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El mayor riesgo que enfrenta México es la toma de decisiones “populistas” y “apresuradas” ante el repunte de la violencia, que en lugar de fortalecer la democracia participativa y la protección de los derechos humanos, reduzcan su desarrollo, advierte el representante en el país de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Antonio Luigi Mazzitelli.

Antes de concluir su misión de ocho años al frente de ONU-DC, por sus siglas en inglés, el diplomático, uno de los impulsores del polémico debate de la legalización de la marihuana, considera que los mexicanos deben impulsar las evoluciones más que las revoluciones.

Dice que los primeros 150 años de vida de México estuvieron marcados por las revoluciones , pero ahora “los mexicanos están aprendiendo que con las revoluciones no se avanza”.

De la guerra contra el narcotráfico, que cumplió una década el año pasado, el italiano revela que lo que más le impactó fue el crecimiento desmesurado de los cárteles a los que compara con un “tiranosaurio rex”, sobre todo a Los Zetas y el Cártel del Golfo, los más sanguinarios.

Relajado y casi preparando maletas para partir a Viena, Austria, dice que México vive otro periodo de violencia con dinámicas diferentes y complejas. Reprocha a la actual administración la “falta de continuidad” e inversión en las acciones para combatir la inseguridad, aunque descarta que la estrategia anticrimen implementada en los últimos cinco años haya sido fallida. “Faltó memoria institucional”.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el diplomático desea suerte a México en las elecciones de 2018, porque serán decisivas para el futuro y recuerda que ante los problemas que enfrenta el país puede “haber puntos de alta y puntos de baja, puede haber crisis, pero Roma no fue hecha en un día: un judío me decía que Moisés se quedó 40 años en el desierto antes hallar la tierra prometida”.

¿Qué balance hace de su estancia de ocho años en México?

—Desde la perspectiva de las condiciones del país, desafortunadamente diría que todavía hay muchos elementos críticos que no se han podido solucionar, pero del otro lado hay también una capacidad mucho más consolidada tanto de la academia, de la sociedad civil y de algunas instituciones, para analizar fenómenos y brindar respuestas.

Hubo reformas fundamentales: el Sistema de Justicia Penal, reformas políticas, la reforma anticorrupción.

Llegó al país en 2009, en una situación de lucha contra los cárteles, ¿cómo vivió esa etapa?

—Fue una situación muy tensa. Una de mis primeras misiones, nunca lo olvidaré, fue en Ciudad Juárez, donde la sociedad civil que empezaba a organizarse pedía la llegada de los Cascos Azules, como si la intervención de la ONU tuviera que ser en México como en un país en guerra.

Recuerdo que en un encuentro con los empresarios les dije muy claramente: “Señores, esto no es un problema que tiene que ser solucionado por alguien que viene de afuera, son problemas que vienen de ustedes y ustedes los tienen que solucionar fortaleciendo las instituciones, la participación ciudadana y la democracia participativa.

“Eso es que el ciudadano se haga responsable de las decisiones que toman las instituciones en el positivo y en lo negativo, construyendo un verdadero Estado de Derecho”.

Afortunadamente Ciudad Juárez fue el origen de algo casi único en México: Todos Somos Ciudad Juárez, movimiento que unió a instituciones municipales, estatales y federales, la sociedad civil y la academia con el acompañamiento de la comunidad internacional y que generó una dinámica extremamente positiva, con resultados que hoy en día se ven en peligro porque la democracia participativa hay que construirla todos los días y el resultado de hoy no es garantía de continuación para mañana.

¿Qué le impactó de la llamada guerra contra el narco?

—La evolución de los grupos criminales. El periodo más importante de crecimiento del narco en México fue a finales de los años 90 y hasta la primera década del nuevo siglo.

A partir de la segunda mitad de 2008 en adelante se rompe algo en los mercados de drogas en Estados Unidos, pero al mismo tiempo hay una evolución hacía formas predatorias, territoriales, no tanto de los cárteles del narcotráfico, sino de los operadores de la seguridad de los grupos que evolucionaron y aceleraron de manera importante las dinámicas de violencia y los mercados criminales.

