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Las amnistías son una rareza en Europa. La única de consideración otorgada en los últimos 20 años es la de Irlanda a los presos del Ejército Republicano Irlandés (ERI) y de las organizaciones paramilitares unionistas de Irlanda de Norte. El caso aún continúa generando polémica en Reino Unido.

España otorgó en 1977 una gran amnistía a los presos políticos del franquismo que sirvió para sellar la Transición. Acto seguido, la Constitución de 1978 prohibió las exoneraciones colectivas y sólo se otorgan escasos indultos personales, nunca por delitos de sangre.

En Italia un perdón navideño a seis ex miembros de las izquierdistas Brigadas Rojas que no habían cometido delitos de sangre y gozaban ya de un régimen de semilibertad casi tumba al presidente Oscar Luigi Scalfaro en 1997.

Solamente el caso irlandés salió adelante. La liberación de presos fue uno de los puntos básicos del Acuerdo de Viernes Santo, firmado en 1998 para poner fin a más de tres décadas de violencia (1969-2001) y 3 mil 500 muertes.

Fueron 447 convictos de terrorismo, incluidos 116 por delitos de sangre, quienes se beneficiaron del “programa de excarcelación anticipada”. Tanto para presos del ERI como de las organizaciones paramilitares unionistas de Irlanda de Norte, el único requisito es que hubieran sido juzgados y no reincidiesen.

El gobierno de Tony Blair reconoció pronto que no podía haber una reconciliación mientras los presos siguieran encarcelados.

La experiencia de Colombia. El acuerdo de paz que el gobierno colombiano y las ahora ex guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmaron en noviembre de 2016 estableció conceder amnistía cuando los delitos comunes, como el narcotráfico, se hayan producido conexos con el delito político de rebelión.

Si el narcotráfico se cometió para enriquecimiento individual o grupal no se puede amnistiar, pero si fue para financiar a la guerrilla quien haya sido imputado sí es objeto de amnistía.

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