La Conferencia de las Partes de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP) tendrá su 25 reunión anual en Santiago de Chile entre el 2 y el 13 de diciembre. Allí los países deben adoptar medidas destinadas a mitigar los efectos del cambio climático que nos está afectando a todos con aumentos de temperatura, sequías, inundaciones, huracanes e incendios como pocas veces se han visto.

México, con sus casi dos millones de kms2, podría liderar un esfuerzo de restauración de tierras desde la frontera sur en Panamá, hasta la frontera norte de México, involucrando a Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y Guatemala, donde se encuentran más de 67 millones de hectáreas hoy degradadas. Según estudios de la FAO y del Instituto Tecnológico de Zurich (ETH), es posible recuperar esas tierras sin competir con la producción de alimentos, las áreas protegidas o las áreas urbanas, lo que representaría un incremento promedio del 78% de la cobertura forestal actual, con un costo de alrededor de USD $22 mil millones (a USD $ 0,30 por árbol). Ello mitigaría el 7.4 % de las emisiones del mundo para las próximas dos décadas. ¿Es posible para el gobierno de México liderar este plan a 20 años, con el apoyo de gobiernos y organismos financieros internacionales para restaurar esos millones de hectáreas?

Estas preguntas son válidas para todos los países. Ningún Estado o gobierno en solitario está en condiciones de enfrentar este gran desafío. Se requiere el esfuerzo y coordinación a nivel internacional para adoptar medidas obligatorias para intentar revertir, mitigar o frenar las consecuencias del cambio climático. De eso se trata la COP 25.

La cita de Santiago será escenario de una de las reuniones que podrían ser decisivas para tomar medidas concretas destinadas a salir de la inercia y recuperar el tiempo perdido, reduciendo las emisiones antes de que sea demasiado tarde para todos.

Las cifras de recuperación de tierras mencionadas anteriormente para México son parte de un estudio que presenta una solución basada en la naturaleza para mitigar significativamente las emisiones: se trata de un plan global para recuperar tierras degradadas y reforestar cerca de 900 millones de hectáreas, con un billón (un millón de millones) de árboles nuevos. Ello tendría un impacto planetario: el estudio estima que se requieren trescientos mil millones de dólares para implementar el grueso del plan, lo que representa una inversión infinitamente menor que otras propuestas que bordean el 1% del PIB global anualmente.

El continente americano podría responder por un tercio del total mundial de este plan, con los dos tercios restantes repartidos entre Europa y África, donde los primeros pondrían el dinero y los segundos la tierra y mano de obra. En Asia, con el apoyo de China, India, Rusia, Australia, Japón y Corea del Sur, se podría hacer lo mismo para apoyar a los Estados insulares. Esta —y otras propuestas igualmente ambiciosas— serán debatidas en la COP 25.

Materializar este plan para los próximos 20 años es un desafío que requiere recursos financieros, humanos y sobre todo voluntad política. Ello permitirá balancear las emisiones y evitar que en las próximas dos décadas se agrave la concentración de gases en la atmósfera, dando a los países un horizonte razonable para implementar otras alternativas y —aún más importante— para que la comunidad internacional pueda repensar el modelo de crecimiento que nos ha llevado a esta crisis global.


*Subdirector General de FAO encargado de cambio climático.** Exembajador de Chile

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