Ayer jueves Andrés Manuel López Obrador comentó en su homilía mañanera que había propuesto a los diputados que se legislara para que los normalistas obtuvieran una plaza automática en el sistema público de educación. Su argumento fue una pregunta: ¿por qué se debe de evaluar a los normalistas si ya fueron formados como profesores y acreditaron sus estudios universitarios? El presidente parte de una premisa sencilla, pero completamente falsa, que se puede formular de la siguiente manera: acreditar un grado o nivel escolar equivale a adquirir los conocimientos, habilidades, destrezas, valores y actitudes de las distintas disciplinas que se establecen en los planes y programas de estudio correspondientes. Por desgracia, el presidente se equivoca rotundamente.

En el mundo entero está muy bien estudiada y fundamentada la triste realidad de que los aprendizajes se distribuyen de manera muy desigual entre los estudiantes que estudian un mismo grado, no solo entre distintas escuelas sino, además, de un estado a otro y entre distintos países. El aprendizaje es mucho más complejo que asistir a la escuela y cursar asignaturas y, si bien, hay una relación estrecha entre los años de estudio y los conocimientos adquiridos, la relación es muy imperfecta y abundan las excepciones. Lo anterior lo documentó ampliamente el hoy extinto INEE , que demostró que al término de la primaria los estudiantes podían diferir en sus habilidades matemáticas y lingüísticas hasta en cuatro grados escolares y al término de la secundaria hasta en seis grados escolares. Otras investigaciones han mostrado que los estudiantes que ingresan a la universidad carecen de las habilidades y conocimientos básicos que se enseñaron en la primaria y en la secundaria.

Tanto el INEE como la SEP y los organismos internacionales (ONU, OEI, OCDE, IEA) han estudiado abundantemente el fenómeno de los escasos aprendizajes que los estudiantes adquieren al término de ciertos grados escolares o edades cronológicas. Basta con recordar los estudios de Coleman en los años sesenta, quien demostró la existencia de diferencias abismales entre los estudiantes afroamericanos y los anglosajones, a pesar de que ambos grupos habían acreditado los mismos grados escolares. Igualmente, hay que recordar el informe del Congreso Norteamericano A Nation at Risk (Una nación en riesgo) en los años 80, que demostró que los estudiantes norteamericanos no adquirían los conocimientos básicos esperados y que, por ende, el país estaba en desventaja para competir científica y económicamente con otros países. Este informe provocó una fuerte reacción del sistema educativo estadounidense que enfatizó el uso de “controles de calidad” en el proceso educativo; lo que se tradujo en evaluaciones para certificar el aprendizaje de los estudiantes durante el proceso escolar, así como las competencias pedagógicas de sus docentes.

El aprendizaje es el punto nodal de la educación en cualquier país, pero también la meta más difícil de alcanzar. No basta con asistir a clases para aprender , sobre todo si éstas no tienen la calidad pedagógica para activar las habilidades cognitivas necesarias para lograr lo que se conoce como aprendizaje profundo (deep learning), que supone un dominio del conocimiento que es transferible a situaciones de la vida real (distintas a las del salón de clases) y que no se pierde con el paso del tiempo, como ocurre con el aprendizaje memorístico para-pasar-un examen.

Por las muchas deficiencias que padecen los sistemas educativos es que, en algunos países, incluyendo el nuestro, se establecen evaluaciones para certificar las competencias adquiridas, como es el caso de los exámenes de certificación de competencias médicas, que presentan los estudiantes de medicina al término de su carrera o los exámenes que realizan los pilotos para conseguir su licencia temporal para poder volar algún tipo de avión.

Por lo anterior, es obvio que el presidente parte de una premisa completamente falsa y que nadie en su equipo es capaz de orientarlo o contradecirlo. El pase automático es un grave error que ocasionará que los normalistas (y la CNTE ) estén muy contentos y que el resto del país esté muy triste. Pero, sobre todo, es una mala señal que se estén privilegiando los intereses del sindicato sobre los derechos de los niños a aprender y de los padres a tener hijos mejor educados. Es una pena que en materia educativa el presidente y la 4T gobiernen con base en ocurrencias y desprecien las evidencias.

Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A.C.
@EduardoBackhoff

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