"Arráncame la vida y si acaso te hiere el dolor

ha de ser de no verme porque al fin,

tus ojos me los llevo yo"

AGUSTÍN LARA

El año pasado, en pleno mes de julio, recibí una generosa invitación para viajar a Puebla para presentar mi libro-homenaje, dedicado a mi idolatrada esposa GEMY, titulado “Crónicas de viajes y romances”, donde narro los inicios de nuestro místico amor. Anteriormente, habíamos presentado la publicación en la Feria del Libro de la UANLeer en Monterrey, en marzo, y en la CDMX, en Casa Lamm, en junio. Durante este último evento en México, el entonces presidente del Senado de la República, don Alejandro Armenta Mier, quien fue uno de los espléndidos oradores, nos invitó a presentar nuestra obra en su natal Puebla. Con emoción, le respondí profundamente feliz, expresando que sería un gran honor para mí.

Un par de semanas más tarde, mientras me dirigía al recinto de la presentación en la capital poblana, en El Centro Libanés, reflexionaba sobre las diversas ocasiones en las que he tenido el privilegio de visitar esa hermosa tierra, perdiendo fácilmente la cuenta del número exacto. Sin embargo, resaltaba con énfasis mi primera visita, cuando tenía apenas 10 años, con el propósito de conocer su increíble zoológico Africam Safari. Me informaron al mencionar el recuerdo que, incluso después de medio siglo, el zoológico sigue subsistiendo exitosamente.

Sin embargo, no fue hasta el año 1985 cuando realmente me enamoré de la preciosa ciudad de Puebla a través de los maravillosos ojos y la bella prosa de doña Ángeles Mastretta. Fue entonces cuando nos obsequió su ópera prima narrativa con el inolvidable título de “Arráncame la vida”. En esta obra, deslumbra a sus millones de lectores sumergiéndonos en un mundo fascinante, colorido, idílico y al mismo tiempo inocente, crudo, histórico y muy, pero muy divertido, viviéndolo a través de su chispeante personaje central, bautizado como Catalina Ascencio. Recalco que la calidad de su obra fue tal que, una vez llevada al cine, el filme estuvo entre los finalistas para representar a México en los premios Oscar.

La rica trayectoria de Doña Ángeles Mastretta, nacida el 9 de octubre de 1949 en Puebla, abarca la friolera de 53 años. Comenzó su labor como periodista a la temprana edad de 20 ó 21 años, tras el fallecimiento de su amado padre, don Carlos Mastretta, quien seguramente le inculcó el oficio desde la cuna. Inició sus trabajos mientras estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, y durante ese periodo, se desempeñó como colaboradora en destacados medios nacionales como Excélsior, La Jornada, Ovaciones y la incomparable revista Proceso, fundada por mi maestro Don Julio Scherer García, cuya memoria perdura imborrablemente.

En 1974, afortunadamente, obtuvo una beca del Centro Mexicano de Escritores, donde colaboró con los inmortales don Juan Rulfo, don Francisco Monteverde y, en particular, con don Salvador Elizondo, alcanzando su dimensión extraordinaria junto a la estatura de estos monumentales maestros. En su ciudad natal, Puebla, ocupó diversos cargos en el área de promoción cultural durante la década de los setenta. En el primer lustro de la siguiente década, inició su participación en la revista feminista FEM, manteniendo su nombre en el Consejo Editorial, incluso durante sus pausas creativas, como me gusta pensar. A finales de los ochenta, encabezó, junto al igualmente añorado maestro Don Germán Dehesa, el popular programa de televisión “La almohada”, dedicado a entrevistas y charlas destinadas a perdurar en la memoria, rebosantes de simpatía e ironía.

Me reencontré con la señora Mastretta literalmente el pasado mes de abril, en medio de los festejos de mi onomástico, al ingresar a un supermercado en pleno corazón de San José del Cabo, en la incandescente Baja California Sur. Fue allí, en medio de los grandes anaqueles, donde me topé con una edición especial de “Arráncame la vida”, con una preciosa pasta dura, y no pude resistirme a releerlo 40 años después de su mágica aparición. Con más de una docena de obras publicadas y con todos los premios recibidos, su trayectoria es simplemente inigualable. Solo nos queda agradecer a esta fantástica autora por sus libros, sus poemas y sus místicas lecciones de amor, pero sobre todo de desamor.

Por cierto, nuestra narradora ganó un concurso de poesía con su obra “La Pájara Pinta”, en 1978, que se convertiría en su verdadera ópera prima. Sin embargo, diversas fuentes aseguran que este poemario lo considera más una casualidad que su primera obra literaria. En realidad, para esas fechas ya estaba preparando otro trabajo que finalmente vio la luz en 1985 de manera

entusiasta, revolucionando las letras mexicanas. Especialmente impactante para el mundo masculino, recibió elogios por sus cuentos llenos de lecciones, escritos con una pluma imbuida de erudición. Ahora bien, si no han leído la poesía de Mastretta, les dejo estos versos:

Entre nosotros crece la ropa en las mañanas

se atraviesan mil veces los oficios

nos mueven los deberes

el futuro

las cosas.

Por si no fuera mucho alguien propone la medida

para que no te vayas

-dicen-

es necesario el regateo.

Pero tus manos son mi tiempo

y no quiero jugar a detener la boca y los abrazos.

Te irás más tarde

-dicen-

si encuentro la mesura

pero deseo tu cuerpo y este día

este preciso cielo

la película de hoy

la cama próxima

tu sudor y tu piel ahora en la tarde.

Gracias eternas, doña Ángeles Mastretta. Que tengas larga vida para seguir arrancándonos la vida. Eternas gracias.

Hasta siempre, buen fin

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.


Google News

TEMAS RELACIONADOS