Múltiples instituciones educativas han tratado a la pandemia como una tormenta. Han hecho su mejor esfuerzo para mantener secos a sus estudiantes, protegidos de la lluvia, en espera a que la tormenta pase, imaginando cielos claros en el futuro.

Sin embargo, esta tormenta no es una tarde lluviosa de agosto que pronto pasará. Es algo más similar al cambio climático, que requiere de nosotros una adaptación fundamental.

La pandemia, como los eventos climáticos extremos causados por el cambio climático, es síntoma de la forma en la que los humanos interactuamos con nuestro medio ambiente. De igual manera, es una indicación de las disrupciones que vendrán, disrupciones que debemos anticipar. Debemos prepararnos para poder continuar con nuestra principal misión educativa sin ser descarrilados por estas futuras interrupciones.

Universidades alrededor del mundo deben de mejorar y acelerar sus esfuerzos relacionados con la innovación. Necesitamos cambiar la velocidad del reloj de la educación, un campo que tradicionalmente se ha movido lento, resistiendo el cambio.

Cambiar la velocidad del reloj educacional para enfrentar el futuro que nos ha tomado por sorpresa es una parte fundamental de lo que he llamado la . En Estados Unidos, hemos visto básicas en la educación superior, desde la fundación de las primeras instituciones privadas religiosas como Harvard, Yale y Princeton en los siglos XVII y XVIII, hasta el surgimiento de universidades de investigación como Johns Hopkins, Stanford y la Universidad de Chicago a finales del siglo XIX.

Ahora, necesitamos un nuevo modelo de educación superior – no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo – centrado en instituciones que se han aprovechado de la tecnología para extender su alcance y su dedicación a la transformación social, la prosperidad económica y al éxito comunitario.

Sé lo que estás pensando: suena genial, pero estamos en medio de una pandemia global y una crisis económica. Apenas hay lugar para la sobrevivencia, mucho menos habrá para la transformación.

Pero recuerda, esperar a que pase la tormenta es una ingenuidad cuando tu casa ya está inundada y sabes que la lluvia regresará mañana.

Adaptarse al modelo de la quinta ola es urgente, y para ello las universidades deben de comprometerse con ciertas prioridades. La primera es el ser radicalmente accesible. Por mucho tiempo, la educación superior ha catalogado erróneamente al acceso y la excelencia como conceptos antagónicos, midiendo al éxito de una institución por el número de estudiantes que excluye, en lugar de aquellos que incluye y cómo logran su éxito.

Las universidades deben de reflejar la población de las comunidades a las que sirven y el sector privado debería de trabajar con las universidades para promover los logros educacionales que anticipan el éxito económico de cualquier comunidad. Si los negocios quieren expandir su clientela, y si los gobiernos quieren expandir su base tributaria y competitividad regional, la solución es simple: deben de colaborar con instituciones de educación superior para asegurar que más personas de más contextos se logren graduar de la universidad.

Debido a que la educación es fundamental para participar en las democracias y economías modernas, el acceso radical no puede terminar cuando los estudiantes reciben sus títulos. A medida que la automatización continúa provocando una desestabilización de nuestra fuerza laboral global, necesitamos trabajar en todos los sectores para crear infraestructura de aprendizaje universal y de por vida, que permita a los estudiantes de todo tipo, de diferentes orígenes socioeconómicos y educativos, desarrollar habilidades y adaptarse a los entornos cambiantes. Por ejemplo, en Arizona State University nos hemos asociado recientemente con instituciones en México y en otras partes del mundo para , aprovechando nuevas tecnologías. Asimismo, lanzamos , una biblioteca digital de recursos educativos gratuitos para estudiantes, maestros y todos aquellos que quieran seguir aprendiendo en diversas etapas de su vida.

El acceso radical es una pre-condición para que las universidades asuman la responsabilidad del bienestar social, económico, y cultural de sus comunidades, un compromiso que también las obliga a priorizar la investigación y los descubrimientos de valor público.

En el desarrollo del día a día en la crisis actual, los líderes universitarios deben centrarse en una gestión científica racional y basada en la evidencia. Una nueva normalidad requiere nuevas soluciones, no alarmar ni arrastrar los pies. En ASU, hemos tenido éxito al requerir cubrebocas, controles de salud diarios y pruebas aleatorias para los estudiantes que eligen asistir a clases presenciales, al mismo tiempo que brindamos y opciones en línea asincrónicas a los estudiantes fuera del campus.

En el futuro, los líderes en educación, gobierno y empresas debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Estamos haciendo todo lo posible para promover la movilidad social e impulsar el crecimiento económico, aumentando el acceso a la educación? ¿Estamos trabajando a través de sectores, disciplinas y fronteras para encontrar soluciones para nuestra comunidad? ¿Estamos tomando decisiones basadas en la ciencia y la evidencia?

Si no es así, estamos fallando y no podemos permitirnos aceptar el fracaso. Las disrupciones futuras son inevitables. Pero su impacto depende de nosotros.

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Dr. Michael M. Crow es presidente de Arizona State University (ASU), nombrada como la universidad más innovadora de Estados Unidos por U.S. News & World Report.

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