Misteriosa, ególatra e inteligente. Esas características le permitieron a la socialité británica Ghislaine Maxwell sobrevivir y moverse en el mundo del jet set, codearse con la realeza y con los líderes políticos más poderosos del mundo.

Pero un hombre fue su perdición. Después de haber guardado silencio por años, Maxwell dijo, en un desesperado intento por salvarse, que lo peor que pudo pasarle fue “haber conocido a Jeffrey Epstein”.

Nacida en 1961, Maxwell creció en el seno de una familia millonaria, pero su padre, Robert Maxwell, era abusivo, manipulador y cruel. Dominante como era, el magnate de los medios británicos no dudaba en criticar a su hija, acusándola de actuar “de forma estúpida”, de arriesgarse porque sí. Ese tipo de crianza convirtió a Ghislaine en una mujer reservada, pero también inteligente. Debía sobrellevar el carácter difícil de su padre, y en ese rubro se graduó con honores.

Robert Maxwell falleció de forma misteriosa en 1991, al caer de su yate en las islas Canarias. Las investigaciones determinaron que el hombre falleció por una combinación de ataque cardíaco y ahogamiento. Pero en el vox populi, la versión fue que se suicidó, al ver caer su imperio, el Mirror Group Newspapers.

Ghislaine se mudó entonces a Estados Unidos. La situación financiera no le permitía vivir en la opulencia, pero su astucia la llevó a aprovechar las relaciones familiares y entablar contacto con la crema y nata de la política y la realeza en ambos lados del Atlántico. Se codeaba lo mismo con el hoy expresidente Bill Clinton que con el entonces magnate inmobiliario Donald Trump y el príncipe Andrés.

Fue en ese contexto que conoció a Epstein, y quedó fascinada con él. Durante un tiempo, fue su amante, pero desarrollaron una relación que iba mucho más allá: él financiaba su lujoso estilo de vida, mientras ella le presentaba a sus contactos. Clinton, el Duque de York, el príncipe Andrés, Trump, todos se convirtieron en cercanos a Epstein. Pero cuando se reveló que el mutimillonario abusaba de menores de edad, todos lo desconocieron. Y cuando fue detenido, la propia Maxwell trató de pasar al anonimato.

Epstein se suicidó en prisión en 2019, y se llevó a la tumba los secretos más oscuros de quienes se sumaron a su afición por las jovencitas. Excepto el príncipe Andrés, quien ha sido señalado y ha pagado el precio del escándalo.

Aun escondida, las denunciantes de Epstein se lanzaron también contra Maxwell, a quien llamaban la “depredadora sofisticada”.

Si bien la socialité, detenida en julio de 2020, se ha presentado como “una víctima más” de Epstein, los testimonios de las víctimas revelan una realidad muy distinta. Ella era la encargada de reclutar mujeres para Epstein. Las estudiaba, las seleccionaba y se las llevaba al magnate financiero y a los amigos de éste.

“Madame Maxwell” convencía a las chicas de dar “masajes” a Epstein que terminaban en relaciones sexuales y, cuando se le antojaba, se volvía partícipe de los encuentros.

Los días de opulencia de la Madame llegaron a su fin. Condenada por tráfico sexual, recibió 20 años de prisión. A los 60 años, Maxwell escuchó en silencio la sentencia. Reaccionó igual que a los regaños de su padre: su cuerpo estaba allí. Su mente, muy, muy lejos.

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