Por: Carlos Lavore

Como una imparable fuerza conquistadora avanza la construcción y operación del tren, por encima de la ley, la selva, los cenotes y los habitantes, dejando a su paso despojo y destrucción. Son 1,525 km de vías, 34 estaciones y paraderos y 30 zonas arqueológicas. Se conecta al Corredor Interoceánico.

Seis complejos hoteleros, construidos por la Secretaría de la Defensa Nacional, sin pudor ecológico, en Edzná, Calakmul, Tulum, Palenque, Chichen Itzá y Nuevo Uxmal. Próximos a las zonas arqueológicas, la oferta enfatiza la riqueza natural y cultural de la región para una experiencia inigualable (trenmaya.gob.mx, 16 oct 2023).

La promoción oficial destaca como ventajas el turismo de convenciones, aventura, cultural, esparcimiento, naturaleza, científico, ecológico, rural; el transporte de combustibles, materiales, mercancías y trabajadores; la apertura de regiones al desarrollo y el despliegue de hotelería de alto nivel en lugares específicos; el aumento de visitantes a las zonas arqueológicas. Gobierno de México, Blog Tren maya, 1 marzo 2019.

El Tren Maya responde a una concepción del turismo y el comercio en que las preocupaciones ambientales, climáticas, sociales y culturales quedan subordinadas al modelo neoliberal de ocupación del territorio, extractivista y dependiente, cuya premisa es la libertad de circulación de bienes, capital, personas y servicios.

Fue decidido verticalmente, sin planeación ni participación social, en sintonía con una demanda global, —el turismo y el intercambio—, que sólo beneficia a grandes grupos empresariales y financieros (turísticos, agroindustriales e inmobiliarios), y a la corporación militar.

Es un proceso de destrucción de ecosistemas superficiales y subterráneos, afectación de las reservas de la biósfera de Sian Ka´an y Calakmul, de Bacalar y su entorno, fragmentación del territorio, deforestación, despojo de tierras, desplazamientos, ruptura de relaciones socio productivas, debilitamiento de lazos comunitarios y culturales.

“Selvame del Tren” denuncia 10 millones de árboles talados, 6,700 hectáreas devastadas, 15 mil pilotes atravesando cavernas y acuíferos. Las consecuencias están a la vista y todavía falta. Las advertencias y reclamos de comunidades, especialistas y organismos de la sociedad, son un llamado a reconsiderar. Por ejemplo:

Crear un organismo interdisciplinario de evaluación y operación, con participación de gobierno, comunidades, universidades y organizaciones para deslindar responsabilidades, definir estrategias de remediación de efectos y adecuación o cancelación de lo que falta ejecutar, a cargo de autoridades civiles.

Planificar integralmente el desarrollo y el ordenamiento territorial, con participación social, respetando las áreas naturales protegidas, las reservas de la biósfera y la relación de las comunidades con la tierra.

Fortalecer las actividades económicas solidarias, regular los desarrollos inmobiliarios y asegurar protección social y salarial en empleos del turismo. Proteger las relaciones comunitarias e identidades locales.

Cambiar el enfoque sobre turismo, actividades productivas y megaproyectos, partiendo de las realidades locales y la participación de los habitantes, asegurando una relación armónica entre naturaleza, actividades económicas y necesidades comunitarias. En favor de la vida.

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