¿Cuáles son esos demonios acechantes que estamos dispuestos a quemar este sábado con la representación simbólica de la quema de los Judas?
Esta tradición es una de las expresiones populares más poderosas y persistentes del imaginario colectivo en torno al mal, la traición y la necesidad de purificación social. Su origen, aunque enraizado en el simbolismo religioso cristiano, ha sido resignificado hacia un carácter festivo, subversivo y profundamente político.
Una dimensión carnavalesca de las expresiones simbólicas de la maldad, pero no por ello menos trágicas, declaración simbólica del deseo de justicia y metáfora colectiva sobre el deseo de extirpar aquello que corrompe el tejido comunitario.
El Judas es, entonces, una máscara de aquello que traiciona el pacto social, no solo individuos, también las estructuras difusas del crimen organizado, los silencios administrativos o la indiferencia institucional. La desaparición de personas y reclutamiento son los nuevos Judas, y no basta con quemar sus efigies: es necesario desmantelar el andamiaje que les sostiene, transitar a modelos empáticos con el dolor de las familias víctimas y capaces de construir certidumbre.
Este 19 de abril —coincidente este año con el sábado santo y la tradición de quemar el mal— fue declarado en 2024 por colectivos y familiares como el Día Nacional de las Familias Buscadoras, con el fin de visibilizar sus exigencias y su labor para localizar a sus seres queridos.
No se trata de una fecha más. Es un día para recordar que la búsqueda no es un deber ajeno, sino un imperativo ético, así como visibilizar un esfuerzo sistemático por desarrollar una estrategia integral desde lo institucional y comunitario. Acercamientos con los colectivos instruido por la Presidenta Claudia Sheinbaum e instrumentado por la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez. Disposición al diálogo y a la escucha, con tensiones naturales, pero deseos de colaborar.
El tema es prioritario. En la capital nacional, la Jefa de Gobierno Clara Brugada afina la presentación de un plan estratégico que prevé mecanismos para el rastreo de llamadas telefónicas y estrechar canales de coordinación con las y los buscadores.
La desaparición de personas ha sido un fenómeno sostenido por redes criminales que encuentran en la leva una manera de incrementar su presencia física, aunque también soportado en algunas autoridades indolentes o negligentes. Erradicar la desaparición requiere convertir la búsqueda en una política de Estado, no en un gesto piadoso.
Los rituales de ruptura social son también espacios de reordenamiento simbólico. Quemar al Judas es una forma de decir: “Esto no puede seguir”. Y destruir la impunidad.