El escritor estadunidense Richard Ford, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2016, pidió hoy que haya actos de la imaginación encaminados a inventar la alegría, por encima de la gravedad que parece pesar en el mundo.

En el emblemático teatro Campoamor, Ford inició su discurso en español manifestando su perplejidad por tener una relación con reyes, luego de que un escrito del rey Felipe IV le dio a conocer que era ganador del premio que recibió este viernes.

Expresando “regocijo gozoso de la maravilla de la vida”, el escritor rememoró a José Ortega y Gasset y consideró que su falla como escritor está en que, aún siendo optimista, a veces pierde su don para lo gozoso.

“Los asuntos graves me vuelven demasiado grave a mí mismo; en el mundo actual, el mundo que vemos a nuestro alrededor, hay excesiva gravedad, y ello no predispone demasiado a la alegría, y de hecho los norteamericanos lo vivimos cuando vemos que Donald Trump puede llegar a ser nuestro próximo presidente”, manifestó.

Afirmó que esa situación también les pasa a los ciudadanos españoles cuando ven las desigualdades de renta y el abatimiento económico, a los franceses, y a los griegos, y a los eritreos que huyen de África.

“Al parecer la alegría mengua velozmente en el mundo; por lo que supongo que se hacen aún más necesarios los actos de la imaginación encaminados a inventarla”, sostuvo.

Ford, autor de novelas como La última oportunidad e Incendios, la trilogía protagonizada por Frank Bascombe, un escritor fracasado de Nueva Jersey que trabaja primero como periodista deportivo y después como agente inmobiliario, señaló que la vida está llena de infortunios.

No obstante, dijo, es posible aunar desdicha con felicidad, e incluso con lo gozoso, mediante actos de la imaginación.

“No puedo generalizar y decirles que la gran literatura sigue siempre una sola dirección, en un sentido o en otro, pero sí puedo decir que si estuviera en mi mano querría ser un gran escritor”, abundó Ford.

Aseguró que si está a su alcance, escribirá historias que aúnen lo desdichado con lo jubiloso, para expandir “nuestra conciencia de las posibilidades humanas, nuestra conciencias de que cualquier cosa es posible”.

Ford también se definió como un novelista político, “y no porque escriba acerca de políticos, de elecciones y de asuntos de gobierno y sus consecuencias, cosa que ya hago”, sino porque, en mayor medida, mucho de lo que habla tiene que ver con la política.

“Si pudiera, rescataría lo que entendemos por política y restauraría el valor de esta palabra; me cercioraría de que evocara la necesidad de una respuesta imaginativa que nos hiciera recuperar la capacidad de vivir juntos, tal como puede suceder en la literatura”, indicó.

Asimismo, consideró que la política no acabará siendo como en Estados Unidos, sinónimo de egoísmo y cinismo, engaño y despropósito, sinónimo de infortunio.

Ford se dijo afortunado al recibir el premio y afirmó que tiene un cometido de representación de sus colegas del mundo, que valerosamente están haciendo grandes cosas en pro de la tolerancia y la empatía, a menudo en circunstancias mucho más difíciles “de las que yo haya tenido que afrontar nunca”.

“Yo no vuelvo a casa en Siria, no vuelvo a casa en Birmania o Sudán del Sur, donde la tarea de la literatura, hacer que algo suceda, hacer que una vida vacía se convierta en poética para bien de todos, es prácticamente imposible”, manifestó.

Subrayó que recibe el galardón, pensando que no se le otorga al final de su andadura, no pensando que es demasiado viejo, que está en el ocaso de su vida, sino más bien considerando que es un estímulo, un afianzamiento de su determinación de crear algo provechoso para el mundo.

nrv

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