Itzel, de 14 años, fue invitada a los XV años de una amiga. Al día siguiente, la adolescente entró a revisar su perfil de la red social Ask.fm, una página en la que los usuarios se envían preguntas o mensajes, de manera directa o anónima. Al revisar encontró el siguiente texto: “Ayer [en la fiesta] se te veían bien ricas las chichis y las nalgas en ese vestido”. Ella se estremeció. No le hizo gracia no saber quién le había dejado ese mensaje. La incomodidad la llevó a borrarlo.

Una semana después apareció una nueva nota en su perfil: “Estás bien guapa, te voy a robar un beso”. Ella decidió pedirle al extraño revelar su identidad. A lo que él respondió: “Sé dónde vives, te veo salir todos los días de tu casa”.

Cuando Itzel leyó que el agresor —quien dejó saber que era hombre— tenía sus datos, no le creyó. Pero en el siguiente mensaje escribió la dirección de la joven y añadió: “Si quieres saber quién soy, te veo detrás del edificio de la secundaria en el recreo”. Ella quería descubrir quién era su acosador, así que, con una amiga, se escondió en el lugar de la cita para verlo a distancia, pero nunca apareció.

Por mensaje, él disculpó su ausencia y azuzó: “Vamos a jugar... ¿Adivina quién soy?”. En ese momento, ella lo bloqueó.

Cuando el agresor se percató del bloqueo, enfureció y creó múltiples cuentas falsas de Ask.fm, Facebook y Twitter para hostigarla con mensajes como: “¡Contesta!”, “¡no sabes con quién te estás metiendo!”, “¡yo sé dónde vives!”, “¡me estás haciendo enojar!”. El mensaje que más perturbó a la joven fue: “Sé dónde vives. ¡Voy a ir a tu casa y te voy a violar!”.

Entonces el atacante le hackeo sus redes sociales y correo electrónico. Ella comenzó a temer por su seguridad, así que cambió su ruta y horarios, pero el agresor le hacía saber que estaba al tanto de a dónde iba, con quién, por cuál ruta y hasta cuánto tiempo permanecía en cada lugar. La adolescente pidió ayuda a una de sus profesoras, pero las amenazas se acrecentaron por “chismosa y llorona”. Los mensajes cesaron cuando Itzel le dijo que tomaría medidas legales.

Entre 12 y 29 años, las más vulnerables

Como Itzel, 9 millones de mexicanas de 12 años o más han sido víctimas de acoso digital, de acuerdo con el Módulo sobre Ciberacoso (MOCIBA) 2015 —único en su tipo—, que fue parte de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) del Inegi. El rango de edad en que las mujeres son más vulnerables al ciberacoso es entre 20 y 29 años, seguidas por las jóvenes de 12 a 19.

Sobre el tema, ha destacado el informe La Violencia en Línea Contra las Mujeres en México, elaborado por Luchadoras MX en coordinación con diversas organizaciones.

El informe menciona la definición de violencia contra las mujeres relacionada con la tecnología, de La Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC), sin fines de lucro, con estatus consultivo ante Naciones Unidas, que busca asegurar que internet sirva a los intereses y necesidades de la sociedad civil.

Señala que son “actos de violencia de género, cometidos, instigados o agravados, en parte o totalmente, por el uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), plataformas de redes sociales y correo electrónico; causan daño sicológico y emocional, refuerzan los prejuicios, dañan la reputación, causan pérdidas económicas, plantean barreras a la participación en la vida pública y pueden conducir a formas de violencia sexual y otras formas de violencia física”.

Ese informe menciona que las formas de acosar que más afectan a las mujeres son el spam o virus (23.7%), recepción de contenido multimedia (13.8%), llamadas telefónicas (13.5%), contacto con identidades falsas (13.4%), registro en sitios web (10.7%), recepción de mensajes (9.7%), robo de identidad (7.7%), rastreo de sus sitios web (3.9%), daño a través de la divulgación de información personal (3.2%) y robo de contraseñas (0.5%).

En el informe, Luchadoras MX, SocialTIC y la APC señalan 13 tipos de ataques digitales que pueden o no confluir: acceso no autorizado [intervención] y control de acceso; control y manipulación de información; suplantación y robo de identidad; monitoreo y acecho; expresiones discriminatorias; acoso; amenazas; difusión de información personal o íntima sin consentimiento; extorsión; desprestigio; abuso o explotación sexual relacionada con las tecnologías, afectaciones a canales de expresión y omisiones por parte de actores con poder regulatorio.

Ya lo pasado... presente

El agresor creó un perfil falso en Facebook y se encargó de mandar las fotos de Alicia a todos sus familiares. Recordaba a quién le había enviado esas imágenes que fueron viralizadas: su ex novio. Lo enfrentó y él le juró que no tenía nada que ver. Poco tiempo después alguien abrió una cuenta falsa en Instagram a su nombre con las mismas fotos que habían sido enviadas por Facebook. En la descripción de la cuenta aparecía su número telefónico y un mensaje: “Fotos, cortesía de mi novio”.

