Morena necesita indisolublemente a López Obrador, Andrés Manuel ya no necesita a Morena. El Presidente de México diseñó un vehículo afinado y competitivo que lo llevó hasta Palacio Nacional. Nadie mejor que él sabe que el Movimiento de Regeneración Nacional fue una exitosa fórmula para alcanzar la Presidencia. Su mirada hacia el partido seguramente es paternal y condescendiente, pero no olvida que es sólo un instrumento que, en su caso, ya cumplió el cometido. Puede repetir todas las veces que quiera que Morena es la herramienta para impulsar la revolución de la 4T. En realidad, fue sólo el medio para acceder a la silla presidencial y obtener el apoyo incondicional del Congreso. Esta visión ajustada de Morena es de la que carecen sus militantes. No podía esperarse otra cosa. Para Yeidkol Polevnsky, Mario Delgado, Bertha Luján y Alejandro Rojas el movimiento es un fin en sí mismo.

La distinción es decisiva para comprender el desapego de López Obrador y la obsesión de los demás por hacerse con la presidencia de Morena. El patético espectáculo que regalan en cada asamblea evidencia lo que es en verdad: un conjunto de pedacería proveniente del resto de partidos con las mimas mañanas y los mismos resabios. Si López Obrador es incapaz de ofrecer a los ciudadanos un partido honesto y respetable, todo indica que es imposible que pueda cumplir con las promesas que le llevaron al poder. Para Andrés Manuel el fin de Morena era la presidencia de la República, para los candidatos a dirigirlo es el fin mismo.

Si se atiende a las encuestas mensuales, se advierte que el objeto de las preferencias electorales en la mayoría de los estados es Morena, en muchos casos con una distancia definitiva respecto de los adversarios políticos. Esta capacidad de arrastre se debe en exclusiva a López Obrador y no a los posibles candidatos de Morena. Los simpatizantes de este movimiento en cargos públicos no se distinguen ni por encabezar gobiernos eficientes ni por realizar oposiciones eficaces. Es decir, es más de lo mismo o peor dadas las esperanzas depositadas. Andrés Manuel es ahora mismo más que Morena, mientras que Morena no está a la supuesta altura de López Obrador. Puesto que éste asume plenamente el papel instrumental del partido, sabe que abandonarlo no mermará su popularidad, mientras que Morena se hundirá en las preferencias. Yeidkol Polevnsky, Mario Delgado, Bertha Luján y Alejandro Rojas no parecen entender el vínculo indisociable entre el Presidente de México y su partido. Quizás por eso dan rienda suelta a una ambición obscena que se traduce en la inexplicable incapacidad para organizar asambleas civilizadas y democráticas.

Como buen calculador, Andrés Manuel prolongará la fiabilidad de Morena hasta las elecciones del 21. Luego, no es descartable que se apee del carro y lo estacione en el primer taller para que lo desbaraten. El problema para Morena es que López Obrador se llevará a los votantes y Morena enfrentará lo que es, un cacharro de deshuesadero. Hay un problema añadido en los candidatos a dirigir el partido. Deberán distanciarse de López Obrador para que Morena adquiera vida propia.

Morena sabe muy bien que no hay vida sin Andrés Manuel y éste empieza a considerar que a lo mejor fuera de Morena se vive muy bien. De momento, López Obrador parece descontento con las luchas intestinas de los candidatos a presidir el partido. De momento, tiene la certeza de que su suerte ya no es la de Morena.

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