Habrán pasado unos 17 años, la verdad no recuerdo bien la fecha. Pero justo me acordé de esa llamada telefónica. Mi tío Julio me explicaba que tres argentinos vendrían a México y que querían conocer el Estadio Azteca , y que yo era el indicado para llevarlos.

Acepté la misión, conseguí los boletos y —a los pocos días— fuimos al partido. Si no me equivoco, el Atlante recibía al Pachuca ; eso no lo tengo muy claro, pero lo que sí es un hecho es que el juego fue malísimo y había poca gente en la tribuna.

Los pamperos estaban felices de conocer el templo en donde se consagró Diego Armando Maradona . Parecía que lo aburrido del partido no importaba (igual me disculpé por el bajo nivel). También noté que estaban extrañados.

Les pregunté el por qué y me respondieron que no podían concebir que aficionados de equipos distintos convivieran en las tribunas sin problemas, para finalmente decirme “qué afortunados son ustedes, el futbol aquí se vive como lo que es: un espectáculo deportivo”.

En estos 17 años (que son un suspiro), las cosas fueron cambiando gradualmente. Y aunque no hemos llegado al grado de descomposición que hay en los estadios de la Argentina de aquellos visitantes, la paz en las tribunas y en las inmediaciones de los estadios mexicanos parecen un simple recuerdo.

Y la culpa no es sólo de los desadaptados que asisten al estadio con sed de violencia. No aprendemos, y parece que no nos interesa aprender. El sábado pasado fue en Guadalajara . Hace unos meses, Monterrey se convirtió en un campo de batalla. En Veracruz , se vieron imágenes terroríficas en un duelo ante Tigres .

En San Luis Potosí , vimos a niños huyendo despavoridos hacia la cancha para alejarse de la pelea. Se podrían enumerar muchos más casos en particular, pero no hay espacio suficiente. Lo que debemos tener claro es que cada año hay, en promedio, cuatro acontecimientos violentos en el futbol mexicano.

Y eso sin contar los pequeños brotes que no son captados por las cámaras. Hay muchos responsables: las autoridades, porque las leyes para castigar a estos vándalos son ridículas; los directivos de los equipos, porque suelen minimizar el problema y lo barren debajo de la alfombra (con la típica condena televisada en contra de los violentos...Mismos que son patrocinados por la mayoría de los clubes).

Y, finalmente, la Liga MX , que empequeñece el problema y no sanciona como corresponde a sus afiliados. Y, encima, hay quienes están viendo y no ven. ¿Era necesario presentar a las Chivas como el equipo de Zapopan?, ¿hacía falta echarle una chispita más a un partido que —de antemano— se sabía que sería de alto riesgo?

Hoy, me pregunto ¿tanto cambiamos en 17 años?

Adendum

. Hasta Knut sabe que no va a pasar nada, pero ya quiere clases de defensa personal con el pelón del Atlas .

futbol@eluniversal.com.mx

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