Por AÍDA CASTRO SÁNCHEZ

aida.castro@eluniversal.com.mx

Delfina Ogarrio Navarrete publicó en las páginas de EL UNIVERSAL y su esposo Fidel Solís fue jefe de Redacción, recuerda su nieta, Claudia Solís-Ogarrio. “Uno tiene que ir desempolvando a esas figuras que permanecen ocultas en la rica historia de México y las tiene que sacar a la luz”, afirma la comunicóloga.

“Mi abuela era secretaria de Palavicini (fundador de este diario), ella era muy versátil, escribía, componía música. Era educada, trabajaba en Instrucción Pública con él, por eso se la lleva. Era bonita, eficiente, con un gran trato, fue una mujer que se adelantó a su tiempo, rompió los patrones porfirianos al irse a Veracruz con Carranza”, dice en entrevista Claudia, poeta y ex agregada Cultural y de Promoción Educativa de la Embajada de Canadá.

El ex diputado Félix Fulgencio Palavicini fue nombrado oficial mayor de la Dirección de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1915, de la cual fue su titular y la joven Delfina Ogarrio su asistente. Por los avances de la Soberana Convención Revolucionaria el gobierno carrancista se trasladó al puerto de Veracruz.

Las labores de Delfina en Instrucción Pública fueron reconocidas por el Presidente Venustiano Carranza quien le otorgó una mención de honor y le extendió un diploma el 20 de mayo de 1916.

En el documento se lee la siguiente distinción: “En virtud de los patrióticos servicios prestados a la Causa del Pueblo, en los momentos difíciles de lucha contra la reacción y siguiendo al Gobierno cuando hubo que trasladarse de esta ciudad a Veracruz”. En septiembre Félix F. Palavicini renunció a esa dependencia y fundó esta Casa Editorial el 1 de octubre de 1916.

Delfina Ogarrio colaboró con algunos textos en este diario. Uno de ellos se publicó el 7 de abril de 1929, con el título: “El Aviso Oportuno”, en la sección dominical Magazine para Todos.

“Deyanira” fue el seudónimo que utilizó en su historia que contaba el encuentro amoroso entre Ana Elena y Octavio Salas, quienes se conocieron a través de un anuncio publicado en la famosa sección de este periódico. El relato concluyó trágicamente al darse cuenta que fue engañada por Salas, ya casado anteriormente y la abandonó con un hijo.

Al compartir documentos y fotos que reseñan la vida y obra de sus abuelos, su nieta expresa: “Hay que rescatar a esas mujeres que construyeron México, que son heroicas”.

Durante la Revolución, Delfina estuvo a punto de ser robada por Francisco Villa, anécdota que su nieta redacta para un libro. “Le voy a contar, y así arranca la novela que estoy escribiendo, en donde ella sale un día de 1914 cuando los ejércitos del Sur de Zapata y la División del Norte entran a la Ciudad de México y había que esconderse, poner la tranca por todas esas tropas enardecidas de victoria”.

Dice que su abuela vivía atrás de Palacio Nacional. “Cerraban tiendas, expendios, era una ciudad devastada, había niños encuerados, mendigando, era una cosa espantosa, había cadáveres en la calles”.

“Mi abuela sale de su casa, era una mujer muy arrojada y de pronto cruza detrás del Zócalo en dirección al poniente y después al sur para comprar algo de comida y de pronto oye un caballo, siente que alguien la seguía.

“Ella era rubia, bonita, jovencita, de pelo chino, cortado a la quijada, cruza un charco, se levanta la falda y se escucha un caballo, el rechinar del cuero de la silla acercarse y de pronto lo ve, ve sus ojos de odio, y dice ¡es Villa! y sale corriendo como rayo, como quien hubiera visto al diablo”.

“Lo primero que vio fue La Profesa, se escondió en un confesionario. Villa entrócon el caballo a la iglesia, oyó el retumbar de los cascos del animal en esa bóveda, él empezó a buscarla entre el sillerío y mi abuela escondida y Villa no la encuentra, se da la media vuelta con el caballo y se la menta ¡otra presa que se me escapó de las manos! eso lo contaba la abuela”, narra la nieta de aquella mujer.

Delfina nació en la Ciudad de México el 23 de septiembre de 1893. De educación porfiriana, estudió en el Colegio de Las Vizcaínas y en la Normal de Maestros. “Mi abuela era de la élite de pensantes, esta familia procedente de Oaxaca que había trabado amistad con la familia del general Porfirio Díaz”. Delfina dejó de trabajar con Palavicini y se fue a Puebla a seguir a su abuelo Fidel, con quien se casó en 1927, y tuvieron dos hijos Jorge y Hortensia. Murió el 28 de agosto de 1964.

Unidos por el periodismo

En Veracruz, durante el gobierno de Carranza, Palavicini publicaba varios textos en el periódico El Pueblo y su secretaria Delfina Ogarrio acudía a presentarlos a sus instalaciones, es ahí donde conoció a su futuro esposo Fidel Solís.

“En 1919 a Fidel le ofrecieron la dirección de El Sol de Puebla y mi abuela se va con él, no se casan hasta 1927, ya nacido mi papá” explica su nieta.

El periodismo los fue acercando. Ella publicó en el mismo diario que su esposo, quien ingresó a la redacción de EL UNIVERSAL en 1925.

“Él nunca le tuvo miedo a la hoja en blanco, escribía de maravilla”, afirma su nieta. El 6 de octubre de 1951 recibió de manos del licenciado Miguel Lanz Duret, presidente y gerente de la Compañía Periodística Nacional, una medalla simbólica por 25 años de trabajo, dedicación y esfuerzo “por hacer de EL UNIVERSAL el gran diario que es hoy”. Al año siguiente presentó su carta de renuncia.

Solís nació en San Juan Ixcaquixtla, Puebla, el 15 de abril de 1889. Fue director de El Demócrata. Escribió La creadora, La Siega y El Torero que jugó con la vida.

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