En la mañanera del miércoles 21 de febrero el presidente López Obrador desnudó a su aliado político, al ministro en retiro, , ex presidente de la Corte, cuando le agradeció sus buenos oficios de gestión ante los juzgadores federales de los asuntos complicados para el gobierno, como es el caso de la resolución que permitió que Lozoya se defienda fuera de la cárcel en libertad condicional. Esta confesión de intervención presidencial para influir a través del “único” ministro honesto, AMLO dixit, en las resoluciones judiciales fue parte de una queja contra la ministra presidenta Piña, quien no se ha prestado a ningún tipo de componendas con el gobierno, ni ha aceptado públicamente presiones y se ha opuesto a las agresiones del oficialismo político.

Esta confesión presidencial de sus acciones para someter a los jueces, magistrados y ministros a su proyecto político, que es una violación evidente a la división de poderes, generó una reacción de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, destacando el peligro que representa a la independencia y autonomía de la administración de justicia y otra de la Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito del Poder Judicial Federal negando que sus integrantes aceptan presiones gubernamentales en sus resoluciones.

La oportunidad de posicionamiento se la ofreció Ciro Gómez Leyva a Zaldívar, quien es su colaborador en el programa en radio Fórmula, y éste aprovechó para negar categóricamente haber sido instrumento del presidente para presionar a las personas juzgadoras en los asuntos de interés para el gobierno, y para exculpar al presidente López Obrador por su desliz verbal. Nunca lo desmintió, pero si lo justificó por su ignorancia del lenguaje jurídico y la mala información de sus colaboradores.

¿De veras la confesión presidencial es una mera cuestión de lenguaje? ¿La honestidad de un juez puede ponerse en duda por el gobierno y no pasa nada? o ¿Qué significa la honestidad de un juez para Zaldívar?

La honestidad en la impartición de justicia gira en torno a tres principios: independencia de criterio, objetividad en el análisis e imparcialidad en la determinación. Un juzgador que no respete estos principios es cuestionable en su labor y honorabilidad.

La independencia se obtiene con el respeto a la división de poderes en la que el Presidente y la Suprema Corte de Justicia de la Nación mantengan un diálogo institucional, no personalizado, y abierto, no en salones de Palacio alejados del escrutinio público. Záldivar, en su reacción, alegó que la relación entre poderes era frecuente y deseable y cito las comidas públicas que los presidentes llevaban a cabo con el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y, yo agrego, el acompañamiento a los actos solemnes republicanos, como la conmemoración del 16 de septiembre o 5 de febrero.

En su presidencia, Zaldívar acudió a “desayunitos” con el presidente López Obrador, sin agenda pública, con el ánimo de “coordinarse” y cuyos resultados visibles fueron el retraso evidente en el trámite de las acciones de inconstitucionalidad en contra de las decisiones del Poder Ejecutivo y la aprobación de la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, en cuyo transitorio se proponía alargar su mandato por dos años en la Presidencia de la Corte.

La objetividad en el análisis es el desprendimiento de los intereses y ambiciones personales como motivación de una resolución judicial y ésta se infiere de las pretensiones y afanes de los juzgadores. Záldivar le presumió al público de Ciro su trayectoria como ministro, pero sus posicionamientos respecto a la reforma eléctrica y la revocación de mandato hoy son cuestionables, en la medida que fueron su trampolín para subirse al trapecio de la política y convertirse en jilguero de la 4T.

La imparcialidad en la determinación es la no subordinación a proyectos a intereses económicos o proyectos políticos en la resolución de los juicios. Un ministro en retiro en plena campaña unas horas antes de presentar su renuncia anticipada difícilmente puede defender públicamente esa imparcialidad.

La honestidad es una cualidad que los demás pregonan de las personas. La auto atribución de la honestidad es, por lo menos, sospechosa. De ahí, que como parte de su defensa pública de la desnudez en que lo dejó el presidente López Obrador, Zaldívar haya decidido descalificar a la Barra Mexicana, Colegio de Abogados y tacharla de ser una organización de derecha y sin importancia social. No opinaba lo mismo cuando aceptaba acudir como invitado distinguido a impartir conferencias magistrales, participaba activamente en sus sesiones y era socio de un prestigiado despacho que defendía a esa derecha que ahora odia.

Zaldívar debiera recordar que cuando sigues intereses egoístas y conveniencias personales es imposible que los actos derivados sean moralmente buenos. Dejas de ser tú mismo y te conviertes en títere. La tranquilidad ante lo sucedido que manifestó Zaldívar a Ciro parece más cinismo que honestidad.

Investigador del Instituto Mexicano de Estudios

Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales

Twitter @cmatutegonzalez

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