el TLCAN 2.0, el sector estatal de México podría ver multiplicadas las demandas en contra mediante el mecanismo de resolución de disputas inversionistas-Estado, que permite a las corporaciones combatir restricciones estatales basadas en criterios ambientales, como sería prohibir el fracking alegando escasez de agua. Peor aún: la firma del TLCAN 2.0 puede llevar a que México frene o elimine sus incipientes políticas de cambio climático.

En síntesis, de cara a posibles transiciones político-electorales, es pertinente recordar que los huracanes inundando Houston o colapsando el sistema eléctrico en Puerto Rico, los devastadores incendios en California y la Columbia Británica, las sequías en Saskatechwan, Oaxaca y la Ciudad de México, sólo recuerdan la urgencia de transitar a economías limpias.

Laxer es fundador y ex director del “Parkland
Institute” de la Universidad de Alberta
en Canada, y Álvarez es miembro del Centro
de Análisis de Coyuntura Económica Política
y Social. caceps@gmail.com

Google News

Noticias según tus intereses