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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Jamiltepec, Oax.— Las paredes de adobe y el techo de teja colapsaron. Paula, su hija y nietos apenas escaparon del derrumbe que provocó el sismo de 7.2 grados del 16 de febrero en Jamiltepec, Oaxaca; 53 días después, un “hombre güero” del Ejército, que después supo era Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, le entregó las llaves de su nueva casa.
El temblor destruyó el patrimonio de los Montoya, por eso se trasladaron al campo para pasar la noche, ya no había nada que se les pudiera caer encima. “Amá, ese avión está volando muy bajito”, dijo Trinidad, quien estaba acostada en el patio, en minutos escucharon un estruendo y como teléfono descompuesto, de voz en voz se enteraron de que un helicóptero, donde viajaban entre otros funcionarios, el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, y el gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, se desplomó, en el lugar donde la gente había decidio ir a dormir por seguridad.
La construcción de las viviendas inició el 22 de febrero y culminó el 13 de abril, precisó el coronel ingeniero constructor Carlos Díaz Estrada, comandante del Sexto Batallón de Combate en Chilpancingo, Guerrero.
Primero se acarreó el escombro, se continuó con el trazo y nivelación del terreno, después se excavó y cimentó para poder levantar los muros y echar la loza. Ninguna casa es igual en el predio donde estaban antes.
Paula Montoya presume su casa con dos cuartos amplios, en uno caben tres camas matrimoniales que también fueron un regalo del Ejército; en el otro, hay una cama, un refrigerador y un ventilador.
La mujer de pelo cano no se explica cómo es que el helicóptero haya caído justo en donde la gente se sentía segura: “Fue un accidente, cosas de Dios, nosotros perdimos todo y eso nos salvó de la muerte; Denya perdió a su familia por el helicóptero, quedó sola, pero también la ayudaron con la casa, tiene dónde vivir”.
Los soldados trabajaron muy rápido, dice Paula mientras “tiende” una de sus camas a las que no les ha quitado los plásticos protectores. En esos dos cuartos vivirá en compañía de sus dos hijos y cuatro nietos.
Lo único que quedó fuera de la nueva construcción es la cocina. Trinidad dice que no tienen estufa y usan leña para calentar sus alimentos, no quieren que las paredes blancas se llenen de humo, “está muy bonita, hasta parece lujosa y no la queremos ensuciar”. Agradece que Salvador Cienfuegos haya cumplido su palabra, “dijo que nos ayudaría y en dos meses lo hizo, aquí está nuestro techo”.
A menos de 10 minutos está la casa del carpintero don José Vázquez, él vive con su esposa, dos hijas y dos nietos. El 16 de febrero estaba en el patio con su familia cuando la tierra se movió, todos fueron testigos de cómo su taller, construido de adobe, quedó entre escombros y polvo.
Días después, soldados de las Fuerzas Armadas visitaron a la familia Vázquez y les dijeron que les ayudarían a construir una casa en 53 días y lo hicieron realidad.
A unas cuantas casas debajo está la de María Merino, quien 75 años vivió en un cuarto de adobe y ahora ve con orgullo su “casa colorada”.
En el patio cuida el fogón en el que prepara pollo enchilado, mientras destapa la olla para probar el guiso.
Cuenta que ya no tiene motivo para estar triste, después de ver su hogar en ruinas ahora puede presumir hasta de que tiene televisión, misma que le fue entregada por el secretario de la Defensa Nacional, al igual que una cama matrimonial y un ventilador.
“Hace tres días vino y me entregó las llaves, ya no duermo con mi hija, tengo mi cuarto para mí solita, mi cama es lo más cómodo, me siento bien, feliz”, dice antes de cerrar la puerta.