En el país, cada día se conocen nuevos datos que confirman la necesidad de otorgar atención psico-emocional a millones de personas.
Especialistas señalan que ha crecido la demanda de jóvenes por apoyo psicológico. Las razones por las que más solicitan atención profesional es por altos niveles de ansiedad, depresión y comportamiento suicida y autolesivo, atribuidas al deterioro de las oportunidades laborales que dejó la crisis económica ocasionada por la pandemia, y que la economía no ha logrado recuperar los empleos perdidos por cierre de empresas.
De acuerdo con el Inegi, en el periodo abril-junio la tasa de desempleo entre jóvenes de 15 a 29 años fue de 7.3%, contra 4.2% de la población en general.
Otro sector del que empieza a conocerse su necesidad de atención psicológica es el de menores que fueron víctimas de maltrato durante los meses de distancia social. Solo en el Estado de México se multiplicó por cuatro el número de niñas o niños que son retirados de ambientes de violencia familiar, al pasar de seis a 25 al mes. Las denuncias se incrementaron, tras el regreso a clases presenciales.
Aunque no hay datos exactos sobre la cantidad de personas afectadas, los registros de mayor demanda de atención que están detectando psicólogos deberían bastar para que las autoridades voltearan a ver este tema con el fin de conocer su dimensión real.
Sea por el confinamiento, por la crisis económica derivada de la pandemia o por las situaciones de violencia familiar que se acentuaron en el encierro, las afectaciones mentales tendrían que ser atendidas por el sector salud lo más pronto posible. Sería lamentable que se minimizara el tema y se condene a una generación a no recibir tratamiento de las situaciones emocionales que inciden en su vida diaria y puede generarles un futuro emocionalmente inestable.
Ahora que se ha desacelerado la pandemia de coronavirus, cada día se confirma que no somos los mismos de antes en los ámbitos social y económico… y menos en el mental.