Alicia recurrió a sus amigos para denunciar las cuentas falsas y éstas fueron bloqueadas. En total, desde septiembre de 2017 a la fecha, han cerrado ocho cuentas falsas a su nombre en Instagram y dos en Facebook. “¡Llegué a un punto en el que me harté!”, cuenta Alicia.

Entonces recurrió a la Policía Cibernética y al Centro de Justicia para las Mujeres de la Ciudad de México. En ambos le dijeron que “no podían hacer nada” porque ella mandó las fotos con el consentimiento tanto del emisor como del receptor. “Y estoy de acuerdo, pero yo se las mandé a él y no hay permiso de mi parte para que esas fotografías hayan sido publicadas después, cuando incluso ya no manteníamos ningún vínculo”.

Al final, decidió ignorar la situación. “Me sentí muy enojada, ni siquiera por las fotos, me sentí enojada por la intención, porque querían culpar a mi novio”. A la fecha no ha tenido solución su problema. “Si dejaran de abrir cuentas falsas en Instagram, podría decir que se solucionó, pero como no sé si abrirán otra cuenta, no puedo concluir nada”.

Danya Centeno, abogada de la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D), es tajante: “No es satisfactoria la respuesta de las autoridades, falta sensibilidad y aplicar una perspectiva de género. Hemos encontrado que la violencia de género suele minimizarse, no se interpreta como si fuera real. Si es una amenaza en línea, mientras no trascienda al aspecto físico suele demeritarse”.

En marzo de 2017, Luchadoras MX y La Sandía Digital registraron a partir de una encuesta los síntomas de daños a la integridad física, emocional y sicológica, resultado del ciberacoso, entre los que destacan: sudoración; náuseas; dolor de cabeza, espalda y estómago; falta o exceso de apetito; tensión corporal y llanto, así como pesadez en el cuerpo y autolesión. También puede haber afectaciones nerviosas, estrés, angustia, ira, enojo, depresión, paranoia, confusión e impotencia. En el listado también figuran síntomas como miedo a salir, autorrestricción de movilidad, abandono de tecnologías y autocensura.

La Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC) registró en 2014, de mil 126 casos provenientes de siete países, nueve tipos de daño, siendo la principal afección la emocional, con 33%; seguido por daño reputacional, con 20%; daño físico, 13%, y la invasión de la privacidad, 13%. En 9% de los casos hubo algún daño sexual; limitaciones a la movilidad, 4%; pérdida de la identidad, 3%; invasión a la propiedad, 2%, y sólo sin reporte de daños 1%.

Los agresores

En el caso de México, de acuerdo con el informe La Violencia en Línea Contra las Mujeres, los desconocidos son los principales perpetradores de este tipo de violencia, con 86.3%, mientras que los conocidos ocupan el segundo lugar, con 11.1%. De este último grupo, 5.9% eran amigos; 4.5%, colega o compañero de clase; 2.2%, pareja o ex pareja, y 2.3%, un familiar. En tanto, las principales acciones que tomaron las mujeres para reaccionar al ciberacoso experimentado fueron: bloquear a la persona, 26.3%; ignorar la situación, 26.3%; cambiar o cancelar su número o cuenta, 13.9%; informar a un tercero, 11.3%; confrontar a la persona, 5.6%; denunciar ante la autoridad, 4%, y tomar otras medidas, 4.2%.

Durante 2017 se observaron seis tendencias preocupantes: odio viral cuando una denuncia en redes sociales detona ola de violencia en línea, expulsión y derribo de espacios de expresión, campañas de ataques organizados, extorsión bajo amenaza de difusión de imágenes íntimas sin consentimiento, espionaje de Estado y campañas de desprestigio.

Violencia diferenciada

Los derechos humanos vulnerados son: a la privacidad, a la intimidad, a la libertad de expresión y acceso a la información, y el de acceso a la justicia y garantías judiciales. “De acuerdo con lo que documentamos, las agresiones que viven las mujeres en el entorno digital son mayores y tienen más impacto. Es violencia diferenciada porque la mayoría tiene carácter sexual o de género. Se ataca a las mujeres por salirse del rol al que se supone deberían apegarse, no es el mismo tipo de violencia”, dice Danya Centeno, de R3D.

En cuanto al actuar de las autoridades, la abogada explica que no se puede conocer el panorama porque a la fecha no existen estadísticas oficiales. “Los derechos que tenemos trascienden el mundo digital, no se debe separar del aspecto físico. No creemos que la respuesta siempre deba ser la vía penal: criminalizar todo”.

Muchos de los delitos ya existentes, es decir, tipificados, servirían para cubrir otras conductas. “No siempre se necesitaría un tipo penal específico, ya hay otros que podrían servir para perseguir ciertas conductas”, añade Centeno; recomienda leer las políticas de las plataformas digitales para saber cuáles son los mecanismos de reporte. “Las consideraciones que uno tiene en la vida física igual son aplicables al mundo digital. Si no le abres tu puerta a cualquier extraño, lo mismo no aceptes a personas que no conoces”.

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