Alberto del Castillo Troncoso

Este es el sugerente título del libro más reciente de John Mraz , publicado por la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. De entrada, se trata de una buena combinación entre juventud y madurez. Por un lado, el trabajo del investigador, uno de los pioneros en analizar de manera crítica las fotografías como documentos para la historia en nuestro país, lo que lo ha convertido en referente obligado para varias generaciones de académicos y por el otro, Abraham Nahón, el editor, un joven historiador de aquella universidad, muy dotado para la lectura de las imágenes, autor de una serie de trabajos rigurosos y originales sobre la cultura popular y la construcción de una serie de referentes e imaginarios visuales de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y otros candentes temas en los años recientes.

En su presentación, Nahón nos explica que este trabajo de Mraz tiene un valor muy particular: se trata de las reflexiones de un académico con muchas horas de vuelo en la tarea de trabajar desde distintos puntos de vista una historia de la fotografía y una historia política y social con las fotografías y resalta el hecho de que a pesar de la pertinencia del tema y del hecho de que en México se ha incrementado notablemente entre algunos sectores la preocupación por las imágenes en las últimas tres décadas, este tipo de textos con un interés metodológico para discutir con estudiantes y colegas escasean, por lo que este tipo de esfuerzos resultan muy útiles para todos los interesados en el mundo de las imágenes.

En efecto, como señala el propio Mraz , vivimos en un mundo hipervisual , como resultado de las aportaciones de la fotografía, el cine, el video y toda la imaginería digital y sin embargo, no contamos en los distintos niveles del aparato escolar con cursos y seminarios que nos enseñen a decodificar y a descifrar las imágenes y a lidiar con ellas en nuestra vida cotidiana. Tal es el horizonte paradójico en el que se mueve este libro, que contribuye en su medida a comenzar a plantear las claves de un mapa para ubicarnos en el complejo reto de adentrarnos en el universo del análisis crítico de las fotografías.

Lejos del tono del manual erudito o solemne, la lectura del libro nos permite acompañar al autor en su viaje personal por el mundo fotográfico y compartir sus fobias y sus filias, sus amores y desencuentros con el mundo de las imágenes.

En la primera parte, titulada: “Ver fotografías históricamente: una mirada mexicana”, el investigador realiza un sugerente recorrido por una diversidad de fotografías pertenecientes a diversos archivos, que van del Fondo Casasola de la Fototeca Nacional al Departamento del Trabajo y el Fondo de los Hermanos Mayo del Archivo General de la Nación. En todas ellas subraya la esencia del trabajo de los historiadores, que consiste en indagar en los contextos concretos de las imágenes para construir lecturas e interpretaciones adecuadas en torno a ellas, siempre en relación al período histórico al que pertenecen y con el que interactúan. Este sería para Mraz el “Camino Real” para poder documentarlas. Este tipo de lectura combina las posibilidades de una historia con las fotografías y una historia de las fotografías. La primera se vincula más con la historia social, en la medida en que se vincula con episodios concretos, mientras que la segunda dialoga más con una historia cultural preocupada por la construcción e interpretación de los símbolos y los imaginarios. Ambas son necesarias para el desarrollo de una investigación rigurosa sobre estos temas.

Entre las imágenes analizadas por el autor, se discuten distintos temas y problemáticas que tienen que ver con el género, las herencias culturales, las condiciones materiales de las viviendas, las represiones laborales, las huelgas, las protestas ciudadanas y la vida cotidiana, entre otros muchos asuntos. Fiel a su propuesta, el investigador revisa el contexto concreto de cada una de estas imágenes y apunta claves y referencias para vincularlas a una narración histórica. (1)

Entre todas, me interesa resaltar el caso de dos fotografías, autoría de los Hermanos Mayo –aquel colectivo republicano que peleó en la guerra civil española y luego se adaptó a la realidad mexicana que giraba alrededor del sacrosanto Partido Revolucionario Institucional en 1952, pues nos permite subrayar algunas de las claves más destacadas sugeridas por el autor y nos acerca a los dilemas que pueden trabajarse con una historia de la fotografía alterna a la oficial.

