Medellín. —La ciudad donde nació en 1932 fue uno de los primeros referentes de la de con sus personajes de mundo provinciano, religioso y festivo, sus balcones y colores. Hoy esa relación se ha invertido y es Fernando Botero quien se ha convertido en referente de. El creador cumplió 90 años de vida y 75 de ser artista.

En el Museo de Antioquia, o en la Plaza Botero (ubicada alrededor de ese museo), en parques y bibliotecas están sus obras. Son alrededor de 220 esculturas, pinturas, dibujos y acuarelas que fueron donadas por el artista a la ciudad en distintos momentos.

La historia de esas donaciones es una manera de conocer la trayectoria del escultor y pintor que ayer cumplió 90 años. La mayor parte de su vida la ha pasado fuera de Colombia, y este aniversario 90 lo ha festejado en Mónaco.

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La donación de obras a esta ciudad comenzó hace medio siglo. Exvoto, una pintura de 1970, de grandes dimensiones que por cierto da cuenta de la influencia de México en su arte —y que es uno de los raros cuadros donde el pintor se incluye—, fue donado al Museo de Antioquia en 1974. Dos años después donó a la Biblioteca Pública Piloto la pintura Pedrito, que se volvió su símbolo.

En los años 80, el artista entregó al Museo de Antioquia la acuarela La colombiana, obra en gran formato; tres años más tarde la donación fue de 14 esculturas para el recinto.

Pero fue el 15 de septiembre de 1986, con la instalación en el espacio público de la escultura Torso de Mujer, que comenzó una relación muy particular entre la sociedad y sus obras. Popularmente conocida como “La Gorda”, la voluminosa y pesada pieza se convirtió en punto de encuentro en el centro de Medellín, en el tradicional Parque de Berrío, donde es parte de su identidad.

A tres cuadras de allí, en el parque de San Antonio, está un conjunto de cuatro esculturas. La más reconocida es El Pájaro herido, de la cual hay dos versiones: la obra completa; y los restos de la escultura dinamitada en 1995 que causó la muerte de 23 personas e hirió a más de 100. El artista decidió donar una versión nueva, pero pidió que se conservaran los restos de la primera “como recuerdo de la imbecilidad y de la criminalidad de Colombia”.

Con el nuevo siglo, Fernando Botero hizo la mayor donación a la ciudad: 23 esculturas que están alrededor del Museo de Antioquia, en la Plaza Botero; son piezas en gran formato que han abierto otro punto de encuentro en el centro de Medellín.

A lo largo de la Plaza Botero hay enormes gatos, hombres y mujeres desnudos, un gladiador… Todos voluminosos, de bronce, que dan sombra a los paseantes y a vendedores de pequeñas réplicas de “boteritos”.

A la par de esa donación, Botero hizo otra al Museo de Antioquia, esta vez de más de 90 esculturas, pinturas y dibujos suyos, así como obras de 20 artistas contemporáneos, como Max Ernst, Rufino Tamayo, Auguste Rodin, Wifredo Lam, Julian Schnabel y Helen Frankenthaler.

Otro vínculo de Botero con la ciudad está en una de los parques biblioteca, característicos de Medellín. En el barrio San Cristóbal hay una biblioteca que tiene el nombre del artista y a la que donó la pieza El Gato, otro referente.

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El Museo de fiesta

Fernando Botero es el artista más importante de Colombia y también el más conocido en el mundo. En sus 75 años de creador hay muchos hitos: Botero, con menos de 20 años, expuso en la galería del fotógrafo Leo Matiz en Bogotá (dos exposiciones, en 1951 y 1952); a los 20 años obtuvo el segundo premio en el Salón de Artistas Colombianos, entonces emprendió un viaje por Europa para conocer a artistas como Pablo Picasso, sin embargo, con quienes entonces inició un vínculo que mantiene en su pintura, fue con los artistas del quattrocento italiano.

Luego de Europa llegó a México, donde hizo grandes amigos y también recibió influencias; de esos años datan un mural único que fue trasladado en 2021 al Museo de Antioquia y un fresco que también exhibe ese recinto. Participó en las bienales de Venecia, Sao Paulo, expuso en Estados Unidos; su pintura Mona Lisa, 12 años (1959) se convirtió en la primera gran adquisición del artista por parte del MoMA en 1961.

Desde entonces hay una larga historia que incluye su incursión en la escultura, donde ha creado series que han llegado a museos y espacios públicos de grandes ciudades; la creación de pinturas donde “dialoga” con artistas como Velázquez, D’Vinci, Picasso, Rembrandt; o la creación de series de temas como el toreo, el circo, Boterosutra, las santas, el Viacrucis —la última que donó al Museo de Antioquia, en 2012— y el Carnaval, de las más recientes.

