Muchos esperaban que López Obrador cometiera errores, esos mismos errores que lo han llevado a perder la Presidencia en dos ocasiones ya. Los que han demostrado su verdadero talante autoritario, sus incongruencias, su ignorancia y su trasnochado conservadurismo. Sin embargo, su mayor error es la soberbia que lo caracteriza y que será lo que guíe las decisiones de su futuro gobierno.

AMLO anhela volver al México del pasado, el México nacionalista, ese que mantenía una abierta animadversión con el vecino del norte y donde el oro negro mantenía a flote a un país que, de otra manera se habría hundido mucho tiempo antes.  AMLO sueña con ser el próximo Tata como lo fue Cárdenas (el papá del Ingeniero que no sabe si votará por él), el que abrace a los mexicanos pobres y les de migajas para vivir esperando sonrisas y loas en agradecimiento.

Desea ser intocable pues para él, sólo el pueblo que lo puso (porque seguramente ganará las elecciones) le podrá pedir que se vaya y los demás poderes públicos (si es que Morena no “arrasa” como parece que lo hará) estarán absolutamente deslegitimados para actuar en contra del líder máximo.

En las épocas del Priísmo como partido de Estado, del nacionalismo más recalcitrante, los presidentes de México usaban ese fervor patrio en su propio favor, para manejar a las masas, para desviar la atención de otros asuntos, para levantar cortinas de humo. El nacionalismo presidencial que decía actuar en nombre del pueblo pero que en realidad actuaba por sus propios intereses particulares.

Hace unos días en un discurso se mostró el verdadero Andrés Manuel, aquel que reniega de las instituciones cuando no le son convenientes “Para qué ha servido la Suprema Corte a México? Para nada” o en donde reluce su talante robinhoodiano otorgando su anuencia para “agarrar” lo que la gente necesite, al fin que él ya “planchó” con las iglesias el perdón del pecadillo de robar, que en tiempos de austeridad republicana y combate a la corrupción por ósmosis, resulta una cosa bastante menor.

Pero ese pueblo ávido de un salvador, lo mantendrá en su posición el tiempo que quiera. Para eso son los programas como los $3,600 pesos a los más de siete millones y medio de ninis que así, se convertirán en una fuerza movilizadora del voto, ese va a ser su trabajo y cobrarán por ello sin estudiar ni trabajar, sino acarreando a gente que aplauda al gran López Obrador, movilizando el voto cuando éste convoque a “consultas públicas”, en pocas palabras, un ejército de aplaudidores.

Así, cuando las cosas se pongan difíciles para López Obrador por la Ley de Transparencia o porque se le exige rendir cuentas de su administración o porque se declara una sentencia judicial en su contra, éste sólo deberá agitar la bandera nacional y el pueblo, empujado por su ejército de ex-ninis, saldrá a defenderlo, casi sin preguntar por qué o para qué.

Es evidente que hace falta un cambio en el país, también me parece sumamente importante tener conciencia clara de nuestra elección, que nadie vote pensando en salvadores de la patria, esos no estarán en la boleta. Un voto informado y un voto dividido son la mejor oportunidad que tendremos para evitar la tentación autoritaria. Gane quien gane que todos sepamos lo que puede venir, que nadie se diga decepcionado después.

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