La primera imagen muestra a una madre que llora y acaricia la cabeza de su hijo muerto el primero de mayo de 1952. Se trata de un joven comunista que intentó penetrar la línea oficial de los sindicatos controlados por el gobierno y fue asesinado por Carlos Salazar, un pistolero al servicio del régimen alemanista. La imagen fue neutralizada y resignificada en la importante revista Mañana dirigida por José Pagés Llergo tres años después y convertida en un asunto de nota roja, despojada de su contenido político. Con el tiempo, la foto fue objeto del muralista David Alfaro Siqueiros y adquirió otro estatus, convirtiéndose en un icono de la cultura visual en México.

Historiar fotografías
Historiar fotografías

Julio Mayo
Fondo Mayo, AGN. Ciudad de México, 1 de mayo de 1952
Tomada del libro: John Mraz, Historiar fotografías, UABJ, México, 2018

La segunda se refiere a la golpiza que recibió el propio Carlos Salazar por parte de un grupo de obreros aquel primero de mayo de 1952, después de que el policía asesinara al joven comunista que intentó unirse a la marcha oficial de los sindicatos para manifestar su protesta. La mencionada revista Mañana publicó la imagen y le cambio tambien su significado, pues en el pie de foto correspondiente convirtió al agente del régimen en un peligroso pistolero comunista, el cual habría sido detenido por “la multitud enardecida”.

En ninguna de las dos imágenes se produjo reclamación alguna de parte de los autores de la fotografía, ni tampoco del público lector. Se trata de la época de oro del autoritarismo priísta, aquella que generó periodistas tan corruptos y emblemáticos como Carlos Denegri, hoy retratado de manera magistral por la novela de Enrique serna en El vendedor de silencio.

Historiar fotografías
Historiar fotografías

Hermanos Mayo. Fondo Mayo, AGN. Ciudad de México, 1 de mayo de 1952
Tomada del libro: John Mraz, Historiar fotografías, UABJ, México, 2018

A partir de este tipo de casos, el autor destaca la importancia de la circulación de las imágenes y el poder de los editores para resignificarlas y convertirlas en algo muy distinto de lo que sus creadores imaginaron. Esta es una de las posibilidades más fructíferas que se desprenden de una investigación interesada en dialogar con los contextos. El seguimiento de la circulación de las fotografías enfatiza la importancia del diálogo con las imágenes siempre cambiante desde las coordenadas del presente. Se trata de una sugerente propuesta de trabajo para repensar la historia del fotoperiodismo en México y América Latina.

En la segunda parte, titulada: “Fotografías históricas: géneros, funciones, métodos y poder”, el investigador analiza las múltiples posibilidades de la lectura de las imágenes fotográficas y proporciona algunas pistas importantes para su interpretación, tomando en cuenta que el acto fotográfico carece de neutralidad y se vincula siempre con una trama de poder que resulta necesario descifrar.

Entre los distintos temas a discutir, el autor problematiza dos que me parecen particularmente importantes.

La primera cuestión tiene que ver con el señalamiento de que la historia de la fotografía no se subordina de manera alguna a la historia del arte, ni constituye un subgénero de la misma. Esto es importante porque la gran mayoría de las imágenes fotográficas responden a múltiples intereses que no tiene que ver con el arte ni dependen de cuestiones estéticas. (La fotografía indigenista, científica, campesina, obrera, urbana, la pornografía, la fotografía de la naturaleza, entre muchas otras ). Al contrario, lo que puede afirmarse es que la fotografía artística corresponde a uno de los múltiples géneros fotográficos, los cuales se establecen, nos propone el autor, a través de varios factores, que van desde quien los capta hasta los usos a los que están destinados, pasando por los contextos históricos y geográficos en que se realizan. (2)

La colonización de la fotografía en el campo del arte encontró un punto de referencia sólido en la exposición de Beaumont Newhall en el Museo de arte Moderno de Nueva York sobre la historia de la fotografía, que canonizó el nombre de algunos autores estadounidenses y europeos, al grado de que algún historiador como Helmut Gernsheim señalaba de manera tan cándida como prejuiciada en 1977 que probablemente no quedaba ningún fotógrafo importante por ser descubierto, en una declaración de absoluta ignorancia que descalificaba de un plumazo lo que ocurría en Asia, África y América Latina.

