En la mitología griega clásica dioses y diosas interferían continuamente con el devenir de la humanidad. Las diosas eran consideradas como deidades poderosas. En La Odisea, Homero relata que Ulisses era el protegido de Atenea, gracias a lo cual un simple mortal llegó a emular, e incluso en ocasiones superar, las hazañas de semidioses como Hércules o Aquiles. El mito relata un contexto en el que las mujeres estaban a la par de los hombres. Sin embargo, en el mismo contexto mitológico, se relata la venida a menos de las féminas: una versión de la historia de Medusa, habla de una mujer hermosa que es violada por un dios; la esposa de éste se da cuenta e incrimina a la víctima; castigando su belleza, la convierte en monstruo y la condena a convertir en piedra a cualquiera que contemple su rostro directamente. El mito nos habla del poderío y de la caída de las mujeres en la historia de la humanidad.

Con excepción del mito griego, la mayoría de las religiones colocan a la mujer en un papel de sumisión ante el hombre. En el antiguo testamento el relato de la creación sostiene que la mujer es un subproducto del hombre. Sólo los relatos poco conocidos de la antecesora de Eva, Lilith, hablan de una mujer que se negó a ser sumisa y recibió un castigo divino. En la actualidad, la iglesia que probablemente sigue siendo la más poderosa del mundo, la católica, tiene como líder a un hombre. Se pierde entre las brumas de la Historia y la leyenda el rumor de que hubo por lo menos un par de mujeres que ostentaron el título de Papa, pero lo hicieron disfrazados como hombres.

En el terreno científico las cosas no han sido mejores. El número de contribuciones a las artes y las ciencias a lo largo de la historia de la humanidad probablemente es menor de parte de las mujeres que de los hombres, porque históricamente a ellas se les ha dado menos oportunidades y menos protagonismo en los anales de la historia. Sin embargo, en un contexto donde se permite que puedan formarse en dichos terrenos, inmediatamente surgen talentos femeninos, tanto en Ciencias y Artes como en el mundo de los negocios, Finanzas y la política.

La igualdad de oportunidades para hombres y mujeres no se ha alcanzado. Sobran estudios que muestran que los ingresos de ellas suelen ser, en promedio, hasta treinta por ciento menores al de ellos, por la realización del el mismo trabajo. La proporción de mujeres en puestos directivos, en los sectores público, privado o social, es por mucho inferior al de hombres. Esto demuestra que no hemos logrado una autentica igualdad de oportunidades.

El evento convocado para el día nueve de marzo, en el que se convoca a las mujeres a no realizar actividades económicas, será un evento interesante que probablemente ayudará cuantificar el impacto económico que tiene la mano de obra femenina en la economía. La ausencia ayudará a reconocer su importancia, por lo menos en el terreno económico, tal vez el efecto vaya más allá de esto y se pueda medir el impacto político y social, eso está por verse. También veremos si actúan monolíticamente o hay diferencias entre ellas. El experimento social será interesante y ayudará a darnos cuenta de lo que nos falta para lograr auténtica igualdad de oportunidades en lo económico, lo político y sobre todo, la demanda más importante, en la seguridad y el acoso hacia ellas.

Es importante, reconocer que la gran mayoría de las mujeres no tiene, ni ha tenido las mismas oportunidades que los hombres. Pero algunas que han escalado, han mostrado que también presentan algunos vicios que se consideraban masculinos como la corrupción o el abuso del poder. Tal vez esta

es la parte sombra del empoderamiento femenino, pero no es razón para otorgarles las mismas oportunidades. El nueve de marzo veremos los efectos de este paro, esperemos que los resultados operen a favor de ellas.

Profesor de Tiempo Completo del Centro Universitario UAEM Nezahualcóyotl.

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