“Eres tan bueno, o tan malo, como tu último resultado”. Esa es una de las frases más usadas por los deportistas, en especial los futbolistas, y puede ser considerada la sentencia perfecta para definir lo que sucedió en el balompié mexicano durante los últimos meses. Y es que la memoria, tanto de aficionados y periodistas, es tan corta que todo se reduce a lo inmediato. No hay más que analizar, ni valorar.

Hasta principios de marzo, en Coapa había un grupo de futbolistas sin la calidad y el corazón necesario para vestir la camiseta americanista (a pesar de que en los dos torneos anteriores dominaron la tabla, sin aspavientos). Ese grupo de “forajidos” debía abandonar al club, junto con Santiago Solari y la directiva, y el América debía reinventarse. Hoy, esos mismos jugadores son considerados candidatos a ser campeones del balompié nacional.

En Guadalajara, había mucho afecto y buenas vibras, supuestamente, pero no ganaban ni un interescuadras y el plantel era considerado medianito (por usar una palabra amable). Se fue Marcelo Michel Leaño y el Rebaño Sagrado se convirtió en una máquina de ganar. Cuatro partidos con Ricardo Cadena como interino, y los rojiblancos se impusieron en todos. Chivas se quedó fuera de la Liguilla directa sólo por diferencia de goles y, ahora sí, la 13 (dicen) está a la mano.

Ricardo Ferretti ya no sirve. Muchos afirman que se quedó anquilosado y debería retirarse de los banquillos. Es verdad que dirigiendo al FC Juárez no le ha ido bien, pero también es verdad que el Tuca es el entrenador más ganador en la historia de la Primera División, con siete títulos conquistados, empatado con don Nacho Trelles. Y no es que el último lo ganara hace 20 años. Su última vuelta olímpica en Liga fue en el Clausura 2019.

Ahora, lo que más me sorprendió en estos cinco meses de 2022 sucedió en La Noria. Olvidemos el desgarriate directivo de febrero (si un club en México es capaz de ponerse el pie solito, ese es Cruz Azul). Lo que me dejó perplejo fue escuchar los gritos de “¡Fuera [Juan] Reynoso!”. Hace menos de un año, el peruano acabó con la sequía de 23 años sin ganar una Liga. El idilio entre el símbolo que había sido parte del último campeón y que volvió para terminar con el sufrimiento del pueblo cementero se acabó. ¿Y si es campeón?

Está claro que todo está supeditado al resultado. Todo es así de volátil. Y luego nos extraña que en nuestro futbol los proyectos duren menos que un ya sabe que en la mano.

Adendum. “Si en España pedían la salida de [Diego] Simeone, aquí qué esperabas”, me escribió Knut, tras enviarle la columna, ayer.

futbol@eluniversal.com.mx

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