Esta es la importancia de este libro, que traza la mirada sobre otros lugares y rescata la importancia de plantear una historia de la fotografía desde otras coordenadas y parámetros. Se trata de una historia que comienza a definir su vocación latinoamericana y que dialoga ya con una serie de referentes muy cercanos en los países de Brasil, Argentina y Uruguay, entre otros, con autores que van de Ana Maria Mauad y Boris Kossoy a Magdalena Broquetas, Ana Longoni, Carlos Alberto Sampaio, Cora Gamarnik, Charles Monteiro y Gonzalo Leiva, entre otros investigadores que han ido conformando una comunidad alrededor de estos temas en las décadas recientes.

La segunda cuestión se refiere a una reflexión en torno a la fotografía documental y el fotoperiodismo, que le permite desmontar el dogma según el cual los autores de la imagen no inciden en lo fotografiado, una creencia en la que se sustenta en gran parte la credibilidad del fotoperiodismo. Se trata de un asunto delicado, que según Mraz responde no solo a una cuestión ética, sino sobre todo metafísica y para el cual cabe apelar a historizar el tema con la ayuda de investigadoras como Gretchen Garner, quien ha demostrado que dicha creencia no es eterna, sino que se construyó apenas en la década de los treinta del siglo pasado, lo que permite trazar las coordenadas históricas a partir de las cuales este proceso comenzó a problematizarse entre distintos sectores.

En este contexto, el autor se planeta las diferencias entre la conformación de géneros tan importantes para el la historia del fotoperiodismo como el reportaje y el ensayo fotográfico, partiendo de la base de que para el primero es importante la cobertura de un suceso noticioso, mientras que el segundo nace en la mente del fotógrafo, que de esta manera tiene un mayor grado de control autoral sobre su trabajo.

En lo personal, este tipo de ideas me hacen pensar en la posibilidad de leer en esta clave el trabajo de algunos de los fotógrafos más destacados de los años recientes como Elsa Medina, Christa Cowrie, Marco Antonio Cruz, Ruben Pax, Raúl Ortega, Antonio Turok, Pedro Valtierra, Frida Hartz, Eniac Martínez, Fabrizio León y Francisco Mata, cuya labor resultó de gran importancia para la fundación y consolidación de algunos de los departamentos de fotografía más importantes de la historia reciente del fotoperiodismo en México, y luego la formación de algunas de las agencias fotográficas independientes de mayor peso en nuestra cultura visual. La lectura de estos fotógrafos a partir de sus contextos concretos y la forma en que se han leído sus obras desde distintas condiciones de recepción nos permitirá enriquecer una historia social y cultural de la fotografía que encuentra múltiples puentes y vasos comunicantes en otros países de América Latina.

A lo largo de su relato, el autor se refiere a su propio trabajo, lo que permite al lector acercarse a los vericuetos testimoniales y compartir sus ansiedades y frustraciones, lo mismo que sus aciertos y sus logros. Así nos enteramos como concibió Mraz su investigación sobre Nacho López con una serie de ideas inexactas, como su creencia inicial en un supuesto izquierdismo militante del fotógrafo, lo cual hubo de ir rectificando acotando y matizando a lo largo del proceso de la propia investigación, a partir de la confrontación misma con las fuentes documentales, hasta reconocer e identificar la faceta más importante de Nacho no como el reportero que el autor había imaginado, sino como un brillante creador de relatos y ensayos visuales.

Historiar fotografías
Historiar fotografías

Nacho López. Imagen de la secuencia “La venus se va de juerga”. Ciudad de México, 1953.
Tomada del libro: John Mraz, Historiar fotografías, UABJ, México, 2018

En síntesis, estas son algunas de las virtudes más importantes de este libro, que proporciona ideas y puntos de partida que se pueden leer y discutir en el contexto de la historia reciente de la fotografía en México de una manera apasionada, que no excluye el rigor en la presentación de las ideas y los planteamientos.

