El Presidente continúa sus rounds de sombra. Ha edificado sus molinos de viento, a los que él llama conservadores, quienes supuestamente lo presionan para retomar la llamada guerra contra el narco. También debemos asumir como un ejercicio quijotesco que llame a los medios, adversarios y se irrite por que le soliciten información sobre los niveles de inseguridad en el país. Entiendo que para él sea mucho más rentable crear un falso dilema de la guerra o no guerra y para ello construya enemigos a modo que (en su guión) le piden mano dura y él (decidido y resolutivo) se resiste a ello. Pero ¿quién tiene la fuerza o la ascendencia intelectual para presionar al Presidente en estas materias? ¿Ocurrirá algo que no sabemos en su gabinete? ¿La oposición, a la que ha declarado moralmente derrotada, le mueve el piso con sus argumentos?
A diferencia de lo que ocurría en sexenios anteriores en los que la oposición (encarnada por él) regateaba al Presidente la legitimidad a su estrategia, en este el jefe del Estado ha tenido un apoyo unánime para la creación de la Guardia Nacional y una cobertura legal plena para el despliegue militar. Cuando el Presidente y sus propagandistas se vuelven contra Felipe Calderón para descargar su metralla, en realidad hacen acrobacias para no señalar a Peña y a Osorio por la responsabilidad inmediata. ¿Pero tiene Calderón fuerza para presionar a este gobierno, si no tiene ni partido? El planteamiento es un (todavía) eficaz artificio político que, sin embargo, mina en el largo plazo la propia posición del Presidente porque, digámoslo sin ambages: el Legislativo le ha dado todos los instrumentos que pidió para enfrentar la inseguridad y la opinión pública un apoyo pleno. Decir que el dilema hoy consiste en que le piden mano dura y él desde el humanismo se resiste, es una auténtica tragicomedia. El auténtico dilema es si puede o no reducir la violencia y la impunidad.
Que entre políticos se libren batallas, como el Quijote lo hacía con Caraculiambro, me parece normal, Cuando no hay resultados, culpar es humano y funcional. Pero lo que no me parece equitativo, ni justo, es vapulear a reporteros desde la oficina presidencial porque le hacen ver que sus apagones informativos generan especulación o sus mudanzas de versión son desconcertantes. No es válido que a la pregunta ¿dónde está Ovidio? la respuesta sean esgrimas verbales con entes de razón que supuestamente lo presionan para que —como dice él— vuelva a enfrentar la violencia con la violencia. Hay días en los que parece diáfano que a AMLO le hace falta un opositor con quien se pueda medir en pie de igualdad. Si quiere polémica, podría modificar la ley (como dictó el retrato robot de la presidenta de la CNDH) y comparecer ante el Congreso las veces que quiera y ahí escuchar lo que otro poder del Estado tiene que decirle. Ese sí sería un diálogo republicano y no esos espacios para avasallar reporteros.
Supongo que además de divertirse y liberarse un poco del tormento que Calderón le sigue representando, el Presidente da curso a una interminable defensa de su estrategia de seguridad para no confrontar al país vecino con el que, dicho sea de paso, no hay forma de pelearse con gallardía. Los supuestos complots internos para implosionar su estrategia juegan el rol de receptáculos de aquello que se debía estar diciendo hacía el norte, pero que, por prudencia, diplomacia y estrategia no se dice. Quien le ha pedido guerra contra el narco es Donald Trump. Si ese juego de espejos conviene al país, pues asumámoslo como una contribución patriótica y no perdamos los estribos. No queremos que ocurra lo mismo que pasó con la política migratoria. El externo ha sido el único factor que ha movido 180 grados una política de este gobierno.
Y digo patriótica porque el actor eficiente que pide a López Obrador un cambio es el gobierno de los Estados Unidos. Su problema es mucho más externo que interno. Si para no contestar directamente a Trump, el mandatario decide reciclar su vieja bronca con Calderón, o hacer pagar una cuota de fricción a los medios, cumplamos esa función con serenidad y pensemos que esa enjundia con la cual habla de los hombres rana y golpes de Estado es un artificio funcional (que si se usa sin medida se convertirá a la larga en impostura). Decir que él se resiste al Huitzilopotztli que clama sangre, en el fondo es un mensaje tenaz para la Casa Blanca.
Analista político.
@leonardo curzio