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Juchitán

En el Istmo de Tehuantepec, en el sur de Oaxaca, existen varios sitios sagrados de peregrinación, pero destaca uno por ser el último que se conserva dedicado a un animal totémico y sagrado para los zapotecas: Gue’la’ Be’ñe , la Casa del Lagarto, santuario que con el tiempo fue tragado por un parque eólico.

El punto sagrado, Santa Cruz Gue’la Be’ñe, se ubica a 10 kilómetros al oriente de Juchitán, cerca del estero Guie’ (estero de piedra) y la Laguna Superior; en la actualidad se tiene que atravesar el parque eólico Bii Hioxo para acceder a él.

Ta [señor] Ricardo está sentado, recarga su cansado cuerpo sobre un bastón, mientras es cobijado por un frondoso árbol. Detrás de él hay un estrecho, verdoso y pantanoso río, que él conoce desde niño como Guigu Gue’la be’ñe’ (el río del lagarto). Frente a él hay una capilla que resguarda tres cruces verdes de madera cubiertas de flores, es la casa de la Santa Cruz Gue’la Be’ñe, la casa del lagarto.

Ricardo Sánchez Santiago tiene 77 años y sus recuerdos lo sitúan de niño en el lugar, con sus padres y en peregrinación montado en carreta.

“Las cosas han cambiado por aquí. Cuando era niño el camino eran veredas; hoy ya está con cemento, piedras y aerogeneradores. El lugar se lo tragó el parque eólico, pero se puede aún llegar: la fe de los juchitecos lo mantiene con vida”, comenta este anciano campesino de Juchitán.

Y efectivamente, para llegar hasta el sitio sagrado los peregrinos deben atravesar el parque eólico que se encuentra cercado. En días normales sólo pueden acceder los dueños de los ranchos y trabajadores de la empresa, pero en esta ocasión el portón principal se abre y los creyentes de la santa cruz pueden llegar hasta la capilla.

Al rescate. Los integrantes de la sociedad de la Santa Cruz Gue’la Be’ñe’ buscan conservar este santuario; ellos heredaron de sus padres y abuelos la tradición de peregrinar. Aunque no saben cuándo se fundó el sitio, están conscientes de que se debe de conservar ante los embates de la modernidad y el tiempo.
“Nosotros venimos cada año como sociedad; trabajamos para que esto no muera, para que nuestros hijos y nuestros nietos lo conserven. Esto es lo que somos, aquí venían nuestros padres, nuestros abuelos. Creemos en la santa cruz, en su poder, en sus milagros. Mucha gente de otros lugares, como de Veracruz, Chiapas, y el Estado de México, nos visitan o vienen a pagar alguna promesa”, explica Soledad Regalado, integrante de la sociedad de la Santa Cruz Gue’la’ Be’ñe’.

La peregrinación parte de la casa del mayordomo, en algún punto de la ciudad de Juchitán, en punto de las seis de la mañana y recorre los 10 kilómetros en un lapso de siete horas. Los hombres, principalmente, cargan las tres pesadas cruces durante todo el trayecto, algunas mujeres también lo hacen, casi siempre como pago a alguna promesa o por una petición.

En 10 ranchos, conocidos como estaciones, los peregrinos piden posada y descansan. Ahí, los dueños de los ranchos les dan de comer y beber; después continúan hasta llegar al santuario, en este caso hasta la capilla rodeada del río.

Una vez que las cruces llegan hasta la capilla, acompañadas de música y cohetes, los mayordomos reciben a los peregrinos con comida. Las vendedoras de alimentos y cerveza convierten el lugar en una verdadera fiesta que dura dos días.

La última morada. Ta Ricardo recuerda que de niño los ancianos aseguraban que el río que rodea la capilla, entonces caudaloso, estaba lleno de lagartos, y los responsables de realizar la vela en honor del lagarto venían y atrapaban el más grande para exhibirlo en la entrada de la festividad , que se realizaba en la Séptima Sección.

“Hoy la vela se realiza en el día, porque ya son poco los miembros; a veces ni se hace porque no hay mayordomo, pero entonces se venía por el lagarto hasta este lugar, porque aquí vivían. Luego se le volvía a soltar en el mismo lugar. De niños nos prohibían bañarnos en estas aguas porque era la casa del lagarto”, recuerda el campesino.

El lagarto para la cultura zapoteca es un animal sagrado, totémico y está relacionado con la tierra: es el animal que sostiene la ceiba, árbol también sagrado que representa el mundo, por eso su importancia y veneración.

El santuario es la última morada que existe de este animal sagrado en todo Oaxaca, y que aún se conserva y se venera por miles de zapotecas de la región. A pesar de estar completamente rodeado de aerogeneradores, el lugar sigue estando intacto.

Lo sagrado. En el apartado del libro La religión de los binnigula’ sa’”, de Víctor de la Cruz y Marcus Winter, Santuarios y peregrinaciones de los binnizá se especifica qué espacios sagrados se entienden como “aquellos donde se realiza el encuentro del ser humano con los dioses, o donde lo sagrado se manifiesta a los hombres”.

Así que, dice de La Garza: “no son resultado de la elección humana, sino sitios donde se han producido manifestaciones extraordinarias de las potencias sobrenaturales”.

El investigador de la cultura zapoteca subraya que, como parte de las conclusiones generales, en el Encuentro Nacional sobre Legislación y Derechos Religiosos de los Pueblos Indígenas de México, se dio una definición equivalente entre espacio y lugar sagrado para fines jurídicos:

“Un lugar sagrado es un espacio natural o arquitectónico donde los pueblos indígenas establecen comunicación con las deidades y los antepasados, con la finalidad de obtener un beneficio material y o espiritual”.

En el Istmo de Tehuantepec existen muchos sitios sagrados y de peregrinación, visitado por zapotecas y no zapotecas todo el año; los más importantes son Santa Cruz Guzebenda, Santa Cruz Guelabe’ ñe’, Santa Cruz Igú y Santa Cruz Chigue, entre otros.

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