Me tocó presenciar la presentación de este texto en el mes de marzo de este año en la ciudad de Bogotá y pude constatar el diálogo que ya inició esta obra con los públicos de otras naciones, en este caso de Colombia, país con el cual compartimos una serie de problemas, en particular todo lo que se refiere a los temas de la violencia y el narcotráfico. En este sentido, no es casual que en el momento de la presentación del libro se estuviese exhibiendo una gran exposición sobre el trabajo del gran fotógrafo Jesús Abad Colorado en torno a distintas masacres llevadas a cabo tanto por las Fuerzas Armadas de la Revolución de Colombia (FARC) como por los grupos paramilitares en contra la población en algunas zonas de Colombia. La reflexión foto-histórica tiene una gran importancia para ubicar el espacio de la solidaridad ciudadana con las víctimas de la violencia y constituye una de las piezas clave para la búsqueda de soluciones en aquella región de América Latina. Las premisas del libro de Mraz fueron discutidas en aquella presentación a la luz de este tipo de procesos, en los que cabe distinguir la discusión generada en el público por los límites entre el reportaje y el ensayo fotográfico para un profesional de la lente interesado en recuperar episodios vinculados a la violencia y a la guerrilla, que resultan tan importantes en el caso de la Colombia de los años recientes.

La recepción de este libro también ha sido muy rica en este país. Al respecto vale la pena mencionar su discusión en la ciudad de Oaxaca con estudiantes y profesores de la universidad de aquel estado, que señalaron la importancia de ampliar la discusión de ideas y conceptos en torno a las premisas teóricas y las diversas metodologías para el tratamiento histórico de las imágenes ponderando para el caso de aquel estado los límites entre la historia del arte y la historia social, con casos tan importantes como la obra de Francisco Toledo como punto de partida para la reflexión.

Más recientemente, cabe mencionar el caso del Instituto Mora, donde se ha consolidado en los últimos diez años el seminario “La mirada documental” como un reconocido espacio convergencia entre estudiantes e investigadores de la fotografía. En dicho espacio se discutió extensamente sobre los distintos aspectos teóricos y metodológicos implícitos en el libro, por parte de un grupo que viene realizando desde hace varios años aportaciones importantes en el terreno de la historia social y cultural de la fotografía, con autores como Rebeca Monroy, Deborah Dorotinsky, Ariel Arnal y Daniel Escorza, para solo mencionar a algunos de los académicos más identificados con este espacio.

En síntesis, a poco más de tres décadas de la aparición de algunas de las publicaciones del autor, como sus trabajos pioneros sobre Nacho López, o el fotoperiodismo mexicano de los noventas, resulta interesante observar como una nueva generación de historiadores ha repensado sus conceptos y categorías y los ha sometido al terreno de la prueba empírica para analizar a una parte significativa de la historia reciente de México y América Latina.

Al final, pero no al último, cabe resaltar la sobria edición del libro, a cargo de Abraham Nahón con el diseño de Judith Romero. Con este valioso equipo, esta publicación contribuye a democratizar el uso y la circulación de este tipo de textos entre un público cada vez más amplio y al mismo tiempo exigente sobre la revisión de estos temas.

Investigador del Instituto Mora/Conacyt

1 Entre otros de los fotógrafos analizados en el libro cabe mencionar a Manuel Álvárez Bravo, Armando Salmerón, los Hermanos Mayo, Jorge Miranda, Filgenio Vargas, Hugo Brehme, Francisco Mata, Julio Mayo y Nacho López, así como otros de procedencia anónima contenidos en diversos acervos nacionales.

2 Entre otros de los autores debatidos en este texto cabe mencionar a Walter Benjamin, Fred Ritchin, Susan Sontag, Boris Kosooy, Ariel Azoulay, Vilém Flusser, Pierre Bordieu, Barbara Epstein, Siegfried Kracauer, Charles Pierce, Roland Barthes, Alan Sekula, Martha Rosler, Sally Stein, Gregory Bateson, John Berger, Tzetvan Todorov, John Szarkowski, Rudolf Arnheim y Kendall Walton, Es significativa la referencia pues nos permite trazar un primer mapa conceptual del universo en el que se mueve este trabajo.

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