No sé como sean las personas en las Seychelles, Tayikistán, Brunei o San Marino. Pero lo que sí sé es que de este lado del mundo nos encantan las teorías de la conspiración. Desde chiquitos les vamos agarrando el gusto. Todo niño que reprueba en conducta, de inmediato le dice a sus papás: “Es que la maestra la trae contra mí” (aceptar que no nos para la trompa en clase sería un suicidio, y eso jamás).

Esta forma de pensar se refleja en todos los aspectos de la vida. ¿Conocen a alguien que, tras ser despedido, haya aceptado que lo corrieron por incapaz o vago? Por supuesto que no. Siempre es por culpa de algún recomendado o por la querida del patrón.

Si así somos la decimoquinta economía del planeta, imagínense lo que seríamos si las grandes corporaciones no estuvieran llenas de incompetentes o señoritas cuyo único mérito es ser la novia del jefe. En política es lo mismo. Si se pierde una elección fue porque hubo fraude. Si un país latinoamericano estalla por una dictadura, es culpa de Estados Unidos .

Así somos y, por supuesto, en el futbol tenemos la misma reacción. Si pierde nuestro equipo, el árbitro nos robó. Además, todo es culpa de las malditas televisoras. Siempre tienen todo arreglado. Si fuera así ¿por qué el América no gana cada año y medio una Liga (cada seis meses sería muy obvio), o por qué estuvieron 13 años sin ser campeones?, ¿por qué Monarcas tiene sólo un campeonato de Liga?

El domingo, el penalti que marcaron en contra de México mató todo argumento racional. De inmediato, se señaló a la FIFA de corrupta, porque —claro— “a ellos les convenía que Brasil ganara”. Cuando la realidad es que a Gianni Infantino le importa más el clima en Hawaii que qué equipo se corona en un Mundial .

El negocio está en los derechos de televisión y no en quién levanta el trofeo. Si la FIFA arreglara partidos, explíquenme por qué Brasil se comió siete goles en su Copa del Mundo . O díganme por qué China e India (los mercados más apatecibles del planeta, porque combinados suman dos mil 788 millones de personas) no reciben ayuda para clasificar al Mundial.

Lo sucedido en la cancha este domingo pasó a segundo término, como pasó en Brasil 2014. Es más fácil ser la eterna víctima de un complot que aceptar que Brasil mereció más el triunfo. Pero no olvidemos una cosa: el papel de damnificado de la maldita FIFA se asume por conveniencia, porque no escuché a nadie indignado porque en las semifinales le anularon un gol válido a los holandeses.

Adendum

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Hasta Knut está orgulloso de lo hecho por estos chavos. Aunque no ganaron, lo que hicieron es para aplaudirles hasta que ardan las manos.

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