Llegó, finalmente, el día después. Y resulta que es también el día antes: antes de lo que sigue. O más bien el mero día es hoy, porque lo que sucedió ayer es menos relevante que lo que sucederá mañana y eso está en función de lo que hagamos que suceda hoy.

Hay quien dice que no existen las decisiones buenas o malas sino simplemente los caminos distintos, ya que la vida es un continuo de alternativas. Una elección se sigue inmediatamente de sus consecuencias las cuales implican una serie de elecciones subsecuentes que a su vez tendrán consecuencias que presentan nuevas elecciones que hacer. Eso es la vida individual y eso es también la vida colectiva.

El resultado del primero de julio tendrá a algunos satisfechos y a otros inconformes. Pero cualesquiera que sean los ánimos en este momento, la decisión colectiva que como ciudadanía tomamos ayer no es un punto de llegada ni es tampoco un momento refundacional. Se dieron cambios en quién ostenta ciertos cargos de poder (lo cual es, sin duda, relevante). Sin embargo, en realidad somos los mismos: las mismas personas con los mismos vicios y virtudes, las mismas instituciones igual de sólidas o incipientes que ayer, la misma sociedad con pendientes por atender que no se resuelven con un voto, aunque éste resulte en un cambio en quien gobierna. Se requiere que sigamos tomando decisiones en lo individual y en lo colectivo. Son esas decisiones las que asegurarán que la elección que hicimos ayer sea de provecho para construir un México justo, seguro e incluyente, y de provecho para darnos cuenta de que la solución es más compleja que elegir a un líder.  

Sin relevar al gobierno de su indiscutible responsabilidad en los ámbitos de justicia, seguridad e igualdad, los problemas son sociales y multidimensionales y nos implican a todos. Desde luego, un gobierno en el que creemos representa un liderazgo que permite iniciar las transformaciones, orientarlas, e incluso plantear como propuesta nuevos modelos o proyectos de Estado que pueden ser más- o menos- favorables para la construcción de una sociedad con oportunidades y capacidades para todos, con valores democráticos internalizados, con honestidad, paz y justicia social, con menos impunidad y corrupción. Quién nos gobierna no es, en absoluto, irrelevante.

Pero elegir a nuestros representantes no es ni la única ni la más importante tarea del ciudadano. Ser miembros de una sociedad implica mucho más que delegar ciertas funciones a quien nos representa, aunque sea del partido con el que en ese momento coincidimos. La pelota no está en su cancha, está también en la nuestra y desde el ámbito de la sociedad tenemos tareas pendientes: continuar la construcción y consolidación de instituciones que permitan el acceso a la información, la transparencia y la rendición de cuentas; cuidar y fortalecer los espacios para la participación ciudadana y la comunicación entre actores y sectores; vigilar, exigir y promover la profundización de los valores democráticos y la existencia del estado de derecho; aportar información que se deriva del contacto cercano con el territorio y que convertida en conocimiento puede orientar las reformas, planes y proyectos en diversas áreas. Y, sobre todo, contribuir a la construcción de una sociedad cohesionada, de mutuo respeto, en donde se permita el ejercicio de los derechos y garantías.

Marcela Orraca

Observatorio Ciudadano de Seguridad de Malinalco

@MarceOrraca @ObsNalCiudadano

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