Llevo 18 años trabajando aquí”, me comenta el capitán de meseros mientras me sirve una copa de vino tinto, un Malbec de Mendoza para ser exactos. Su sonrisa acentúa las arrugas de su rostro. La confesión me recuerda esa época donde los meseros eran seres permanentes; en la que salíamos a comer para compartir la mesa con amigos o familia, sin importar el nombre del cocinero o si el restaurante estaba en listas. O tal vez esa época siempre existió, pero era muy joven para darme cuenta.

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Una milonga en tierra azteca, aquí el asado y las empanadas dominan
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Tardé casi ocho años en encontrarme de nuevo con este restaurante. Al parecer todo sigue igual. La bandera a rayas azul y blanca, los platillos, el interiorismo y la amabilidad de un staff mexicano que rompe con el cliché del narcisismo argentino. Ocupaba este lugar con sucursal al norte de la ciudad (allá donde las luces neón caracterizan los automóviles y los lugares para comer bien escasean) cuando salía a comer el fin de semana con mi familia.

Me voy por lo clásico: una empanada humita, de elote con queso y otra de carne también con queso. El mesero las exhibe como si fuesen parejas de baile, las aderezo con chimichurri y salsa roja (por separado; no soy una salvaje). Agradezco y espero la siguiente pieza. Ataviada con un vestido de pan frito, la seductora provoleta llega a la pista. Un, dos, tres, cuatro mordidas: comienzo a caminar este tango imaginario.

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Mientras el vino transcurre como canción de Gardel , lentamente y sin darse cuenta, el bandoneón* cárnico, se postra en la mesa sobre una plancha de hierro caliente: un colosal ojo de bife. Suena un tssss al ritmo del mesero quien termina de cocer el trozo de carne frente a mí. Ésta termina como corazón despechado, rojo incandescente por dentro y bien sellada por fuera. Suena trágico, pero así se disfruta más, tal como el tango.

Una milonga en tierra azteca, aquí el asado y las empanadas dominan
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La melodía es acompañada por una ensalada con queso de cabra, nueces y parmesano, y unas papas soufflé . Y, como el misterio del nacimiento de Gardel, tampoco sabremos cómo esas patatas (de origen francés) llegaron a la cocina argentina, aunque se dice que fue a causa de un par de gallegos que trabajaron en París y tomaron un barco en Marsella con destino a Buenos Aires.

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Una milonga en tierra azteca, aquí el asado y las empanadas dominan
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Antes de que este tango llegue a su fin, le concedo una última pieza al alfajor . Cubierto con nuez, espolvoreado con azúcar glass y coronado con dulce de leche. Cada paso adquiere mayor dulzor, pero lo contrarresto con un buen sorbo de café chiapaneco . En resumen: no es el mejor tango que he escuchado, pero sí uno al que puede acudir cuando se tenga ganas de buscar una pareja de baile en alguna milonga de la ciudad.

Una milonga en tierra azteca, aquí el asado y las empanadas dominan
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Quebracho
Dirección
: Río Lerma 175, Cuauhtémoc, CDMX.

Tel: 55.5208.3999

Horario: mié.-sáb. 12:30-00:00 / dom.-lun. 12:30-23:00 hrs.

Precio promedio : $550.00

*Diana Féito es periodista gastronómica, apasionada por descubrir historias. Siempre la encontrarás comiendo rico.

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