El reguero de dimisiones, destituciones, renuncias y abandonos en la administración de Donald Trump sigue siendo un torrente sin freno que fluye con la misma violencia con la que se acumulan escándalos y crisis en la Casa Blanca. La última en abandonar un cargo de alto nivel fue Rachel Brand, número tres del Departamento de Justicia, añadiendo más dramatismo a la tensión entre el presidente y las agencias de inteligencia de Estados Unidos.

El nombre de Brand ganó notoriedad en las últimas semanas, a la vez que crecían los ataques de Trump contra el FBI y su gestión de la investigación de la trama rusa. Con sólo nueve meses en el cargo, habría decidido abandonar el barco, cansada de la presión del Despacho Oval, y aceptar un trabajo como abogada de la cadena de supermercados Walmart.

“Sé que todo el Departamento de Justicia la va a extrañar”, dijo el fiscal general, Jeff Sessions. La salida de Brand deja una vacante importante en la línea de sucesión de aquellos encargados de supervisar la investigación de la trama rusa y el trabajo del fiscal especial, Robert Mueller, bajo ataque constante de Trump, quien incluso publicó un memorando confidencial republicano con el objetivo de desprestigiar el trabajo del Departamento de Justicia y el FBI.

En cambio, el mandatario se negó ayer a publicar el memorándum realizado por los demócratas que contrarrestaba el republicano.

El supervisor del Rusiagate es Rod Rosenstein, quien en las últimas semanas ha sido la piñata de los golpes cada vez que Trump mostraba su desacuerdo con el avance de la investigación. Tanto así que las versiones de que va a destituirlo son cada vez más fuertes. Analistas aseguraron que Brand no estaba dispuesta a aguantar la presión si finalmente lo despedían. Otras versiones apuntan a que fue forzada a abandonar la administración con el objetivo de colocar a alguien más “leal” al presidente, en preparación para una posible salida de Rosenstein.

Donde también se respira mal ambiente es en la oficina del John Kelly, jefe de gabinete del presidente, en el punto de mira en las últimas horas tras una semana en la que sus salidas de tono y malas decisiones han liderado noticieros y copado primeras planas.

Tras iniciar la semana tildando de “vagos” a los jóvenes indocumentados que no habían aplicado al programa DACA de protección a la deportación, el escándalo de Rob Porter, el alto funcionario acusado violencia doméstica que fue fulminado el jueves, acabó de enterrar unos días nefastos.

La protección y falta de sensibilidad de Kelly en el asunto Porter armó un revuelo que, según varios medios de comunicación, habrían llevado al jefe de gabinete a plantearse la dimisión.

Pese a las críticas, Trump se dedicó a elogiar a Porter. “Le deseamos lo mejor, ha trabajado muy duro”, dijo.

Hay quien indica que el presidente incluso habría estado sondeando reemplazos para Kelly.

Otro que se fue abruptamente de la Casa Blanca es el escritor de discursos, David Sorensen, luego de que su ex esposa lo acusara de violencia emocional y abusos. Él lo niega e incluso afirma que fue víctima de violencia doméstica.

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