¿Cómo define 2009-2012 en la lucha contra el crimen?

—Si tuviera que dar una definición casi literaria: El periodo del tiranosaurio rex. Hablando de las organizaciones criminales, es la llegada a un mundo ya de carnívoros grande, de una tipología de grupos más sanguinarios que se come a sus presas.

Esos son Los Zetas o los nuevos grupos criminales más chicos, más territoriales y que no se limitaron a la renta del narcotráfico, sino que empezaron a ocupar todas las actividades económicas del territorio, a través de un uso desmesurado de la violencia.

¿El Cártel del Golfo y Los Zetas fueron los más sanguinarios?

—Sobre todo Los Zetas, porque su aparición fue como la llegada del tiranosaurio dentro del mundo prehistórico, el depredador más sanguinario y que tuvo un periodo de evolución extremadamente rápido.

Los Zetas se separaron del Cártel del Golfo y en 2012 tuvieron presencia en la mitad del territorio mexicano con una manera de expandirse verdaderamente novedosa, pero que a la vez contenía los gérmenes, el virus de su autodestrucción.

¿A qué nivel de violencia considera que se ha llegado en el país

—Se ha manifestado una violencia descarada, aterradora y que quiere marcar de manera pública el territorio, desafiando las instituciones.

¿Para usted sería la etapa más difícil de México en materia de seguridad?

—Quizá no la más difícil, pero esto fue el clímax de este primer periodo.

¿Hay una segunda etapa?

—Hoy, desafortunadamente, se está viviendo otro periodo de violencia, pero tiene dinámicas probablemente diferentes y más complejas.

¿La estrategia del gobierno federal contra el crimen organizado es la correcta?

—Se ha ajustado y debo decir que cuando llegué al país, uno de los primeros análisis, desde la perspectiva de alguien que viene de afuera, era la imposibilidad de las instituciones de tener una estrategia proactiva y que la enfermedad era tan desarrollada que no había otra manera de operar que a través de una estrategia reactiva, una reacción a lo que ya pasaba y a las dinámicas que ya existían, no se podía prevenir.

Con la administración del presidente Enrique Peña Nieto hubo una ventana extremadamente prometedora, que fue el lanzamiento del Programa de Prevención del Crimen y el Delito, pero desafortunadamente no encontró la sustentabilidad financiera que la prevención requiere.

¿Faltó inversión en prevención?

—Le faltó continuidad y desafortunadamente el problema de la continuidad es algo típico de buena parte de los sistemas democráticos, en particular de algunas instituciones mexicanas en el sentido de que el cambio y las transiciones políticas, no necesariamente entre partidos diferentes, en muchos casos llevan a una ruptura y la nueva administración quiere romper lo que hizo la pasada.

A nivel municipal, tres años no son suficientes para incidir en procesos sociales y culturales.

¿Falló la estrategia anticrimen?

—No diría que falló. No se dio suficientemente tiempo para que estas estrategias pudieran generar sus resultados y cambiar frecuentemente de estrategia generalmente lo complica todavía más.

A veces no se cambia de estrategia, pero se quita a los operadores y si el cambio es demasiado dramático, eso conlleva a la pérdida de todo lo que se llama memoria institucional, que es fundamental en todo Estado democrático parlamentario, es decir, eso que se hizo antes.

Es algo que México debería tratar de corregir, la memoria institucional es fundamental.

¿Cómo ha visto la incursión del Ejército contra el crimen?

—Hay que fortalecer las capacidades institucionales de las policías civiles; sin embargo, al mismo tiempo hay que garantizar seguridad a los ciudadanos y la falla de uno obliga a utilizar otro recurso. El debate del Mando Único y Mando Mixto es urgente, por lo que haría un llamado al Congreso a debatirla. Siguen los ataques a los alcaldes y los regidores, hay comunidades en las que el mejor alcalde del mundo no puede operar porque está bajo la amenaza del crimen organizado y ahí se debería dar una respuesta institucional más consistente.

