Hace unas semanas se cumplió un año desde que la Orgnaizacion Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia. En esos días era difícil imaginarse la magnitud de crisis que se vendría en los siguientes meses y en los que vivimos una de las peores crisis en la historia de la humanidad. Desde el principio, los expertos en temas de enfermedades contagiosas puntualizaron que la mejor herramienta en la lucha contra esta pandemia era el desarrollo de una vacuna que fuera efectiva contra el COVID-19. Las grandes mentes del mundo de la ciencia médica se aplicaron y, con una rapidez sin precedentes, tenemos al día de hoy cuatro vacunas que han demostrado ser efectivas en esta guerra contra el virus. Sin embargo, la distribución de las vacunas no ha sido igualmente efectiva o equitativa entre los diferentes países del mundo.

Todas las crisis suelen exponer las debilidades de las sociedades y, desafortunadamente, suelen ampliar las desigualdades persistentes entre los diferentes grupos de la sociedad y entre los mismos países. Desde que estalló la pandemia, muchas de las naciones con recursos y más prevenidas, se apresuraron a contratar las vacunas para sus habitantes. De hecho, todos hemos visito como en las últimas semanas algunos países han logrado avances verdaderamente asombrosos en su índice de vacunación. Como el caso de Israel que, según cifras de la OMS, ya está cerca de vacunar al 100% de su población.

También el de los Emiratos Árabes Unidos que ya es superior al 60%. Si bien estos países no tienen poblaciones muy numerosas, ni territorios extensos, también hay casos extraordinarios de complejidad como el del Reino Unido que ya está cerca de vacunar al 40% de su población, o Estados Unidos con indices de vacunación superiores al 20%. En Latinoamérica el escenario no es alentador. El único país de la región que tiene promedios superiores al promedio mundial de 4% es Uruguay con casi 6%. En México la cifra es preocupante con menos del 3% de la población vacunada a la fecha. Ahora, más que nunca, se está haciendo patente la diferencia entre “tener y no tener” como escribió con elocuencia Ernest Hemingway en su novela del siglo pasado.

Podemos argumentar que los países más preparados han sido los que están logrando los mejores índices de vacunaciones. Pero, sin duda, también hay una condición diferenciadora entre los países que tienen y los que no. Si a esto agregamos algunas fuertes corrientes nacionalistas, es evidente que terminamos con posturas egoístas que afectan a los más débiles. Inclusive, de manera increíble, la abundancia y planeación parecerían ser relativas en esta crisis cuando vemos a los países de Europa pelando por el número de vacunas a las que tienen acceso. Las recientes reclamaciones de Ursula von der Layden, la Directora de la Comisión Europea, lo demuestran, quien se queja con el Reino Unido por la falta de exportaciones de vacuna de ese país hacia la Unión Europea (UE). Según sus cifras, la EU ha exportado más de 10 millones de vacunas al Reino Unido, mientras que de ese país no ha habido ninguna exportación en sentido contrario.

Si entre los países de la UE, que tienen tantos recursos, existe esa percepción de desigualdad, no es difícil imaginarse la real tragedia que se está desarrollando en países y regiones con menos recursos. Según el Centro Global para la Innovación de la Salud de la Universidad de Duke “los modelos actuales predicen que no habrá suficientes vacunas para cubrir a la población mundial hasta el 2023 o 2024.” Recientemente también lo dijo OXFAM, la organización de asistencia mundial de la Universidad de Oxford: “A menos de que algo cambie drásticamente, miles de millones de personas en todo el mundo no recibirán una vacuna eficaz contra el COVID-19 en los próximos años”.

La tan anhelada recuperación económica va a ser únicamente posible cuando se haya llegado a un control de esta pandemia. Hoy por hoy, esto solamente será posible con una estrategia eficiente de vacunación. En México tenemos los recursos que otros países no tienen. No hay duda que debemos buscar una estrategia más efectiva de vacunación. Y más allá de nuestro país, los países más prósperos del mundo deben urgentemente hacer una estrategia de solidaridad hacia los países con menos recuersos. Es del interés de todos que se logre la inmunidad de rebaño cuando 70% de la población del mundo tenga los anticuerpos necesarios para combatir el virus. De lo contrario, las nuevas cepas que se vayan desarrollando en las poblaciones que no estén vacunadas, seguirán golpeando las economías del mundo.

* Director General de Strategy Primus y Presidente del Comité de Difusión de la COPARMEX, @LuisEDuran2

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