Su obra figura con frecuencia entre las más vendidas en las subastas. La escultura Hombre a caballo, por ejemplo, se vendió en marzo en Christie's en Nueva York por 4,3 millones de dólares, un precio récord para el artista, pero además está entre las obras mejor vendidas para un artista latinoamericano vivo.

Con motivo de su cumpleaños, el Museo de Antioquia ha encabezado el festejo con una exposición, Botero. 90 años, que en tres salas despliega piezas poco vistas de su colección. Son varios momentos de su pintura, en particular la temprana, junto a obras de artistas internacionales, retratos en blanco y negro donde se ve con amigos como Gabriel García Márquez, y videos.

A la entrada de la sala está Un paisaje en Fiésole, pieza de 1954 que Botero hizo en Italia y que da cuenta de un momento específico, en plena formación, cuando ya había pasado por España y estaba radicado en Italia, como detalla Camilo Castaño, uno de los curadores del Museo de Antioquia.

Esa pintura convive con dos cuadros de Rufino Tamayo, de los años 70, que había adquirido el pintor colombiano. A estas obras se suman las de la exhibición permanente: grandes pinturas, acuarelas, dibujos y esculturas del artista. La mayor colección de su obra en un museo se encuentra en este recinto. El Museo de Antioquia posee 189 piezas (188 fueron donadas por él).

“Es una exposición que cubre, a grosso modo, la trayectoria del artista. Sí, permite ver en retrospectiva un poco el proceso del artista, y es un poco el propósito del museo: mostrar, con los fondos de museo cómo ha sido ese desarrollo de su obra. Nos interesa que el público conozca ese proceso y que pueda entender de otra manera la obra de un artista tan importante, pero que muchas veces no se entiende en el tiempo”, dice el curador Camilo Castaño.

Para él, la decisión de presentar a Botero en una sala con otros artistas tiene que ver con esos encuentros, diálogos e influencias que caracterizan su trabajo.

“Como cualquier buen artista, teje su trabajo con muchas influencias, y las sabe mediar, cuestionar, poner en perspectiva. Botero es un maestro también por eso, porque en él se contienen sus experiencias vitales y sus intereses estéticos, artísticos; eso no es exclusivo de él; la virtud que él tiene es que ha sido capaz de mostrar todas esas influencias en un trabajo bastante consistente, desarrollado en el tiempo con unas características que lo hacen único, como esa monumentalidad, el volumen, el manejo del color”.

Con relación a la presencia de su ciudad natal en su obra, el curador plantea esa cualidad de que el artista ha pasado a ser referente de esta urbe: “El Medellín contemporáneo, en el centro, tiene que ver con Botero Medellín, al principio, fue un referente para él hacer su trabajo, pero luego Fernando Botero se volvió un referente para Medellín. Creo que algunas veces la ciudad está presente en su obra, cierto ambiente de esa ciudad que conoció vivió, habitó, en su adolescencia, como una especie de espíritu de lo que significa vivir en una ciudad de provincia latinoamericana. Medellín aparece de forma directa o a veces de formas necesarias por el tema, como cuando ha hablado de la violencia en una obra puntual. Pero es una noción de ciudad; tiene que ver con la memoria, los recuerdos. Entonces, cuando uno ve la obra se siente como un anacronismo, porque esa ciudad no existe”.

Esa ciudad que fue marcada por la violencia también se advierte en dos pinturas sobre la muerte de Pablo Escobar que aparecen en las salas del Museo. Las obras sobre violencia, aclara el curador, no son pinturas que él vendiera, sino que el artista donó a los museos de Antioquia, del Banco de la República y Nacional. “Él ha sido enfático en decir que nunca le interesó vender estas obras relacionadas con la violencia en Colombia”.

En las pinturas sobre la muerte del narcotraficante se ve al personaje caído sobre los techos de varias casas de un barrio de la ciudad. “Hay que recordar que uno de los grandes referentes de Botero es la pintura del quattrocento italiano; por ejemplo Giotto tiene un ciclo maravilloso sobre San Francisco de Asís y esos cambios de escala son muy importantes para entender su relación con el tiempo, con la ciudad… Botero retoma esto para hablar de esa importancia tan tristemente célebre de este personaje de Pablo Escobar que se volvió tan relevante, pero está retratado en el momento de la caída, no es una exaltación. Con esto, Botero entra en otro género de la pintura muy importante, el de la historia”.

Para conmemorar este aniversario de Botero, el Museo de Antioquia, el Museo del Banco de la República y la Universidad del Rosario realizan esta semana exposiciones, encuentros académicos y otras actividades.

Medellín festeja 90 años de Botero, el artista del volumen
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