¡Alto! No intente pronosticar lo que sucederá en esta crisis en base a la historia. La gran mayoría de los eventos en el pasado fueron causados por riesgo sistémico detonando un colapso bursátil o económico generalizado. La recesión actual es resultado de un shock externo provocado por las medidas adoptadas para contener la propagación del Covid-19.

Diseccionando las crisis

A través de la historia, la mayoría de las crisis han compartido tres ingredientes fundamentales.

En primer lugar, está una liberación financiera excesiva. Las reglas para otorgar créditos y financiamientos a personas y empresas tienden a relajarse y como resultado, la probabilidad de impago aumenta considerablemente. Además, las instituciones financieras se tornan creativas en el desarrollo de productos financieros, muchos de estos con riesgos implícitos que no todos los inversionistas comprenden a profundidad. Finalmente, la posibilidad de posicionarse ante distintos eventos de mercado con una inversión mínima (i.e. margen) incrementa exponencialmente los riesgos para los participantes.

Los especuladores constituyen un segundo elemento. Para ellos, los métodos tradicionales de valuación de activos financieros y la toma de decisiones en base a eficiencias de riesgo y rendimiento pasan muy a menudo a un segundo plano; lo importante es tener ganancias rápidas y significativas. El ambiente especulativo puede también generarse por una inconveniente convergencia de sesgos de finanzas conductuales, por ejemplo, la “mentalidad de manada”. Además, al romperse la burbuja especulativa, la conducta irracional también intensifica el ciclo negativo. En este sentido, la aversión a pérdidas empuja a los inversionistas a vender posiciones perdedoras a cualquier precio para evitar experimentar más dolor, sin importar que las perspectivas de recuperación sean altas.

Finalmente, el tercer elemento típico de una crisis es un activo en particular que recibe el interés desmedido de los inversionistas. Muchos tienden a pensar que el sector de bienes raíces es a menudo la fuente de un colapso en los mercados financieros, pero la historia nos muestra que no es así. Metales, divisas, petróleo, productos agrícolas e incluso páginas de internet han sido en el pasado activos sobre los cuales se ha especulado de forma tan intensa que el abrupto final de estas prácticas ha detonado crisis bursátiles y económicas.

Casos prácticos

Veamos estos tres elementos en la práctica. En 1637, la Crisis de los Tulipanes estalló después de que un solo bulbo de la flor se cotizara en montos equivalentes a grandes propiedades o años de salario para una persona promedio. La gente entonces tomaba fuertes deudas para tener exposición a los tulipanes en un mercado de futuros naciente. Casi 300 años más tarde, la Gran Depresión de 1929 surgió después de que los inversionistas comenzaran a especular en acciones americanas con dinero prestado. Y en la crisis de 2008, la facilidad de crédito junto con bursatilizaciones de hipotecas, muchas veces con productos derivados complejos, se traducían en más dinero disponible para financiar bienes raíces. Al reventar la burbuja el mundo entero se vio inmerso en una de las mayores recesiones de la historia.

2020 es diferente

La crisis actual es resultado de una decisión a conciencia por parte de las mayores economías del mundo para restringir la movilidad de gente y productos y con ello limitar la propagación del Covid-19. Los más de USD8tn en estímulos aprobados junto con una relajación gradual de las medidas de bloqueo económico ayudarán a que la recuperación sea en forma de “V”. Esto quiere decir que, hacia la segunda mitad de 2020, el crecimiento económico global debería retomar una tendencia alcista que se consolide en 2021 cuando las mayores economías del mundo registren crecimientos considerables de su producto interno bruto.

Lo que está por venir

Diseccionar las crisis del pasado para identificar elementos en común hace sobre todo sentido para tratar de predecir la siguiente crisis. Dos áreas merecen nuestra atención: la creciente deuda a nivel global y el incipiente mercado de criptomonedas.

La deuda global supera hoy en día los US250tn, equivalente a más de 320% del Producto Interno Bruto (PIB) del mundo. Durante años, los gobiernos, las empresas y los individuos se han beneficiado de tasas de interés cada vez más bajas. Hacia delante, las perspectivas son todavía más radicales a medida que los bancos centrales siguen bajando los costos de financiamiento para fomentar mayor dinamismo en las economías. Tasas cercanas a cero e incluso negativas por varios años en los mercados desarrollados podrían fomentar mayor apetito por deuda. Hay que poner particular atención en Estados Unidos por el aumento de la deuda fiscal y corporativa, así como en China por el alza del endeudamiento de empresas no financieras.

Respecto a las criptomonedas, no es noticia el gran interés que despiertan en el público inversionista. Creemos que el desarrollo de monedas digitales de bancos centrales (CBDC) atraerá todavía más expectativas sobre muchas de ellas y con ello, la posibilidad de alzas especulativas. China por ejemplo, ha intensificado su desarrollo del e-RMB, que podría convertirse en la primera moneda digital operada por una economía importante. El Reino Unido, Suecia y Bahamas, entre otros, están también en fase de análisis. Hoy en día, el gran inconveniente de invertir en criptomonedas es que no existe un activo tangible detrás de muchas de ellas ni flujos de efectivo a los cuales pueda aspirar un inversionista. Esto hace que los métodos de valuación tradicionales queden obsoletos. Como resultado, las inversiones especulativas tenderán a dominar los movimientos de precios para estos activos, por lo menos en el mediano plazo.

Director para América Latina de productos y soluciones del banco Julius Baer.

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