Muchos de los seguidores más fieles de López Obrador están saturados de odio, lo que les impide ver lo que tienen frente a sus ojos. “Tienen ojos para ver, y no ven”, se dice en los Salmos. No se atreven a dudar, menos aún a contradecir la narrativa embustera del presidente, se comportan como niños que creen en los fantasmas y en los cuentos de hadas: piensan que este México ensangrentado y sembrado de fosas clandestinas vive un momento estelar; que esta patria donde se acumulan más homicidios que todos los que se sufrieron en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto juntos, vive una transformación histórica de las dimensiones de la Independencia, la Reforma y la Revolución. ¿Pueden creerse esas patrañas solo porque les entrega su pensión y los halaga con sus discursos?

Quizás sea muy difícil para gente con escasa instrucción o con una mente muy elemental entender el daño para el país de haber cancelado un aeropuerto que tenía casi un 40% de avance, pero ¿y los otros? No solo los miles de millones de pesos tirados a la basura, sino también la cancelación de un proyecto que potenciaría el crecimiento económico y la conectividad de México con el mundo.

Me pregunto si quienes reciben alguna pensión tienen en estos días un familiar enfermo que esté acudiendo a un hospital público; de ser así, ¿qué es lo que encuentran? El estado lamentable de las instalaciones, el desabasto de medicinas, la falta del personal médico, los elevadores descompuestos, los baños sin jabón ni papel y muchos excusados descompuestos. ¿Y acaso se dan cuenta o no les importa que la precariedad del sistema de salud —al igual que el educativo—, se explica en parte porque el presupuesto que debería fortalecerlo se desvía para fondear las pensiones? ¿No les parece una broma amarga que el presidente haya dicho que tendríamos uno de los mejores sistemas de salud del mundo?

¿Esos mexicanos que endiosan al presidente no sienten miedo ante los riesgos que corren sus hijos cuando salen a la calle o a alguna reunión o festejo en la noche o, incluso, a plena luz del día? ¿No los horroriza saber que el presidente exige respeto para esos desalmados que secuestran, torturan y destazan a sus víctimas, porque, según dice, también son pueblo?

¿No tienen algún conocido o quizás ellos mismos que esté sufriendo en su tortillería o en su expendido de pollo la extorsión de los criminales? ¿No los perturba el hecho de que en los últimos cinco años los muy ricos de este país se han hecho todavía más ricos y haya aumentado el número de mexicanos en pobreza extrema?

¿No les causa extrañeza su obsesión por ocultar con el pretexto de la seguridad nacional, la ineptitud y la corrupción en una buena parte de sus proyectos desde el Tren Maya y la Refinería Olmeca, hasta los informes sobre la calidad del agua en la alcaldía Benito Juárez?

¿No se dan cuenta de que al beneficio efímero de estos años que generan las pensiones seguirán muchos otros de vacas flacas? El que tenga ojos para ver, que vea.

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