No hay duda de que la Ciudad de México (CDMX) es una cuenca hidrológica, la cual hemos destruido por nuestra mala planeación.

Se requirieron miles de años para tener un lago que secamos en muy poco tiempo, a la vez que estamos entubando los ríos.

La mala planeación de la CDMX hace que el agua se convierta en un elemento estratégico de riesgo para todos los ciudadanos que habitamos en la zona metropolitana.

Con la temporada de lluvias, cada año llegan una serie de afectaciones, las cuales provocan inundaciones, daños a la infraestructura en las vías de comunicación, retrasos, horas atrapados en el transporte tanto público como privado, además de negocios cerrados y menor actividad económica.

La falta de infraestructura, por los errores cometidos por los últimos gobiernos han dejado claro aviso de que se avecina un problema muy serio, visto bajo las dos vertientes: Una es el suministro de agua y otra los sistemas de desagüe; tenemos un problema de entrada y de salida que resolver. Lo anterior, debió haber sido una prioridad de los gobiernos tanto pasados como el actual.

Un ejemplo de la falta de atención a este problema es el retraso de más de 10 años en la construcción del emisor oriente, lo que significa haber reparado el sistema pluvial y el acceso a las aguas desde hace más de dos décadas. No obstante, en su lugar, se derrocharon recursos en obras superfluas e inútiles, mismos que se debieron destinar a la infraestructura de la CDMX, situación que hoy estamos pagando.

En los últimos días, en la CDMX todos hemos vivido las consecuencias de las fuertes precipitaciones pluviales, principalmente a través de las afectaciones en la vía pública.

Esto implica un obstáculo más en una ciudad en donde ya es característica la inmovilidad, lo que trae consigo altos costos económicos, menor competitividad, bienestar y calidad de vida de la población.

Cada vez se vuelve más difícil realizar las predicciones meteorológicas e identificar dónde afectarán más, lo que eleva la incertidumbre. Un estudio realizado por el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA hace prever que en un futuro las lluvias podrían ser más intensas, debido a que la atmósfera continuará calentándose consecuencia del daño climático.

Si bien es cierto que el cambio climático y el daño al medio ambiente están intensificando las lluvias y que fenómenos naturales como el de El Niño implican un calentamiento en la superficie del mar que influye en el clima, no podemos achacar al cambio climático, ni a que los ciudadanos tiren basura, el que no haya sistema de desazolve.

Debemos ver la realidad en el sentido de que tenemos que acomodar la infraestructura de la ciudad y esto significa replantear las autorizaciones de construcción para que no se desbalance la infraestructura existente.

La ciudad merece una administración más eficiente en esta materia; el impacto que tienen las inundaciones es muy expansivo, no solamente porque afecta la vialidad, sino porque daña directamente la productividad de la Ciudad.

Como lo hemos señalado anteriormente, el costo por el tiempo que perdemos en el tráfico en la capital del país es de 33 mil 649 millones de pesos al año, de acuerdo con la Comisión de Hacienda de la Asamblea Legislativa de la CDMX.

Además, habría que agregar los costos por daños a casas habitación y negocios que se llegan a generar por lluvias y que, de acuerdo al Centro Nacional de Prevención y Desastres (Cenapred), pueden llegar a los 71.3 millones de pesos.

Adicionalmente, datos del Inegi señalan que tan sólo en 2015 se gastaron 141 mil 933 millones de pesos, equivalentes a 0.8% del PIB en la protección al medio ambiente y, de acuerdo a la OCDE, este dato es muy similar a lo que llegan a destinar economías como Reino Unido, Italia, Irlanda, Suiza entre otros.

El enfoque de este problema debe ser integral metropolitano, donde las autoridades delegacionales que se convertirán en alcaldías de acuerdo a la nueva Constitución, las del propio gobierno de la CDMX y las federales junto con las instituciones paraestatales y las cientos de comisiones interrelacionadas con este tema, desarrollen un plan maestro a 50 y 100 años que primero mitigue los efectos negativos que vamos a tener inexorablemente por los efectos meteorológicos y luego corregir el problema de fondo.

La situación obliga a un examen de conciencia de las autoridades y una actitud crítica de los ciudadanos que presionen por algo que es vital, por algo a lo que tenemos derecho porque los impuestos que pagamos deben etiquetarse para la protección y tranquilidad de una ciudad donde se depositan las esperanzas de millones de familias.

Vicepresidente de Consultores Internacionales S.C.

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