El sol brilla sobre nuestras playas y destinos, pero la sombra de la violencia turística oscurece nuestro horizonte. México, tierra de encanto y cultura, se ve empañado por un incremento alarmante de la violencia dirigida hacia aquellos que nos visitan. Este flagelo no solo pone en peligro la seguridad de nuestros huéspedes, sino que también desdibuja la imagen de nuestras atracciones turísticas ante el mundo entero. Es un grito de socorro que nuestras autoridades insisten en ignorar.

Hace unos días, tres surfistas fueron asesinados en Ensenada, 8 más en Cancún en plena semana santa y en Acapulco. Desde 2019 la cifra crece cada año de forma alarmante.

Pero la falta de seguridad en nuestros destinos es solo la punta del iceberg. La carencia de medidas preventivas y una respuesta adecuada por parte de las autoridades reflejan una ausencia de liderazgo y preocupación por parte de quienes deberían velar por nuestra seguridad, o quizá es cinismo ante la complicidad y contubernio con los grupos que generan violencia, abrazos y no balazos les abrió la puerta y hoy no se ve como cerrarla. ¿Cómo es posible que en un país de tanta belleza natural y riqueza cultural, la seguridad de nuestros visitantes y habitantes sea ignorada?

La inexistencia de una instancia oficial dedicada a gestionar crisis turísticas de manera eficaz es un fracaso vergonzoso, la actual administración destruyó a la institución que la tenía y no generó alternativas para ello. Cuando la confusión y la falta de coordinación reinan en medio de un incidente, los turistas pagan el precio con su seguridad y su confianza, y la industria queda despojada de protección y atención alguna. ¿Cuántas llamadas de auxilio más deben hacer los visitantes y el sector turístico para que sean escuchados?

El silencio ensordecedor del secretario de turismo ante esta crisis es preocupante y desalentador. Mientras encontraban los cuerpos de Jack y Callum Robinson, y Jack Carter, Miguel Torruco Marqués, se encontraba en Italia en una más de sus giras por Europa, su destino preferido, en la que como en las anteriores, firma convenios y acuerdos que no se traducen en logros concretos y sí en giras turísticas pagadas con nuestros impuestos. Su conocida frivolidad, falta de interés y acción envía un mensaje claro: los turistas no son una prioridad para nuestro gobierno. ¿Cuántas vidas más deben perderse antes de que se tomen cartas en el asunto?

Es hora de pasar en el futuro que queremos para nuestra ciudad y país. Necesitamos un gobierno que trabaje para la gente y no sus intereses individuales, y que tome las medidas concretas y efectivas que permitan abordar esta problemática y erradicar la inseguridad y violencia. Esto incluye la implementación de estrategias de seguridad eficaces, así como la creación de una oficina especializada en gestión de crisis turísticas y un compromiso genuino por parte de todas las partes interesadas para garantizar la seguridad y el bienestar de quienes nos visitan.

En última instancia, la violencia contra los turistas no solo amenaza nuestra industria turística, sino que también vulnera a los habitantes de este país, y mancha la imagen y la reputación México a nivel internacional. Es tiempo de exigir que se asuma la responsabilidad, pero no a la actual administración que en seis años no lo hizo y no le importó, sino a los siguientes gobernantes para que hagan su trabajo, gobernar, que asuman su responsabilidad y tomen medidas para asegurar que todos los que aquí vivamos lo hagamos tranquilos, y que para los que nos visiten puedan disfrutar de una experiencia segura y memorable.

Medidas mínimas básicas son esenciales para atender a este sector, como la creación de una oficina especializada en manejar las crisis turísticas de manera oportuna y eficiente. Esta oficina debe contar con personal capacitado, protocolos claros, coordinación interinstitucional, rutas de atención claras, comunicación efectiva y una infraestructura tecnológica sólida. Solo así podremos garantizar una respuesta rápida y efectiva ante cualquier emergencia tanto en el país como internacionalmente, protegiendo la seguridad y la confianza de nuestros visitantes.

Además, se debe escuchar y proteger las instalaciones de la industria, hoteles, restaurantes, agencias, auditorios, terminales de autobuses y transporte turístico, parques recreativos y centros de consumo, para atenderlos y recuperar zonas seguras, ya que esta industria genera el mayor número de empleos, por encima de la industria de la construcción, y es el corazón de la economía de México, como bien lo señala Santiago Taboada, candidato de la oposición, en su propuesta para la Ciudad de México.

La violencia no puede seguir siendo la sombra que oscurece nuestro turismo. Es hora de que nuestras autoridades actúen con decisión y responsabilidad para erradicar este flagelo y garantizar que México siga siendo un destino turístico de clase mundial. El futuro de nuestra industria, economía y reputación internacional depende de ello y seguir bajo la sombra de violencia del país, ya no es viable.

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