Giovanni Alejandro Pérez Uriarte

En las últimas semanas fuimos blanco de intensas campañas políticas en las que cada partido intentó convencer al electorado de ser la mejor opción para gobernar. En ese sentido, llamó mi atención el modo en que se involucraron personajes que se dedican o dedicaron al deporte profesional, ya fuera futbol, clavados, box o lucha libre. Después de escuchar sus discursos, sus frases propagandísticas y sus intervenciones en debates, no pude evitar preguntarme, ¿qué aportaban estos candidatos a las discusiones públicas desde su experiencia como deportistas profesionales? ¿De qué modo referían al deporte y contribuían al entramado ideológico de sus partidos y a los proyectos políticos que representaban? Después de meditarlo concluí que aportaban poco, casi nada. Incluso dudé seriamente que durante las campañas se confrontaran ideologías o que los partidos tuvieran proyectos políticos definidos. Las promesas de los candidatos se componían de frases huecas y muchas veces ambiguas, lugares comunes, referencias a la justicia, la seguridad, la paz y el bienestar social, sin referir a planes concretos ni a estrategias precisas.

Una de las anécdotas que podría resumir el desempeño de la mayoría de estos personajes la protagonizó el luchador Tinieblas, quien como candidato por el partido Redes Sociales Progresistas contendió por la alcaldía Venustiano Carranza. Durante un debate fue cuestionado sobre el modo en que pensaba impulsar el respeto, la aceptación y la inclusión de la comunidad LGBTTIQ. Su respuesta: el silencio incómodo. Después de unos segundos y de que le repitieran la pregunta, habló de sus recorridos por los barrios y expresó algo parecido a una carta de buenas intenciones que nada tenía que ver con el cuestionamiento.

La participación de las y los deportistas en la política no es un fenómeno nuevo. Prueba de ello son personajes que ya han ocupado cargos públicos, como el exfutbolista Carlos Hermosillo, la exvelocista Ana Gabriela Guevara o el exdelantero del América y de la selección mexicana Cuauhtémoc Blanco, actual gobernador de Morelos. De los casos que conocemos no identifico a alguno que sea recordado por impulsar proyectos en beneficio de sus comunidades o que se destaque por su honestidad, eficiencia y responsabilidad. Si, además, durante las campañas los debates y las propuestas fueron pobres y limitadas, y si los deportistas no contribuyeron a enriquecer las discusiones, ¿cómo se explica su participación en las contiendas electorales?, ¿por qué han contado con el respaldo de los partidos?, ¿de qué modo las agrupaciones políticas se benefician de estos candidatos?

Votar y ser votado es un derecho ciudadano. No creo que los cargos públicos deban ser ocupados exclusivamente por personajes que algunos llamarían “políticos profesionales”. Sin embargo, considero que la participación de estos deportistas, individuos que gozan de cierta fama y prestigio en un ámbito supuestamente ajeno a la política, sugiere que las elecciones funcionan como una contienda en la que se vota por quien te parece más simpático, en vez de por quien te convenció por su habilidad argumentativa, contraste de ideas y defensa de un proyecto de nación.

Desde mediados del siglo pasado los deportistas famosos han sido representados como la encarnación del éxito. Generalmente el deporte se asocia a ciertas características deseables, como la disciplina, el respeto, la honestidad y la responsabilidad. Asimismo, es común escuchar que la esfera del deporte es ajena a la política, algo parecido a un espacio de pureza que cubre a los practicantes y los protege de los vicios y las tentaciones. Me parece que por ello los deportistas que gozan de cierta popularidad – y los que no tanto – son vistos por los partidos políticos como figuras que pueden garantizarle votos a su causa a pesar de que en algunos casos no cuenten con lo necesario para desempeñarse satisfactoriamente como servidores públicos. De tal modo, no sorprende que un partido como Redes Sociales Progresistas –aunque no sólo este– eche mano de la fama de estos individuos para, sin propuestas ni programa político, mantener el registro y los ingresos que conlleva.

Poner atención en el uso que los partidos hacen de estos personajes, ya sean deportistas, personas de la farándula o políticos de cualquier tipo, nos obliga a repensar la democracia que tenemos y nuestra responsabilidad ciudadana a la hora no sólo de votar, sino de valorar el desempeño de los gobernantes y decidir, más allá de las urnas, de qué modo tratamos de incidir en el rumbo que toma nuestra sociedad. En el marco de este sistema electoral que nos cuesta millones de pesos, ¿qué votamos cuando votamos?, ¿un proyecto político o la simpatía de alguien que anotó muchos goles o actuó en telenovelas? Si concluimos que para alcanzar un cargo de elección popular lo segundo pesa más que lo primero, creo que deberíamos preocuparnos y repensar qué hemos hecho como sociedad –y qué no– para estar así.

Giovanni Alejandro Pérez Uriarte es licenciado en Estudios Latinoamericanos y Maestro en Historia por la UNAM. Actualmente es doctorante de Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto Mora. Sus investigaciones versan sobre la historia social y cultural del deporte en México y América Latina. Desde 2017 forma parte del Seminario Historia de la Educación Física y los Deportes en México, coordinado por la Dra. María José Garrido.


@UriarteGio

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