.— Las estructuras políticas, militares, policiales, judiciales, de seguridad e inteligencia y de crimen organizado de Colombia comenzaron a aguardar expectantes la reconfirmación oficial de la muerte del guerrillero colombiano Luciano Marín Arango, alias “Iván Márquez” y jerarca de una fuerza guerrillera comunista de ese país que vendió cocaína a cárteles mexicanos del narcotráfico para enviarla a México y Estados Unidos.

“Estamos atentos”, narró el ministro de Defensa de Colombia, Iván Velásquez.

El aparente deceso de un hombre que, en 2011, llegó a ser el segundo al mando de la ahora disuelta insurgencia comunista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) debería reconfigurar el tablero de guerra, paz y narcotráfico en ese país. Las FARC negaron la acusación de EU y de Colombia de que suministraron cocaína a cárteles mexicanos, como el de Sinaloa, para contrabandearla al norte de América.

Márquez se unió en 1985 a las FARC, fundadas en 1964 y que, tras cuatro años de negociaciones en Cuba y 52 de guerra, firmaron la paz con el gobierno colombiano en 2016 e iniciaron su desmovilización, desarme y disolución. Tras ser jefe negociador de las FARC en Cuba, Márquez rompió en 2018 con el proceso de paz.

En agosto de 2019 volvió a alzarse en armas con una guerrilla disidente de las FARC llamada Segunda Marquetalia, referente geográfico del nacimiento de las FARC en 1964 en Colombia. Las FARC mutaron, en agosto de 2017, al partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) y expulsaron a Márquez en 2019.

Si su cabecilla murió, la Segunda Marquetalia, de unos mil 600 miembros combatientes y logísticos en seis o siete frentes, quedaría en desbandada o al mando de lugartenientes de Márquez y veteranos de la guerrilla de las FARC: los narcotraficantes colombianos José Aldinever Sierra, alias “Zarco Aldinever”, de jefe, y José Vicente Lesmes, alias Walter Mendoza, de segundo, que pretenden lograr la paz con el gobierno de Colombia.

Un peligro es que serían aniquilados o reclutados en pugna con otra disidencia armada irregular de la vieja guerrilla: el Estado Mayor Central, cuyos integrantes se desligaron de las FARC antes de rubricar la paz en 2016.

Pieza clave en los últimos 38 años del nudo guerrilla—narcotráfico en Colombia, protegido en el refugio socialista de Venezuela por los presidentes izquierdistas venezolanos Hugo Chávez (1954—2013) y Nicolás Maduro, acusado de masacres, secuestros y atentados y de traicionar la paz tras promoverla, Márquez habría fallecido esta semana en Caracas.

Márquez salió gravemente herido de un ataque de comandos rivales con explosivos, el 29 de junio de 2022, a su campamento en suelo venezolano, en la zona limítrofe con Colombia, y fue rescatado por la Fuerza Armada de Venezuela y llevado a un hospital militar Caracas.

Casi ciego, herido en cabeza, manos, brazos, pies y piernas, Márquez, de 68 años, habría muerto sumido en el misterio de ser una figura signada por acusaciones de que traicionó la paz.

“La información que tengo es que ya la Segunda Marquetalia había hecho la tarea de poner en marcha la designación del reemplazo de Márquez. Lo hizo desde el atentado porque Márquez quedó muy malherido y sin la capacidad de seguir ejerciendo el mando”, afirmó el abogado, socio—economista y analista político colombiano Rafael Nieto, exviceministro del Interior y de Justicia de Colombia.

“Y sí, la muerte de Márquez en Venezuela solo comprueba, una vez más, que el chavismo ha permitido que el territorio de ese país sea usado como santuario de grupos violentos y mafiosos como las disidencias de las FARC”, dijo Nieto a EL UNIVERSAL.

Sin reconfirmación del deceso, el colombiano Rodrigo Londoño, alias “Timochenko” o “Timoteo Jiménez”, último máximo líder de la guerrilla de las FARC y presidente del opositor partido Comunes, tuiteó ayer que “muere un hombre de férreos ideales a quien en medio de profundas diferencias siempre respeté” y su vida “debió florecer en la paz”.

“¡Guerra nunca más!”, agregó el jefe de Comunes, nombre que el partido FARC adoptó en enero de 2021.

Al retornar a la vía bélica al denunciar incumplimientos a la paz y con las viejas proclamas ideológicas de alcanzar el poder en Colombia para combatir injusticias sociales, Márquez se afianzó, desde un albergue en Venezuela amparado por Maduro, como signo de guerra, narcotráfico y paz.

Maduro expresó en público su apoyo a Márquez por retomar la ruta armada y confesó que siempre era bienvenido en Caracas, en un choque con Bogotá con riesgo de guerra. Maduro rompió relaciones diplomáticas con Colombia en febrero de 2019 y fustigó al gobierno, de 2018 a 2022, del presidente centro—derechista colombiano Iván Duque.

Aunque el lazo Caracas—Bogotá fue restablecido cuando el presidente colombiano, el izquierdista Gustavo Petro, asumió en agosto de 2022, y reapareció la cordialidad bilateral, la presencia de Márquez y de otras disidencias armadas en Venezuela es un sensible conflicto pendiente de arreglo con Colombia.


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