Un tema recurrente en las reuniones sociales es la seguridad, es común escuchar comentarios de personas que han sido víctimas de la violencia y la delincuencia de manera personal o en su círculo familiar más cercano.

Y es que la realidad no es para menos, el INEGI en la ENVIPE 2017 nos muestra que el 34.20% de los hogares tuvieron por lo menos una víctima de delito en el periodo (2016), con tasas de víctimas que superan a sus referencias anteriores llegando a 28,788 víctimas cada 100 mil habitantes, cifra que se estima crecerá para la ENVIPE 2018.

Debemos también considerar una cifra negra general estimada en 93.6% (ENVIPE, 2017), entendiendo que solo se denuncia el 9.7% de los delitos del cual, solo el 6.4% llega a iniciar una carpeta de investigación y de esta cifra aún queda pendiente identificar el nivel de eficiencia en la impartición de justicia.

Con esa numeralia y al haber pasado ya el impredecible clima político que generan las campañas electorales, podemos empezar a definir un horizonte posible, pues conociendo los retos es como debemos enfrentarlos. Ya con el presidente electo y con el descubrimiento de su equipo de trabajo tenemos que poner más atención en las propuestas.

El objetivo es claro y comúnmente mencionado, “garantizar la paz para todos los mexicanos”; el México en paz parece parte sustancial de todo discurso y bien visto en lo general por la audiencia cuando es mencionado; pero enfrentamos sendos retos para recuperar esa paz.

Uno de ellos es la existencia de una estrategia de seguridad que por fin nos diga los “cómo, cuándo, dónde y por qué”; una estrategia que obedezca a los principios básicos de la planeación estratégica y la administración policial, en fin, una estrategia que en términos financieros pudiera ser factible, rentable y viable y busque ir más allá, que sea transparente y medible, con indicadores estratégicos que no sólo sean diseñados en términos monetarios.

Los estrategas políticos en materia de seguridad, deberán tener la habilidad de realizar diagnósticos especializados que permitan identificar la problemática de cada región del país, especializar la estrategia a las necesidades de las distintas áreas geográficas y, sobre todo, realizar inteligencia para focalizar las acciones, con tiros de precisión que logren esa eficiencia de los recursos físicos y financieros de las instituciones encargadas de la seguridad.

Necesariamente, la estrategia deberá contener en buena medida un componente de prevención social de la violencia y la delincuencia, con acciones contundentes enfocadas a frenar la producción de delincuentes; se requiere identificar los factores que inciden para que una persona llegue a delinquir y con procesos específicos de intervención, levantar barreras de contención para disminuir los factores de riesgo e incrementar los factores de protección ciudadana.

El fomento al respeto de las leyes es fundamental para el logro del objetivo; la principal bandera fue terminar con la corrupción, y eso solo se logrará con un sistema de transparencia y combate a la corrupción altamente funcional, la contraloría social debe ser constante e inflexible. Esto debe permitir que los presupuestos asignados a seguridad y prevención sean eficientes y verdaderamente se genere un cambio social.

Y, por último, sin ser limitativo, el principal reto es que la sociedad participe activamente en este cambio, numéricamente hablando, solamente una tercera parte de los mexicanos fueron quienes eligieron por mayoría a quien deberá gobernar durante el próximo sexenio, sin embargo, en una analogía muy burda, el desearle el mal a quien ocupará este puesto es tanto como desearle mala suerte al piloto del avión que hemos abordado y que está por iniciar el vuelo. Es un reto doble en el cual las autoridades deberán fomentar la participación activa de la sociedad como motor de cambio y, por otro lado, los ciudadanos debemos entender de una vez por todas que sólo con una participación real es que se alcanzará ese cambio para un mejor país.

El objetivo es ambicioso y los retos son muchos y muy complejos, pero la palabra imposible no debe estar en nuestro vocabulario cuando de alcanzar la paz se trate, instituciones y ciudadanos somos parte del problema y, sobre todo, parte de la solución.

Fuentes

Juan Antonio Centeno Quevedo

Observatorio Ciudadano Tamaulipas

@OBCITA @ObsNalCiudadano

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