¿Podrá México, país amado y en vilo, avanzar hacia un futuro diferente?

¿Seremos capaces de remontar la decadencia que no deja de estorbar a la transición que no logra imponerse?

¿Cómo superar la miseria de la política?

Preocupado no sólo por cuidar a las gallinitas de mi corazón y a los míos, por la suerte de mi salud y la de todos, cada mañana mis sentimientos y emociones se ameritan en la convicción de que más que caminar sobre cenizas caminamos, tropezándonos, sobre brasas.

Sobre lo odioso antiguo.

Y, peor, y esto vale para nosotros y para el mundo, en la certeza de que la política, tan necesaria en un tiempo de tantos agravios, crisis e incertidumbres, no puede continuar siendo el ejercicio del pragmatismo feroz sin principios.

La democracia falsa, la corrupción de lo político, de lo público, que vino al mundo disfrazada de mudanza histórica.

Hace 20 años, cuando la visionaria y aguda intelectual francesa Vivianne Forrester denunció la esencia del no declarado poder hegemónico: “Vivimos bajo un régimen político nuevo, de carácter internacional e incluso planetario, que se instauró sin ocultarse pero a espaldas de todos, de manera no clandestina sino insidiosa, anónima, tanto más imperceptibles por cuanto su ideología descarta el principio mismo de lo político y su poder no necesita de gobiernos e instituciones.” (Una extraña dictadura, Méx, FCE, 2000.)

El nuevo poder político que descartaba el principio mismo de lo político, que llegó para desviar el sentido mismo del término “economía”, antes vinculado con la vida de la gente y en adelante reducido a la mera carrera por las puras ganancias.

La desaparición aparente de lo político para favorecer las economías privadas, mal llamadas “economía de mercado”.

La desaparición de lo político y la consolidación del capitalismo salvaje mediante el encumbramiento de líderes “anti-políticos” que llevarían a la ruina a las transiciones y esperanzas democráticas, abriéndole la puerta de regreso a la vieja política pragmática desprovista de principios.

Persuadido de esta batería de ideas tan ausentes o raras en el momento de la elección presidencial de México del año 2000, escribí, en mi columna dominical “Diario de la decadencia” del periódico Milenio , el mismísimo día 2 de julio, una un poco ruda pero sugerente “Carta abierta a Enrique Krauze”, promotor archi ameritado de la candidatura de Vicente Fox y de la transición mexicana.

“¿(Porque, Señor Krauze) qué tan fuerte podrá ser una democracia -escribí- que se sustenta en la degradación sistemática y preocupante de la política y la institucionalidad, en la presencia de una partidocracia degradada y degradante, y en la fuerza innegable del caudillismo y las dinastías? ¿Qué tan durable puede ser el nuevo orden del sufragio que descansa, entre otros factores, en el poder mediático y publicitario en el que usted actúa como un sabio mandarín estratégico? ¿Qué “Democracia sin adjetivos” tendría la capacidad para enfrentar al amenazante, creciente y ya casi imprescindible Estado Mafioso?

Un mes después de estruendoso y contundente triunfo

fml

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