En un homenaje que le rindieron en el Inacipe señaló que se deben impulsar las evoluciones más que las revoluciones. ¿A qué refirió?

—La historia de México ha sido marcada por las revoluciones, esto caracterizó los primeros 150 años de vida de México. Ahora es el momento y creo que el país y los mexicanos están aprendiendo que con las revoluciones desafortunadamente no se avanza, ya que los problemas se quedan, mientras que con las evoluciones, dentro de un marco democrático, se pueden solucionar problemas, claro, las evoluciones toman mucho más tiempo de las revoluciones.

¿Existen riesgos de populismo en México?

—El crecimiento de la violencia seguramente es el reflejo de una enfermedad que podría llevar a decisiones apresuradas hacia políticas o decisiones populistas que en vez de fortalecer la democracia participativa, la protección y promoción de los derechos humanos, reduzca este desarrollo y esta consolidación.

Los riesgos siempre existen y no nada más en México, el populismo hoy en día, desafortunadamente, es una parte importante de la política en muchos escenarios. En Europa, América y Asía, debido a que refleja una manera diferente de comunicarse con el ciudadano. Es algo que dentro de los sistemas democráticos puede encontrar muchos espacios si hay problemas y falta de cultura democrática.

¿Cómo ha visto los casos de gobernadores coludidos con el crimen organizad? ¿Esto frena los esfuerzos de combate?

—Mirando a la historia de México, no es nada nuevo que esto suceda, lo que es nuevo hoy en día es que haya cinco gobernadores llamados a responder por su acciones. Más que el vaso medio vacío, yo veo el vaso medio lleno y ojalá que se haga justicia. Estos son los elementos de la evolución y que la justicia no se haga con un corte de cabezas, sino en las salas de un tribunal, con las leyes.

¿Su impulso al debate de la legalización de la marihuana, es su mayor aportación?

—No, yo no fui un impulsor, simplemente fui un participante. El debate se dio porque en México se dieron las condiciones a nivel institucional, político y a nivel de la academia. Debate que fue a veces rezagado, porque se enfocó en la legalización de la marihuana y no en el desarrollo de una política de drogas. El debate no se enfocó en el narcotráfico o en la industria de la droga, sino en el impacto que tiene, en específico la marihuana, sobre la salud de sus ciudadanos.

Creo que el problema de las drogas debería ser desvinculado de los mercados criminales, porque la evolución de los cárteles en México nos dice que regular o legalizar un mercado que hoy en día está en manos criminales no necesariamente tiene un impacto positivo sobre la eliminación de los operadores criminales que, al contrario, se mudan a otros mercados.

¿Deja algún documento o recomendación para el gobierno de México?

—Estoy muy orgulloso de salir del país con un nuevo proyecto que apunta a facilitar el acceso a la morfina, eso es que la Oficina de la ONU contra las Drogas y el Delito, junto con la Cofepris, está empezando a trabajar un sistema que dará acceso a esa droga con fines medicinales. Se lanzará próximamente.

¿Qué considera que le faltó hacer en el país?

—Quizá incidir más en la urgencia de las reformas, a nivel del Congreso de la Unión, en materia de seguridad y lograr reducir esta distancia entre lo normativo y lo operativo.

¿Qué perfil se requiere para la nueva Fiscalía General?

—El perfil está dado por la ley, hay muchos requisitos y a México no le hacen falta candidatos para ser el primer fiscal general.

¿Qué se lleva de México?

—Un crecimiento personal y profesional muy importante, tengo 28 años en la ONU y nunca había trabajado en un país tan complejo y tan dinámico como México. Me llevo una gran experiencia positiva que espero capitalizar en mis nuevas funciones en la sede de Viena.

Si no se persigue ahora el narcotráfico, en 10 años México podría encontrarse en la misma situación en la que hoy están países como Brasil, Colombia o Argentina, en los cuales se necesita una política proactiva.

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